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¿Una luz al final del túnel?

El comentario de hoy

Francisco Amparán

El ex presidente norteamericano Jimmy Carter, lo que sea de cada quién, está acostumbrado a que lo perreen. Así se le dice en mi pueblo al maltrato, la burla y el desdén que se le propina a una persona que es vista como indigna de ser tomada en serio.

Y es que a lo largo de su carrera política, Carter ha tenido que sortear muchos obstáculos, y no siempre ha salido bien librado. Su Presidencia fue una de las más fallidas y lastimadas del siglo XX, a pesar de que tuvo logros como los Tratados de Campo David y la entrega del Canal a Panamá. La prensa lo agarró de su puerquito, y lo maltrató hasta que se cansó. Especialmente los republicanos le tomaron particular gusto a pitorrearse de un presidente que no daba pie con bola.

Pero luego de perder la reelección de la peor manera en más de un siglo, Carter no se retiró de la vida pública. Decidió seguir trabajando en obras de beneficencia y como mediador neutral en conflictos peliagudos. Y será porque todo el mundo sabe que es un hombre de buena fe (cosa rarísima en el ambiente político internacional), pero Carter ha sabido alcanzar acuerdos que parecían imposibles. Y ello en lugares tan diferentes como Haití y Corea del Norte. Como premio a sus esfuerzos, recibió el Premio Nobel de la Paz en 2002. A ver quién ríe al último, dirán algunos.

Pero el georgiano con la dentadura mejor conocida no se ha estado en paz, y continúa con sus labores en pro de lograr acuerdos. Y al parecer acaba de conseguir uno realmente espectacular.

Y decimos “al parecer” porque hay distintas versiones de qué fue lo que se obtuvo en realidad durante la última gira de Carter por el Oriente Medio.

En un principio Carter afirmó que el grupo guerrillero Hamas, que controla la Franja de Gaza y hostiliza continuamente a Israel, consentía en concertar una tregua de diez años con el Estado judío, a cambio de que éste regresara a las fronteras de 1967, previas a la Guerra de los Seis Días. Aquí la cuestión es que la palabra “tregua” implica que uno reconoce al contrincante. Y Hamas tradicionalmente se ha negado a reconocer la existencia de Israel. Así lo expresó más tarde un vocero del grupo, irritado porque se le había dado esa interpretación a su oferta.

Total, que quizá ni Carter ni Hamas sepan siquiera cuál fue realmente la oferta de paz. Pero durante un par de días pareció haber un rayo de esperanza, de que es posible terminar con un conflicto que se ha venido arrastrando durante sesenta años y no parece tener visos de solución. Quizá todo se debe a que los buenos deseos le ganan a la razón; a la necesidad de ver una luz al final de un túnel que ha sido largo, sinuoso y oscuro durante ya demasiado tiempo.

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