Sintiendo que sus músculos se esforzaban al máximo, y con los pulmones a punto de reventar por el gran esfuerzo, aquel joven de 23 años estaba a punto de cruzar la meta de los 200 metros planos. Era el año de 1936, un día cinco de agosto, se celebraban los últimos juegos olímpicos en tiempos de paz en la ciudad de Berlín. Al cruzar la meta fue ovacionado por todo el mundo; 110 mil espectadores lo aplaudieron pero Hitler no daba crédito a lo que sus ojos veían, puesto que un hombre de “raza inferior” como ellos los llamaban había superado con mucho a otros grandes atletas incluyendo a los de raza “Aria”. Tan fue así, que a pesar de su arrogancia, el canciller de Alemania se levantó de su asiento y con la mano dirigió un saludo al joven negro quien le devolvió el mismo.
Este último, fue cargado en hombros hasta su hotel ubicado en Berlín y la gente se amontonaba para pedirle autógrafos. Cabe mencionar que él se podía hospedar en hoteles ubicados en esa ciudad junto con otros atletas de raza blanca cosa que no le permitirían en su país donde se desempeñaba como botones de un hotel en Estados Unidos. Su nombre Jesse Owens.
Durante esos juegos olímpicos conquistaría la increíble hazaña de cuatro medallas de oro. Dos días antes había conquistado la meta de los 100 metros planos; es decir el tres de agosto. Al día siguiente en salto de longitud, batiendo récord mundial que no fue superado durante muchos años y finalmente el nueve de agosto gana su cuarta medalla en la carrera de relevos de 4x100 metros.
Cuando iba de regreso hacia los Estados Unidos, pasó por su mente el recuerdo de su niñez entre los campos de algodón de Oakville, Alabama; siendo éste su lugar de nacimiento. Posteriormente su familia se trasladó a Cleveland, Ohio cuando tenía nueve años de edad. Su verdadero nombre era James Cleveland, pero al preguntarle un profesor cuál era su nombre él le contestó que J.C. y fonéticamente en inglés se escucha como “Jesse”, rebautizándolo con ese nombre que lo acompañaría por el resto de sus días.
Fue hijo de Henry y Emma Owens y nieto de un esclavo negro, le tocó ser el séptimo hijo de once que tuvo el matrimonio (ya que no había mucho en qué entretenerse en esos días).
Mientras cursaba sus estudios primarios, trabajó como vendedor de periódicos, también en una gasolinera y como recadista más tarde (donde tenía que imprimirle velocidad a sus piernas), todo esto por la necesidad de llevar dinero a su hogar. Fue al llegar a la secundaria cuando un maestro Charles Riley se fijó en él y vio grandes posibilidades en el muchacho, por lo que, para no distraerlo de su trabajo que era ya en ese entonces de zapatero (a todo le hacía el pobre muchacho) oficio que realizaba al salir de clases, optó por invitarlo a desayunar (pero ya mero se arrepentía porque cómo tragaba el pelado). Esto con el fin de enseñarlo a correr antes de las horas de clase, rindiendo esto grandes frutos, ya que durante la secundaria ganó 74 de 79 competencias batiendo el récord nacional de salto de longitud.
Por fin le hizo justicia la revolución y logró matricularse en la Universidad Estatal de Ohio con un empleo de tiempo completo; mientras practicaba el atletismo. En el año de 1935 realizó su primera gran proeza en Michigan al batir cinco récords mundiales que fueron igualando a otro récord en menos de 90 minutos, 100 yardas en nueve minutos cuatro segundos, salto de longitud de 8.13 metros que tardó 25 años en ser superado, 220 yardas planas en 20 minutos con tres segundos, las 220 yardas vallas en 22 minutos con seis segundos. Y desde ese día se le conoció como “el antílope de ébano” o “la gacela negra”.
En 1936 en la ciudad de Chicago bate el récord mundial de 100 metros en diez segundos dos centésimas.
Es en esa época en que consigue ocho campeonatos de la NCCA (National Collegiate Athletic Association por sus siglas en inglés) cuatro que fueron en 1935 y los otros cuatro en 1936. Al terminarse los juegos olímpicos, el equipo de E.U. decide realizar una gira por Europa, pero él se negó a acompañarlos, pues ya tenía ganas de ver a su gente, por lo que fue sancionado (estos gringos no perdonan), negándole el premio Sullivan como amateur más destacado de los Estados Unidos y además fue suspendido de las filas amateurs como si no hubiera puesto en alto el nombre de ese país. El entonces Presidente Roosvelt quien andaba en campaña de reelección se negó a saludar personalmente a Owens, pues temía la reacción de los Estados del Sur de E.U. (así son de agradecidos). Al no poder ya competir más, y sin reconocimiento, y haciendo mención de que él no podía viajar en la parte delantera de los autobuses, sino en la parte trasera al igual que muchos afro americanos, ni vivir donde él quería, jamás fue invitado a la Casa Blanca. Viviendo como podía, empezó a incursionar en el mundo de los negocios como promotor deportivo y de espectáculos donde no le fue muy bien que digamos; quedando de nuevo en la pobreza. En 1948 se dedicó al atletismo profesional y a dar conferencias. En el año de 1968 recibió severas críticas por apoyar los disturbios ocurridos en México en ese mismo año, hechos que culminaron con la matanza de Tlatelolco. Más tarde funda su propia compañía de relaciones públicas aprovechando su fama como atleta e impulsa el atletismo en la juventud interviniendo en varias películas y en 1970 publica su autobiografía. Trasladándose a un rancho en Paradise Valley, Arizona y seis años más tarde le vuelve a hacer justicia la revolución y fue premiado por el presidente Gerald Ford recibiendo la medalla de la libertad que es el mayor galardón que ese país puede otorgar a un civil.
Sus mayores dificultades en su vida no fueron debidas al deporte sino al racismo que imperaba en ese país (y hasta la fecha), afortunadamente el mismo gobierno de los Estados Unidos lo nombra embajador de buena voluntad, y él vuelve a florecer como orador público. Logrando despertar emociones entre los asistentes a sus conferencias, hablando en convenciones de negocios, grupos juveniles y organizaciones civiles.
Desgraciadamente el 31 de marzo de 1980 a la edad de 66 años fallece, víctima de cáncer pulmonar. Ya que tenía el feo vicio del tabaquismo y fumó una cajetilla diaria durante 31 años. En homenaje póstumo, el Congreso de los Estados Unidos le otorga a través del presidente George H.W. Bush la medalla de oro del Congreso en 1990.
A pesar de todo, sí hubo un pueblo que reconoció a Jesse Owens, fue el pueblo alemán, ya que en su memoria una calle de Berlín lleva su nombre al igual que una escuela en el distrito de Lichtenberg. “HONOR A QUIEN HONOR MERECE”.
Ya pueden adquirir sus boletos para la conferencia de César Lozano a los tels. 715-79-31 y 712-47-56 el evento se llevará a cabo el día 21 de febrero a beneficio de la construcción de la Casa Hogar de CHILD A.C.
¡HASTA LUEGO¡
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