Por De acuerdo al registro oficial de los ciclos económicos que realiza el National Bureau of Economic Research (NBER) para Estados Unidos (EU), este país experimentó entre 1908 y 2007 un total de 19 recesiones y una depresión, la de 1929.
Las repercusiones de esos episodios recesivos sobre México han sido importantes y, en algunos casos, la reacción adoptada por nuestras autoridades agravó los efectos adversos de la contracción estadounidense.
La semana pasada, el NBER anunció que la recesión número 20 comenzó en diciembre del año pasado y completa, ahora, 12 meses. Es útil, por tanto, repasar los efectos que algunas de las principales recesiones estadounidenses han tenido sobre nuestro país, para tener una idea de lo que será el impacto negativo de la actual, que resentiremos con mayor fuerza en 2009.
La Gran Depresión en EU comenzó en agosto de 1929 y terminó en marzo de 1933, con una caída acumulada del PIB estadounidense del 26.5 por ciento. Ello se reflejó en México en una caída del PIB del 20.7 por ciento durante 1929-1932 y una devaluación de nuestra moneda del 52.4 por ciento.
Durante 1937 y la primera mitad de 1938 se produjo la siguiente recesión en EU. Nuestro crecimiento promedio anual en ese bienio fue de sólo 2.4 por ciento, después de haber crecido por encima del 8 por ciento en 1936. En 1938 nuestra moneda se devaluó 25.6 por ciento, afectada seguramente tanto por la recesión en EU, como por la expropiación petrolera.
La recesión de 1948 y 1949 en EU tuvo un impacto negativo leve sobre el PIB de México, ya que nuestra economía creció en esos años 3.9 y 6.7 por ciento, respectivamente, pero la paridad del peso tuvo una devaluación acumulada de 65.2 por ciento.
Durante 1953 y 1954 EU cayó nuevamente en recesión y la economía mexicana creció apenas 0.3 por ciento en 1953. El peso, por su parte, fue devaluado en 44.5 por ciento en 1954.
Los efectos de la recesión de 1973-75 se sintieron con retraso en México porque el desorden presupuestal del gobierno de Luis Echeverría logró sortearlos temporalmente, pero la factura se pagó en 1976, cuando el peso se depreció 59.8 por ciento y se crearon las condiciones que, desde entonces, nos arrastraron a la mediocridad económica.
La recesión de 1981-1982 en EU también golpeó con rezago a nuestra economía. En dicha ocasión se logró crecer el primer año gracias a que el gobierno de López Portillo aprovechó la bonanza petrolera para remar contracorriente estimulando el gasto público.
Esa política, al final, fue uno de los errores más costosos para México, porque agravó el desequilibrio externo y presionó la paridad del peso. La economía cayó 0.5 por ciento en 1982 y se desplomó 4.7 por ciento en 1983.
El tipo de cambio del peso mexicano frente al dólar se devaluó sólo 6.8 por ciento en 1981, pero un año después se estableció el control de cambios y se registró una macrodevaluación del tipo de cambio libre cercana al 500 por ciento. Esta experiencia enseña que las complicaciones económicas externas pueden magnificarse cuando nuestras autoridades aplican medidas de política interna que, con el afán de “ir a contrapelo”, como se ufanaba en declararlo el entonces Presidente López Portillo, terminan por hundir a nuestra economía en un estancamiento prolongado.
La recesión económica de 2001 en EU, si bien duró allá 8 meses, aquí tuvo repercusiones negativas más duraderas. Nuestro PIB cayó 0.2 por ciento en 2001 y el peso se apreció, de manera efímera, 2 por ciento ese año, pero luego apenas crecimos al 1.1 por ciento en promedio durante 2002 y 2003 y el peso se depreció 22.6 por ciento en ese lapso.
Con todos estos antecedentes, en particular los de esta última recesión, sorprende que nuestras autoridades hayan insistido en que México no sería afectado por la crisis estadounidense actual o que, de serlo, sus repercusiones serían relativamente mínimas.
La recesión actual en EU, además de que se extenderá al resto de los países desarrollados, será muy probablemente la más prolongada y severa desde la Gran Depresión. Esto quiere decir que durará más de los 16 meses que duraron las recesiones más largas desde entonces. Es seguro, por tanto, que tendrá un impacto negativo importante sobre nuestro país.
En esta ocasión, como en otras anteriores, la actividad económica en México resintió con rezago los estragos en EU, pero los está viviendo desde fines del verano. Destaca, en este sentido, el menor dinamismo de nuestras exportaciones no petroleras, que en su gran mayoría están destinadas al mercado de EU. La industria automotriz, en particular, se afectó severamente por la reducción en el gasto del consumidor estadounidense.
El peso no aguantó la presión y ya se depreció, para ubicarse por encima de los 13 pesos por dólar. Por otra parte, las remesas que envían los trabajadores migrantes mexicanos han perdido vigor y seguramente caerán durante el año próximo. Otro rubro que también será golpeado en México por la recesión de EU será el del turismo.
Nuestros problemas no terminan ahí. El aumento reciente en la aversión al riesgo y la escasez de fondos disponibles para inversiones en los países emergentes está dando lugar a un vuelo hacia la calidad (flight to quality), abandonando portafolios más riesgosos, entre los que se encuentran los de nuestro país. Habrá, en consecuencia, un menor flujo de capitales, tanto de cartera como de inversión a largo plazo.
La historia de los efectos de las recesiones de EU sobre México nos dice, además, que quizá lo peor ya pasó para nuestra moneda, pero no así para la economía, donde está apenas por venir. No será extraño, por tanto, que registremos una caída de por lo menos uno por ciento en el PIB de 2009, así como que la debilidad de nuestra actividad económica se prolongue hasta 2010.