Morelia cambió a México. Fue un acto cobarde -como todos los que buscan sembrar terror con sangre ajena- pero además ineficiente. El atributo podrá parecer inapropiado para un asesinato vil. Permítanme explicar. Poner una bomba en una calle céntrica sin destinatarios precisos, es un acto cobarde, que siembra terror entre la población general en tanto que a cualquiera le puede ocurrir, pero no tiene la muerte de nadie garantizada. Arrojar granadas a una multitud también logra terror pero con un altísimo costo humano. Es el peor terrorismo, de aprendices. Que la muerte de esos mexicanos, el dolor de las decenas de heridos, el sufrimiento de las familias sirvan de algo.
Unidad es la palabra y en lo general esa ha sido la reacción. Sin embargo todavía hay remilgos por los antecedentes autoritarios en el uso de la expresión. Unidad no significa ni claudicación de las diferencias ni homologación de las demandas. En estos momentos unidad supone deponer los intereses particulares ante la amenaza común. Todos estamos en el mismo barco. Ni los pobres ni los ricos, ni los débiles ni los poderosos, ni los de izquierda ni los de derecha, ni los creyentes o los ateos, nadie escapa a lo que es un atentado en contra del Estado. El Estado no es sólo Calderón o las Fuerzas Armadas, el Estado es el continente de todos los mexicanos. El terrorismo intenta abrir un boquete al casco de nuestro único barco.
Si la unidad en abstracto genera dudas, en lo concreto no. Comencemos con los medios, sobre todo las grandes televisoras y radiodifusoras. Informar sin concesiones es su obligación, pero hay una frontera muy delicada, si se cruza se cae en el juego de sembrar terror. Que no oculten un decapitado, un muerto, un sólo enfrentamiento, pero de allí a difundir entre decenas de millones de mexicanos de manera sistemáticamente profusa las amenazas en contra de las autoridades hay una enorme diferencia. El Gobierno no se los puede pedir, pero quiero imaginar la escena del señor Azcárraga, el señor Salinas y varios más anunciando que, por decisión propia, no harán negocio con el terror.
Unidad concreta supondría que las telefónicas dieran el paso de establecer los controles sobre los celulares de prepago. Imagino al señor Slim y sus competidores llegando a un acuerdo que pueda ser anunciado próximamente. Unidad supondría que los señores gobernadores comprendieran que la decisión del Gobierno Federal es ir hasta el final sin conceder o pactar nada. En ese sentido es la guerra, se acabó con los pactos sordos para simular que la autoridad no ve. Las policías estatales y municipales, que son el 95% de los efectivos del país, tienen que dar la batalla inicial y no fingir demencia para después pedir la ayuda de las fuerzas federales.
Unidad supone establecer los conductos para que la ciudadanía -atemorizada y con razón- pueda denunciar a los narcos y sus operaciones. Los narcos están allí, entre los ciudadanos, en las mismas calles, rentan y compran casas en los pueblos y ciudades en los que vivimos. Sin el apoyo de la ciudadanía el combate se hace más difícil. Las autoridades necesitan de la ciudadanía y, por supuesto, los ciudadanos de una autoridad reforzada.
Unidad supone que los políticos, todos, dejen de buscar la responsabilidad en el adversario. En esto no hay adversarios. Bien por la conducta del gobernador Godoy y del presidente Calderón, tienen que mostrar un frente unido. Mal, muy mal de López Obrador quien, sonriente, anuncia tres “condiciones” para aceptar un acuerdo de unidad. Primera, que Calderón modifique el “modelo económico” ¡como si fuera voluntad de un hombre!; segunda que despida al Gabinete -jajaja- y, tercera, su nueva obsesión, que retire la reforma de Pemex. No señor López Obrador, usted no ha entendido nada, los presidentes municipales del PRD, los gobernadores del PRD, los legisladores del PRD son autoridades del Estado mexicano y también están en peligro. ¿De qué se ríe usted, acaso de los muertos, de los heridos que están en los hospitales? No es tiempo de poner condiciones. Una vez más, no sea cínico e irresponsable.
El presidente del empleo ha sido convertido por la realidad que enfrenta en el presidente de la seguridad. Sin seguridad no habrá inversión o aún peor, se retirará la inversión. Sin inversión no habrá nuevas fuentes de empleo. Calderón apuesta al Acuerdo como instrumento institucional que ayude a coordinar a la Federación y las entidades. En esto el federalismo nos puede estar jugando una mala pasada. En un régimen central la coordinación de policías sería mucho más sencilla. Es políticamente incorrecto decirlo, pero la creciente pluralidad y la descentralización de las fuerzas policiacas han traído consecuencias indeseables. Si a ello le sumamos la irresponsabilidad de algunos actores que fomentan la crispación y el encono entre autoridades que deberían colaborar, pues el cóctel es peligroso. En esas estamos.
Hay un antes y un después de Morelia. Estadios, instalaciones de transporte colectivo, plazas de toros, fiestas y verbenas, ya no hay límites. Si vigilar miles de kilómetros de ductos es materialmente imposible, peor aún cuando el objetivo son los propios ciudadanos. Unidad en concreto recae en el presidente Calderón como líder obligado de la Federación, sobre su procurador y sus secretarios de Gobernación, Defensa y Marina, de Seguridad, pero también sobre los gobernadores y el jefe de Gobierno capitalino, sobre los presidentes municipales de cualquier signo. Pero no todo es Gobierno, los ciudadanos desde nuestras diferentes trincheras tenemos mucho que hacer. Esa es la unidad en concreto.