UNA MIRADA AL ESPEJO COLOMBIANO
César Gaviria, ex Presidente de Colombia, sugiere que México debe mirar hacia adentro y hacer una autocrítica sobre la forma en que abordamos los problemas, desde el tráfico de drogas hasta la economía. Aborda el tema de la ola de violencia del narcotráfico y sentencia que se puede revertir.
Durante cuatro años, como Presidente de Colombia, César Gaviria Trujillo enfrentó a algunos de los grupos más violentos del crimen internacional. No sólo sobrevivió, sino que logró poner a Colombia en un camino de desarrollo económico que se vive hasta ahora.
Y aunque la violencia persigue a la sociedad colombiana hasta estos días, el legado de Gaviria, desmantelar el Cártel de Medellín y eliminar al mítico Pablo Escobar luego de una orgía de secuestros, bombazos y asesinatos, permanece como una de las grandes hazañas contra el narcotráfico.
De visita en Torreón para dictar una conferencia, César Gaviria se sentó el jueves con El Siglo de Torreón para una conversación sobre su experiencia en el tema del crimen organizado y de la apertura económica como Presidente de Colombia entre 1990 y 1994, y su participación en asuntos globales como secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA) entre 1994 y 2004.
Gaviria mira a México a través del espejo colombiano y ve en este país muchos de los problemas de debilidad institucional que afectan a las democracias de América Latina.
Saca dos conclusiones diferentes. En el caso de la seguridad, espera que a México no le pase lo que a Colombia, donde “la violencia se nos salió de control”.
En el caso de la economía, espera que México adopte una ruta similar a la de Colombia, donde desde la década de los 90 se despojaron de ataduras ideológicas para emprender reformas necesarias.
No hay tema que rehúya, ni siquiera el del narcotráfico. Aunque en la conferencia que dictó fue reacio a abordarlo, en la entrevista aborda algunas de las lecciones que dejaron sus años en la Presidencia e incluso la “pesadilla” de sufrir la venganza del crimen organizado sobre familiares y amigos.
No podría estar más lejos de su hogar en Bogotá, ciudad de colinas ondulantes donde llueve 300 días del año, pero se guarda el comentario sobre el calor extremo de La Laguna que lo llevó a despojarse del saco y la corbata. Pide café y empieza la plática en la que Gaviria se ajusta al típico “usted” de los colombianos que parece que nunca tutean a nadie.
— El principal tema que se trata con usted cada que viene a México es del narcotráfico. Se habla mucho de la “colombianización” de México, se dice que el país está en una situación de violencia comparable a la de Colombia en los noventa, cuando usted era Presidente. ¿Le parece válida la comparación?
Colombia ha vivido fases de violencia, resultado de que en ciertos periodos hemos pasado de no enfrentar el problema con vigor sino dejarlo pasar. Me parece que México está en una etapa así, en que las autoridades decidieron afrontar el problema con más seriedad, aunque ya se veía venir la violencia y ahora suceden fenómenos inquietantes.
Y la frustración que se da es que esas organizaciones criminales, que muchas veces se desmantelan cuando hay decisión, se reproducen con mucha rapidez y facilidad, pero esto no quiere decir que hay que dejarlo pasar, porque no darle la cara implica que el problema va creciendo. Nosotros vimos en Colombia cómo organizaciones del narcotráfico llegaron a tener enorme poder.
Así que cuando México es tan importante en el tráfico de droga, porque es el paso a Estados Unidos, tienen que asumir esos costos. Ahora, no de cualquier manera, hay que saber que hay métodos más eficaces que otros y que para enfrentar el narcotráfico y tener operativos exitosos, lo más importante es la inteligencia, gente bien entrenada, que no haya filtraciones de información, que no se sepa de operativos con anticipación.
Porque en lo fundamental, es una lucha en la que se tiene éxito con operativos y con gente entrenada, pero eso no se hace de la noche a la mañana.
— En su caso, por ejemplo, cuando usted era Presidente, el problema grande era Pablo Escobar y se ensayaron dos tácticas. La primera fue negociar su entrega y meterlo a la cárcel, pero cuando se fugó se decidió irse contra él con toda la mano dura. A final de cuentas la mano dura fue lo que resultó.
Es que en las cárceles es sumamente difícil. El operativo contra Escobar fue adquiriendo dimensiones militares más que policiales, por el enorme poder que adquirió, porque tenía una red muy grande, pero una vez que tienes a los narcos en la cárcel, controlarlos para que no sigan delinquiendo es supremamente difícil.
Y eso fue lo que nos pasó con Escobar, que una vez que estaba en la cárcel, se volvió tan o más peligroso que cuando estaba fuera porque siguió delinquiendo y de alguna manera estando en la cárcel lo protegía.
Ese es otro tema en el que Colombia ha sido poco exitoso. Recientemente, el Presidente (Álvaro) Uribe extraditó a 200 paramilitares a Estados Unidos porque no fue capaz de controlarlos. Por eso recurren a la extradición, por la incapacidad de controlar a esas personas en las cárceles, por el tipo de sistema carcelario que tenemos en Latinoamérica. Y nos norteamericanos tienen regímenes carcelarios más estrictos que los nuestros.
— En México pasa igual.
También en México.
— ¿Me podría mencionar algunas cosas que usted hizo como Presidente contra el crimen organizado que el Gobierno de México podría hacer?
He visto una gran discusión sobre un programa de cooperación entre Estados Unidos y México (el plan Mérida) y yo haría énfasis en los temas en que México reciba apoyo en inteligencia y entrenamiento. Me parece que es lo más importante. No creo que México necesite tantos recursos o equipo o cosas operativas, aunque eso siempre genera solidaridad, pero haría mucho énfasis en inteligencia y entrenamiento.
— Cuando usted fue Presidente sufrió el secuestro o asesinato de familiares, amigos y aliados políticos. ¿Cómo sobrellevó la carga personal cuando como Presidente debía proyectar una imagen de firmeza?
(Gaviria respira hondo y hace un largo silencio. Desvía la mirada a un lado y su hablar se vuelve pausado y quieto).
Esa es una verdadera pesadilla que hemos tenido, porque los cárteles de droga, entonces, y ahora la guerrilla, que también tiene una financiación que es fundamentalmente del narcotráfico, apelan al secuestro como presión.
Es supremamente difícil encontrar el equilibrio, hasta dónde proyecta uno toda la imparcialidad y la dureza que debe tener el Gobierno y al mismo tiempo tiene consideraciones humanitarias.
En mi caso personal fue supremamente difícil. He tenido problemas a propósito de secuestro de dirigentes políticos y de la voluntad de hacer intercambio humanitario o hasta dónde se sacrifica la política de seguridad.
Es un tema complejo al que México espero que nunca entre.
— En el caso de México, como parece también en el caso de Colombia, a veces parece que la población civil parece coexistir con la violencia y da por sentado que ocurrirán hechos violentos y sigue su vida aceptándolo. ¿Cómo se puede combatir esto?
Digamos que la gente aprende a convivir con la violencia cuando empieza a tener la impresión de que son riñas entre narcos o fenómenos que sólo afectan a ciertas áreas de una ciudad, pero eso no tiene nada bueno.
Que la gente se insensibilice frente a la violencia, que acepte las actividades criminales no es bueno. Pero son fenómenos que se pueden revertir. Medellín es una ciudad que llegó a tener 7 mil muertos al año y hoy tiene la sexta parte de eso. Sí se puede revertir, no puede hacerse a la idea de que no se puede hacer nada o de que es una cosa incontrolable.
— Se lo comento porque en esta región parece que estamos ante el surgimiento de una situación similar.
Pero si se logran operativos exitosos y se desmantelan grupos de organizaciones criminales, esos fenómenos no se eliminarán completamente, pero sí se pueden reducir de manera importante. Yo espero que México lo pueda hacer y no le ocurra como le ocurrió a Colombia, en una parte de su historia, en que la violencia se nos salió de control. Ha sido difícil retomar el camino de establecer la normalidad.
— En Bogotá, por ejemplo, lo revisan a uno al entrar a restaurantes o centros comerciales, hay barricadas afuera de algunos hoteles. Parece que eso se mezcló en la vida cotidiana.
Porque la guerrilla de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) empezó a generar actos terroristas y la solución fue hacerle frente a esos fenómenos de narcoterrorismo.
— Aunque hay otro ángulo de este hartazgo. Me llamó la atención ver la reacción en Colombia por la incursión a Ecuador en marzo, cuando mataron a (el número dos de las FARC) Raúl Reyes, y me dio la impresión de que los colombianos estaban tan hartos de la violencia de las FARC que no les importó que se fueran a meter a otro país para perseguir y matar a un líder guerrillero. ¿Qué lecciones deja esto para países que combaten problemas transfronterizos, como el caso de México y Estados Unidos?
La cooperación. Lo que más necesita México es cooperación. Y lo que más necesita Estados Unidos es cooperación. Una situación como la que se vio entre Colombia y Ecuador se dio por que se quebraron los canales de cooperación, se perdió la confianza mutua entre gobiernos.
Eso no se puede perder porque no hay eficacia posible sin cooperación y romper esos canales puede ser muy traumático.
— Por ejemplo en México hay un debate sobre si debe haber presencia de agentes de Estados Unidos en el país.
Esos temas no se pueden mirar de manera ideológica porque no hace bien. Hay que ver que esa presencia en lo fundamental esté dirigida a la cooperación. No es la simple presencia lo que trae esos problemas, sino lo que hacen esas personas, que no estén fuera de la ley.
— ¿Usted cree que Estados Unidos hace suficiente de su parte, tanto en lo bilateral como en el combate a la demanda de drogas?
Creo que Estados Unidos hace bastante. Decir que sí es suficiente o no, es muy difícil. Estados Unidos es de los que más hacen, también es de los que más consumen. Tiene sus cárceles llenas de gente asociada a problemas de droga.
Si nosotros lo miramos de nuestro ángulo, de la rapidez con que se produce el fenómeno, hay que preguntarse si nosotros estamos haciendo lo correcto.
Por ejemplo en el consumo, debemos ver si nosotros le damos el mismo tratamiento al consumo que los americanos le dan. No necesariamente es así. Una cosa es mirar los temas del narcotráfico internacional y otra cosa es mirar los temas de naturaleza doméstica.
— Y a veces uno no quiere hacer eso.
(Ríe) No.
‘HAY COMPLACENCIA’
Gaviria dirigió la OEA entre 1994 y 2004, una década en que se produjeron dos tendencias opuestas: Por un lado, la integración comercial del continente. Por el otro, el auge de la izquierda, el surgimiento del Presidente de Venezuela, Hugo Chávez, como líder de un bloque de países que rechazaban la integración con Estados Unidos.
Para Gaviria, el auge de la izquierda no es “un fenómeno especial” y lo atribuye a la alternancia. Pero advierte que la izquierda representada por Chávez pudo nacer por la desaparición de controles democráticos.
“Empiezan a aparecer fenómenos populistas que parecían atrás en el pasado, y creo que ha sido el resultado de algo que se ha gestado en Latinoamérica, y es que Latinoamérica no creció bien, siguió creciendo mal en la década de los ochenta, de los noventa, al principio de 2000 y eso le hace mucho daño a los sistemas políticos, genera mucha frustración y le quita a la gente la confianza en la democracia.
— Pero también a los avances que hubo se les da para atrás.
Sí, y eso es evidente. Lo otro es que en Latinoamérica la globalización es un fenómeno muy capitalista y los latinoamericanos todavía somos muy ambiguos frente al capitalismo, no hemos visto que ya dimos el salto. No, hay mucha ambigüedad y eso genera problemas a los sistemas políticos.
— Sin embargo, veamos el caso de México, uno de los países más capitalistas en América Latina, pero no es un país que está teniendo el mismo crecimiento de otros, como Chile y Brasil, sino mucho menor.
Hay unos problemas en México que tiene que mirar porque hay cierta complacencia, falta de sentido crítico, de conciencia de que debería estar creciendo mejor de lo que está creciendo, porque prácticamente todos los países latinoamericanos medianos están creciendo mucho mejor, Chile, Argentina, Perú, Colombia. Sí, es difícil entender por qué México no está creciendo mejor.
— Aparte de la complacencia que menciona, ¿tiene una hipótesis sobre esto?
Tiene mucho que ver con el funcionamiento de las instituciones del Estado. Es un factor clave. Las instituciones estatales en Latinoamérica, que son clave en la globalización siguen siendo instituciones débiles, en asuntos que valen para la educación, sistemas de salud, lucha contra la pobreza.
También hay problemas aplazados que tiene que resolver México, como su política de energía, de telecomunicaciones.
Y lo otro es que la economía de México es aparentemente muy abierta porque tiene tratados de libre de comercio, pero cuando usted la mira con respecto al resto del mundo no es tan abierta, sino relativamente cerrada. Es evidente que la competencia es mucho más formidable de lo que se imaginó y eso está limitando el crecimiento del país.
Hay una gama de temas en los que el país tiene que hacer esa reflexión y pensar que debe estar creciendo mejor.
— Durante su época como Presidente usted aplicó una serie de reformas económicas, incluyendo una energética, que implicó la apertura a firmas privadas.
Hay dos experiencias recientes en Latinoamérica que tienen que ver con la política petrolera de México y que deben mirar. Uno es Petrobras, de Brasil, y el otro es Ecopetrol, de Colombia. Empresas totalmente estatales que en su momento fueron lentas, escleróticas y que se han renovado de una manera impresionante. Petrobras es prácticamente la compañía petrolera estatal más exitosa del mundo.
— Pero gracias a sus alianzas privadas.
Gracias a sus alianzas privadas. Yo creo con franqueza que es un tema que este país debe desideologizar, porque el tema de la energía hoy es demasiado importante, es el más importante de todas las economías.
¿Estadista accidental?
Al igual que Ernesto Zedillo en México, la Presidencia del también economista César Gaviria fue accidental. Tras una carrera en el Congreso y en varios ministerios de Gobierno, tomó la candidatura del Partido Liberal tras el asesinato del candidato Luis Carlos Galán en 1989, a manos de sicarios pagados por Pablo Escobar.
Gaviria rechaza el calificativo de “accidental”. Llegó a la Presidencia a los 43 años, “más temprano de lo que hubiera podido llegar”, dice, a manera de aclarar que la Presidencia era algo que tenía pensado buscar y ganar.
Promotor del Nuevo Liberalismo, que buscaba refrescar al viejo Partido Liberal y crear una nueva centro-izquierda, Gaviria fue capaz de sacar adelante reformas económicas, la modernización de instituciones estatales y una nueva Constitución para hacer de Colombia un país más abierto.
Gaviria enfrentó el auge del Cártel de Medellín y atestiguó su eliminación, no sin antes sufrir el secuestro y asesinato de familiares y amigos. Dejó la Presidencia mientras en Colombia la actividad del narcotráfico se combinaba de manera mortífera con la guerrilla.
En la OEA intentó mediar en crisis de Haití a Venezuela y forjó una reputación internacional que le ha ayudado a regresar al primer plano de la política colombiana, incluso a la Presidencia por segunda vez.
Tras dejar la OEA, volvió a Colombia y fue elegido líder del Partido Liberal. Ahora, a sus 60 años, construye una plataforma para combatir la segunda reelección del actual Presidente Álvaro Uribe, de modo que podría regresar a la batalla electoral en 2010.
Los liberales son de nuevo la primera fuerza legislativa en Colombia, a pesar de haber perdido la Presidencia hace 10 años.
“Estoy tratando de juntar a los sectores del país que no quieren que se cambie la Constitución”, dice, para evitar que Uribe, electo en 2002, se postule a un tercer periodo.
FRASES
“Que la gente se insensibilice frente a la violencia, que acepte las actividades criminales no es bueno. Pero son fenómenos que se pueden revertir”.
“Hay unos problemas en México que tiene que mirar porque hay cierta complacencia, falta de sentido crítico, de conciencia de que debería estar creciendo mejor de lo que está creciendo”.
César Gaviria,
ex Presidente de Colombia