Aquella jovencita de escasos 16 años llamada Lizbeth, se paseaba por la playa solitaria y se entretenía jugando con las olas que rompían en la arena, sintiendo el agua que discurría entre sus pies descalzos. La tarde era maravillosa, el sol se escondía y aparecía entre un nublado tenue, que dejaba en el cielo un hermoso color turquesa y la brisa del mar se sentía ligeramente fresca dejando una agradable fragancia en el ambiente. Era la segunda hija de un modesto pescador, y cursaba la preparatoria. Aunque su familia, era de gente sencilla y no les faltaba lo indispensable para vivir, en su mente soñaba con llegar a ser famosa, al igual que muchas jóvenes que se desenvolvían en el medio artístico. No supo cómo; pero de pronto sentado en un tronco cerca de la playa observó a un hombre que jamás había visto en su vida. Sintiendo cierta desconfianza se fue aproximando hacia el hombre en cuestión quien le sonrió y le dijo: “acércate no temas”. El hombre aparentaba unos 60 años de edad y tenía el cabello largo casi negro que sujetaba con una cinta por detrás de su cabeza, terminado el cabello en una cola de caballo. Vestía unos pantalones de color negro calzaba sandalias de cuero y el torso lo llevaba descubierto, su tez era morena clara y tenía unos ojos negros penetrantes. ¿Cómo te llamas?, preguntó Lizbeth. “La gente me ha llamado de muchas maneras pero eso no viene al caso”. “Yo sé que tu nombre es Lizbeth, y que tú, al igual que muchas jóvenes de tu edad sueñas con tener fama y fortuna”. Pero; me he fijado en ti, y sé cómo puedes obtener lo que deseas. ¿Cómo sabes mi nombre? “Eso no tiene importancia” contestó él, “lo que sí tiene importancia es saber si en verdad deseas la fama y la fortuna”. A Lizbeth se le iluminaron sus ojos pensando que su sueño se podría convertir en realidad. ¿Pero cómo puedo lograrlo?... “verás”, contestó el hombre, “yo te diré”... “pero debo de aclararte que si te arrepientes no me debes nada, y si lo logras me habrás pagado con creces el haberlo hecho”. “Te voy a explicar”:
Mañana por la mañana, saldrás de pesca con tu padre y dile que tienes informes que en la barrera de coral, se encuentra un gran cardumen de peces y que si se dirige hacia allá tendrá un buen día de pesca. Al estar en la barrera de coral deberás bucear mientras tu papá pesca y entre los corales encontrarás una ostra de color azulado de buen tamaño. Deberás recuperar la ostra y ya en tu casa procederás a abrirla sin que le dé la luz del sol. En la misma encontrarás una perla que deberás guardarla en un saquito de piel que colgarás de tu cuello. Todo lo que desees bastará con que frotes entre tus dedos la perla y lo obtendrás sólo tengo que hacerte una aclaración; cuando saques del saco la perla deberá ser siempre de noche y nunca de día. Lizbeth se quedó reflexionando unos minutos y le preguntó al hombre; ¿Por qué me dices que si no acepto no te deberé nada y si lo hago te habré pagado suficiente?... el hombre le contestó: “el tiempo te dará la respuesta”. Lizbeth regresó sus pasos sobre la playa para dirigirse a su hogar y en cierto momento volteó hacia atrás al lugar donde se encontraba el hombre, pero ya sólo vio el tronco vacío y el personaje aquel había desaparecido.
Durante la noche Lizbeth no pudo conciliar el sueño y al amanecer del día siguiente le pidió a su padre que la dejara acompañarlo a pescar. Su padre accedió a la petición ya que el día era bueno y ella ya lo había acompañado en otras ocasiones además de ser muy buena nadadora. Tal como le indicó aquel sujeto extraño, le solicitó a su padre que se dirigiera hacia la barrera de coral ya que tenía una corazonada respecto a una gran cantidad de peces en el mismo sitio. Por alguna extraña razón el hombre accedió y al aproximarse al lugar se asombró al ver la gran cantidad de peces que saltaban sobre el agua, en aquel sitio, por lo que procedió a arrojar sus redes. Mientras Lizbeth colocándose unos lentes de buceo y un snorkel procedió a lanzarse al agua por el lado opuesto de la embarcación. No había descendido muchos metros cuando logró ver con asombro que justo encima de unos corales se encontraba la ostra azulada a la que había hecho referencia el hombre de la playa.
Al regresar aquel día de pesca, su padre no cabía de contento al ver la gran cantidad de peces que había capturado en esta ocasión, con lo que obtendría muy buen ingreso. Por la noche quiso festejar la abundancia de su pesca, y reunió a su familia y algunos amigos para celebrarlo. En esas tertulias Lizbeth acostumbraba a cantar pero ese día deseaba hacerlo como nunca y siguiendo las instrucciones que le habían dado abrió la ostra y encontró una bella perla de color rosado procediendo a frotarla y pedir que deseaba cantar como nunca lo había hecho. Todo mundo quedó asombrado al escuchar la gran voz de Lizbeth. Por lo que fue una noche de gran éxito para la muchacha. Pronto en el pueblo se corrió la noticia de la gran voz de ella y todo mundo deseaba oírla cantar por lo que la invitaban a sus fiestas para que los deleitara con su hermosa voz. Con el tiempo ella se aburrió de cantar sólo para el pueblo y en otra noche, le pidió a la perla que quería ser conocida en el medio artístico. Al día siguiente una tía de la muchacha le comunicó sobre un concurso de radio donde podía ser seleccionada para ser artista. Y las dos se dirigieron a la ciudad y vio con asombro, cómo desplazó a todos los aficionados que habían ido a concursar. Siendo invitada a un programa de televisión y en esta ocasión también recurrió a su perla y pronto ganó oportunidades de estar al lado de famosos artistas. Al principio le agradaban todas las atenciones que los medios de comunicación tenían para con ella, pero con el paso del tiempo esto se convirtió en un fastidio. Llegando a sentir que algo le faltaba. Por lo que de nuevo recurrió a su perla y pidió que un joven artista se fijara en ella, lo que consiguió de nuevo. Pronto comenzó a aburrirse de tener siempre al mismo hombre y deseó verse rodeada de más hombres y no había prácticamente una noche que no fuera acompañada en su cama por un varón diferente. Al tiempo pensó en tener una gran cantidad de dinero, el cual le fue llegando a manos llenas y se compró todo lo que siempre quiso tener llegando a adquirir cosas ridículas y extravagantes, así como varias mansiones en diferentes lugares, amén de un buen número de diferentes automóviles. Pero cada vez estaba más insatisfecha, por lo que comenzó a consumir drogas, y cada vez fue más su adicción al sexo con hombres y a estas sustancias. Pero de nuevo se sentía vacía. Al poco tiempo invitó a otras mujeres a compartir su lecho, sintiendo cada vez más que se hundía en un pozo sin fondo y pronto se vio envuelta en escándalos que eran la comidilla de los reporteros de espectáculos. Una noche desesperada después de participar en una orgía y mientras dos mujeres y un hombre se encontraban en su misma cama completamente drogados, se dirigió al baño de su casa, tomando una jeringa se inyectó una dosis letal de heroína, sintiendo un hormigueo que le recorría todo su cuerpo y mientras se desvanecía recordó las palabra dichas por aquel extraño: “si lo logras (la fama y la fortuna) me habrás pagado con creces” y por fin comprendió en el infierno en que había caído. Al encontrarla los paramédicos carecía de signos vitales y uno de ellos al revisar su documentación exclamó: “¡no es posible!... sólo tenía 19 años”, en su mano sujetaba el saquito de piel y en su interior ya no había nada.
“La ambición desmesurada puede acabar con lo más valioso que posemos ¡nuestra propia vida!”.
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