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VIDA Y SERVICIO / “PILO”

DR. GUILLERMO RODRÍGUEZ RIZADO

(Quinta parte)

Al llamar a Pilo y no obtener respuesta, entró a la casa y vio con asombro que en la casa no se encontraba nadie. La cama de Pilo estaba perfectamente tendida, como si nadie hubiera dormido allí. Sobre una pequeña mesita colocada a un lado de la cama se encontraba una hoja blanca de papel doblada a la mitad y en ella se podía leer “profe Marcelo”. Con avidez el profesor procedió a desdoblar la hoja y leyó el contenido que contenía la carta; “profesor, le pido me disculpe por haber hecho las cosas de esta manera, pero tuve temor de que usted me impidiera marcharme. Estoy muy agradecido por todo el apoyo que siempre me brindó durante mis años de secundaria, usted para mí representa más que un verdadero padre; pues en usted encontré lo que no tuve en mi niñez, yo no puedo ser una carga para nadie, estando solo en el mundo. Mi hermana va a estar bien donde se quedó, pero yo tengo que continuar mi propia vida. Nunca lo olvidaré, ni a usted ni a su esposa, esperando algún día poder recompensarles todo lo que hicieron por mí. Con afecto; Pilo”.

Mientras el viejo tren avanzaba lentamente por los campos, Pilo podía ver la gran pobreza que se observaba en cada uno de los pueblos por los que discurrían las estaciones del ferrocarril. Con pintura ya borrosa por el tiempo se podía apreciar propaganda política de otra época, en donde el candidato a presidente del país prometía “El pueblo ahora sí va a gobernar; con Ramiro el pueblo vivirá mejor”, “las movilizaciones son nuestra mejor arma, no dejes que nos quiten lo nuestro”, etc. Pilo, aunque era prácticamente un niño, no desconocía la historia de aquel personaje político, siendo actualmente el presidente de su país. Ramiro, como era conocido, había llegado al poder apoyándose en la gente más humilde de la nación. En otro tiempo había perdido las elecciones para presidente del mismo y nunca estuvo conforme con esa situación. Por lo que se dedicó a atacar cualquier acción que el presidente electo quisiera hacer en beneficio de la gente. Quiso el destino que ese mandatario falleciera de un infarto, por lo que se tuvo que nombrar a un interino, pero la ambición de Ramiro por tener el poder, lo llevó con el apoyo de muchos seguidores a tomar por la fuerza el Congreso del país. Autoproclamándose como presidente del mismo. Aunque la reacción no se hizo esperar, poco pudieron hacer las fuerzas armadas por recuperar la legalidad, ya que un general del antiguo gobierno cuyo nombre era Gustavo, en complicidad con Ramiro había mandado desarmar a casi la mayoría del ejército, y mandó asesinar a los generales leales del presidente fallecido, llegando incluso a exterminar batallones completos que fueron emboscados por fuerzas del general Gustavo. El congreso prácticamente desapareció y sólo quedaron en él gente leal al partido que representaba Ramiro. Una vez en el poder, Ramiro se olvidó de los indígenas y de la gente más humilde que lo había apoyado, así como de todo lo que había prometido. En un país vecino adquirió (aunque a otro nombre), grandes extensiones de tierra y propiedades, con dinero de la nación, pero en su país aparentaba una imagen de austeridad que estaba muy lejos de la realidad. Junto al general Gustavo y a un séquito de sus seguidores expropió bienes a muchas empresas argumentando “que eran del pueblo”, pero en realidad la gente no recibía ni un centavo de esas expropiaciones. Con dinero de las arcas armó un ejército con hombres que le eran incondicionables y que vivían muy bien a expensas de la gente humilde que creía que el “poder era del pueblo”. Nadie se atrevía a criticarlo pues la muerte de muchos periodistas eran la evidencia de un gobierno tirano, que ya llevaba 12 años en el poder.

El tren se aproximaba a la capital, poco a poco se detuvo en el viejo andén, descendiendo Pilo del mismo. No sabiendo qué rumbo tomar y con el escaso dinero que llevaba en los bolsillos, compró algo de alimento para desayunar. En seguida se dedicó a recorrer las calles de la ciudad y con alegría vio que en una gran tienda de abarrotes se encontraba un letrero que decía; “se solicita muchacho”; por lo que con paso decidido, cruzó la entrada de ese comercio. Atrás del mostrador se encontraba... (continuará).

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