Decía Proust que nada le cuesta más trabajo al ser humano que ir de una costumbre a otra. Tiene toda la razón. La actitud frente al cambio es con frecuencia negativa. Reaccionamos, quizá pensamos que podemos empeorar. Es tal nuestra resistencia que en ocasiones convertimos las buenas noticias en malas. Por ejemplo el problema de las pensiones. No es exclusivamente mexicano. Países desarrollados como Alemania, Gran Bretaña, Estados Unidos, pero también economías emergentes, han tenido que afrontar la quiebra de sus sistemas de pensiones. ¿Por qué ocurre? ¿Malos cálculos actuariales? Sin duda. Pero también hubo en el camino varias sorpresas, la principal el importante incremento de la esperanza de vida. La crisis de los sistemas de pensiones proviene de una buena noticia: vivimos más y ello se ha logrado en relativamente poco tiempo. De ahí que los dineros no alcancen.
Algo similar está ocurriendo con el aumento en el precio de los alimentos. Hay varias causas, el incremento en el precio de los energéticos es una de ellas. La producción y el transporte cuestan más. La FAO le asigna a esa causa un tercio de la responsabilidad. Los biocombustibles son otra. El importante subsidio al etanol ha provocado una demanda de granos que antes iban al consumo. De nuevo, es muy bueno que se busquen vías alternativas al petróleo pero en este momento ayudaron a desquiciar los mercados. Es otra buena noticia mal digerida.
Sin embargo en el fondo lo que resulta fantástico de esta crisis es que hay un mayor consumo mundial de alimentos además de un cambio en la demanda. El primer asunto no es una sorpresa. El Banco Mundial y otras organizaciones internacionales han registrado en los últimos 20 años una muy fuerte disminución de la pobreza extrema en el mundo. Hay quien afirma que es el periodo de la historia de la humanidad en que más pobres han dejado de serlo. Hablamos de alrededor de 300 millones de seres humanos. La gran mayoría de ellos está en Asia. Es una excelente noticia con una consecuencia: hay más demanda de alimentos. Pero hay más cambios positivos.
Al dejar la pobreza extrema esos seres humanos, básicamente radicados en China, iniciaron un consumo alimenticio muy importante que impactó los mercados, sobre todo de los granos. El segundo fenómeno es el cambio en la dieta de muchos cientos de millones de seres humanos que están consumiendo más proteína animal. En 1980 un chino comía en promedio 20 kilos de carne al año, hoy son 50. De nuevo es una excelente noticia. El problema es que se necesitan siete calorías vegetales para producir una animal. El desbalance es inevitable. Joel Cohen, un especialista en hambrunas y autor de un libro reciente que debemos revisar, “¿Cuánta gente puede mantener el mundo?” afirma que la producción actual de granos alcanza para las necesidades de 10 mil millones de seres humanos, 3,500 más de los que habitamos el planeta hoy, con una condición, que todos seamos vegetarianos.
Volvamos al argumento. De hecho estamos ante cuatro buenas noticias. El incremento en los energéticos obliga a retomar las vías alternativas que son más limpias. Los bioenergéticos podrían convertirse, cuando sean más eficientes, en otra opción. Hay quienes la niegan. La segunda es el incremento en el consumo de proteína animal. Sé que los vegetarianos me refutarían. Pero no es mi decisión ni la de ellos sino la de esos seres humanos que desean ese consumo y que hoy tienen esa opción. La tercera es la disminución de pobres extremos. No hay discusión. La cuarta buena noticia hay que construirla. En el mediano y largo plazo los productores podrían ganar más.
Es una buena noticia, pues ellos están esparcidos, es cierto, en países ricos y tecnificados, pero también en países pobres. Los cereales son un buen termómetro. El trigo se concentra en países septentrionales ricos, Estados Unidos, también en Argentina. Pero el maíz, el arroz y otros granos, la soja, nos llevan a otras latitudes: África, América Latina y por supuesto Asia. Según algunos de los mapas de futuro el hambre se agrava severamente en algunas zonas como el África subsahariana, pero en general el panorama mejora. Se calcula que entre 1993 y el 2020 el incremento en intercambio de cereales será de un 77%. Pero hay más. Muchos países pobres o emergentes son también muy ricos en biodiversidad. Es el caso de México, de Brasil, Colombia y en general América Central, también del sureste asiático. Muchos de sus productos simplemente no se dan en la parte septentrional del globo. Tendrán que importarlos. Hoy Vietnam es el primer exportador de café del mundo.
Dije sin embargo que la cuarta buena noticia había que construirla. Estamos frente a la oportunidad de que la globalización ayude a abaratar el consumo y mitigar el hambre. El comercio podría llevar ganancias a países pobres y emergentes y también a los ricos siempre y cuando de verdad impere una apertura comercial. Ante el aumento de precios en los alimentos muchos países han reaccionado cerrándose, estableciendo altas cuotas a los exportadores. Lo único que logran así es inhibir la producción y agravar el hambre. También están allí los subsidios monstruosos de los países ricos a sus productores. Nada más en la Unión Europea ascienden a 350 mil mdd. Pocos productores reciben mucho dinero, deforman los mercados y afectan a los consumidores. Agravan el hambre.
Cada vez que compremos un alimento, venga de donde venga, deberemos tener presente que todos dependemos de todos y que erradicar el hambre es factible si procedemos con congruencia, sin mezquindad, pensando en el hambre y en los productores, en ese orden.