El IMSS-Oportunidades selecciona a médicos veterinarios o ingenieros agrónomos para llevar la salud a los más pobres.
Aquí la salud agoniza, no existe o no está. Son los municipios más remotos y pobres del país, donde el derecho a la salud es casi letra muerta, a decir del más reciente estudio sobre salud en América Latina de la CEPAL. Un recorrido por Xochimilco, Tlamaya, San Felipe y las Cruces, en la sierra de Puebla, lo confirma. “No hay medicina”, “no tenemos médico”, “no existe la clínica”, se escucha decir de boca de los pobladores.
Como si la salud se tratara de un privilegio y como si los pobres no tuvieran derecho más que a ser tratados como ciudadanos de segunda o, peor aún, como animales.
Y de hecho, en Xochimilco, una comunidad de Tlacopaya, Puebla, a la que la salud llega una vez al mes con el arribo de una camioneta 4x4 del programa IMSS-Oportunidades; el médico promotor es médico veterinario. El experto en animales, Pedro Rubio Lazcano, tiene bajo su responsabilidad la salud de 16 localidades a las que sólo se accede con vehículos de doble tracción.
Y el hecho no es excepcional. El IMSS-Oportunidades selecciona a médicos veterinarios o ingenieros agrónomos para operar las cerca de tres mil 548 unidades médicas rurales que llevan la salud a los más pobres del país. Aunque en documentos oficiales del IMSS-Oprtunidades se asegura que cada unidad contará con un médico pasante y dos auxiliares de la comunidad.
“Se encargan de ver que las personas cuenten con letrinas, ver que las casas estén limpias, que se clore el agua”, justifica la enfermera que viaja con él.
Para los pobladores, es igual; lo llaman doctor y punto.
Su preocupación no es si se les denigra o no, sino que no “hay medicina”, dicen. El IMSS-Oportunidades selecciona a médicos veterinarios o ingenieros agrónomos para llevar la salud a los más pobres Flora Becerra Ibarra, la asistente rural de salud de Xochimilco, agrega que el desabasto se agravó por “que el promotor no había venido”.
Y efectivamente, durante ocho meses en Xochimilco vivió sin ni siquiera su veterinario.
Desde octubre que renunció el promotor que precedió al veterinario, Pedro Rubio, nadie llevó medicina a la localidad.
A decir de la enfermera, la tardanza en el relevo fue porque el IMSS-Oportunidades no daba con el candidato que cubriera el perfil adecuado.
‘NO CONOCEMOS DE CARAVANAS’
En los pueblos serranos, las instalaciones de salud son deficientes.
En Xochimilco el mobiliario lo facilitó la escuela primaria: “Estas banquitas nos la regaló la maestra”, indica Flor mientras muestra la casa de salud, muy limpia y vacía.
En Las Cruces, a tan sólo 20 kilómetros, no hay ni siquiera casa de salud. La partera Georgina Hernández da el servicio en casa, aunque asegura que ya no atiende partos porque implica cárcel.
“Si a alguien lo pica una víbora —explica— lo que hago es sacarlo de rápido y si no hay carro se carga a la persona donde más cerca de Huauchinango”, a cuatro horas de distancia. En Tlamaya Chica no es que no exista la clínica, sino que está dañada desde hace cinco años a raíz de un deslave. No ha habido autoridad que considere pertinente rehabilitarla y por eso en la localidad no hay ni asistentes de salud, ni enfermeras, ni médicos, ni medicina.
De las caravanas de la salud, el más reciente esfuerzo gubernamental por llevar servicios médicos a los más marginados, no saben nada: “Nosotros no conocemos de caravanas, ni siquiera sabemos quiénes son, ¿podría explicarme?”, menciona sin ironías una mujer en sus cuarentas.
Para tener salud, o se paga un privado o se viaja por horas en coche. Pero no todos pueden. Pedro Reyes, de 70 años y enfermo de la próstata, ya no aguantaría el viaje entre brechas y terracería.
Agoniza sobre su cama, mientras su hija María Magdalena se lamenta. “Tiene el Seguro Popular, pero creo no sirve porque cada vez que vamos le cobran la cama y el medicamento”. Y rompe en lágrimas.
“Hacemos la lucha hasta a donde más podemos, hasta donde más nos alcanza. El Gobierno, pienso, quiere ayudar, pero no sabe cómo”, agrega.
Ejemplo de ello es Eugenia, una joven con embarazo de alto riesgo. Se le recomendó reposo, pero es madre de otros tres niños. Cuenta también con el Seguro Popular, pero los estudios y la medicina los paga ella. “Me dijeron que pidiera yo ahí en la Casa de Salud pero como aquí no hay…Compró una de dos medicinas, la más urgente. Para la otra no alcanzó”.
ZONGOLICA: PROBLEMAS DE ACCESO
Las carencias son las mismas en la sierra de Zongolica, Veracruz, pero allí si llegaron las caravanas de la salud.
Los consultorios ambulantes son una esperanza donde las enfermedades más elementales se convierten en incurables.
Con la presencia de las caravanas, ahora al menos dos veces al mes, 80 localidades de Veracruz tienen la consulta básica.
“Están diseñadas para los municipios que están muy marginados y el estado de Veracruz tiene 15 identificados”, señala el secretario de salud de la entidad, Manuel Lila de Arce. El problema es de acceso. Hay comunidades a las que no puede ingresar la caravana. En la sierra de Zongolica, Veracruz, se repiten carencias como en Puebla, aunque aquí sí llegaron las caravanas de la salud.
Mal pagados
El coordinador de las caravanas de la salud en Puebla, Pedro Ramos, dice que los promotores de la salud sólo deben tener habilidades para “promocionar” la salud en las comunidades y que el perfil ideal es el de los sicólogos.
En comunidades tan remotas como Xochimilco, Puebla, “nosotros no conseguimos el perfil adecuado porque la gente no acepta desplazarse a estos lugares por 10 mil pesos al mes”, que es el sueldo que se les paga. Asegura que ningún médico se iría (a esas comunidades remotas) por el tipo de sueldo que se les paga.
Al poblado de Xochimilco llega una vez al mes la camioneta del programa IMSS-Oportunidades. El médico promotor es un veterinario. La gente no lo sabe, pero lo llaman doctor.