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Verónica Castro lo vuelve a hacer

Además de su simpatía, la Vero Castro demostró que sigue siendo una gran actriz. (El Universal)

Además de su simpatía, la Vero Castro demostró que sigue siendo una gran actriz. (El Universal)

El Universal

MÉXICO, DF.- El viernes a las 21:00 horas se despejó la duda. Las puertas de emergencia del Teatro México se abrieron para permitir la salida del público. La primera función de Chiquita... Pero Picosa terminó a esa hora.

Verónica Castro lo había hecho: luego de 20 años subió al escenario para interpretar otra vez a Coqueluche, una muchachita lépera que se crió en un burdel con sus “tías putativas”.

Ante las críticas de los escépticos que dudaban que Castro pudiera con el papel, se opuso la cara de satisfacción del público.

Carmen Rivera y su hija la vieron hace 20 años y no dudaron en comprar boletos para el reestreno. Dicen que ahora se rieron más: “Está muy chistosa. Es una actriz que divierte y hemos seguido su carrera desde que hacía telenovelas como Rosa Salvaje”.

En efecto, Verónica cultivó ese estilo de lépera desvergonzada e ingenua desde aquella Rosa salvaje que se brincaba la barda de una casa para robar fresas. Y es el mismo estilo que desarrolla con Coqueluche, muchacha que llega a casa de una actriz millonaria por encargo de unas monjas.

Coqueluche se devora todas las nueces de la casa y toma whisky como si fuera medicina. La actriz millonaria (actuada por Macaria) mantiene en su casa a un amante secreto, interpretado por Fernando Ciangherotti, y para ocultarlo de su hijo, finje que ese amante es novio de Coqueluche. Para dar veracidad a la mentira, le compra vestidos de gran señora y la lleva con el estilista.

En general, el público aceptó con risas de buena gana el esfuerzo cómico de Verónica Castro. Por ejemplo, les resulta chistoso verla en su papel de lépera y vestida como si fuera una escolapia, mientras explica que sus “tías putativas” del burdel le ensañaron a bailar “La mesa que más aplauda” y “De reversa mami, de reversa”.

Y les resulta más chistoso cuando Coqueluche muestra dichas enseñanzas de baile, donde lo más importante es aventar las nalgas al aire, como si estuviera apuntando al techo.

Francisco Herrera fue otro de los asistentes. En su opinión, no hay duda: “Veinte años no es nada para Verónica Castro, ¿por qué? Pues porque ella es una estrella”.

Quizá por eso mismo el público pasa por alto algunos detalles. Por ejemplo, el texto de la obra alude a que el amante secreto es un jovenzuelo, aunque en escena vemos a un Fernando Ciangerotti maduro. Y cuando Coqueluche se transforma en una mujer hermosa, el asombro ante este cambio se nota más en el rostro de los personajes que en Coqueluche, cuyo vestido elegante hacer notar que quizá 20 años no sean nada en cuestión histriónica, pero sí en el aspecto físico.

Ninguno de estos problemas mermó la risa de los asistentes a Chiquita... Pero Picosa, comedia ligera que será alabada por quienes gustaron de ver a Rosa Salvaje jugando canicas con un niño regordete. Coqueluche tiene el mismo estilo, nomás que revolcado.

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