(Octava parte)
Pasaron los años y Pilo contaba ya con 24 años de edad. Un día al dirigirse a comprar unos refrescos a una tienda cercana y poco antes de entrar a la misma, vio a una hermosa muchacha de tez morena clara y ojos grandes, su cabello negro ensortijado, caía sobre sus hombros, Pilo quedó impresionado ante esa visión. Le cedió el paso hacia el interior de la tienda y sin apartar la mirada la siguió hasta que ella se encontraba frente al mostrador. Anonadado como estaba no escuchó a la dueña del súper que le hablaba con impaciencia, -¿Qué qué vas a llevar muchacho?- preguntó la señora. –“Este... este, ¡ah sí! unos refrescos -respondió Pilo. La chica abandonó la tienda y miró de reojo a Pilo. Cuando él salió ya no la vio por ningún lado. A partir de ese día el joven acudía a cualquier hora por el mínimo mandado que se ofreciera y a cada momento le preguntaba a Fabiola -la esposa de Roberto- si no necesitaba algo de la tienda. A partir de ese momento Pilo era uno de los clientes más asiduos a dicho comercio y se volvió un consumado bebedor de refrescos cosa que hasta al matrimonio de Roberto y Fabiola se les hacía extraño pues nunca lo habían visto de esa manera, aparte que se distraía con mucha facilidad de sus diarias ocupaciones en el taller. Así se fueron diez días desde que había visto a la muchacha, cuando por fin tuvo suerte y una tarde al acudir por enésima vez a la dichosa tienda, al entrar se topó de nuevo frente a frente con la joven, apresurado se hizo a un lado para que ella pasara. Esbozando una tímida sonrisa la muchacha le agradeció el gesto. Pilo se quedó inmóvil mas sin embargo reaccionó rápidamente y salió a toda prisa de la tienda y en pocos pasos la alcanzó. -¡Hola!- le dijo Pilo, ella no le contestó. -¿Te puedo ayudar? –insistió. Ella llevaba mercancía entre sus brazos; de pronto sin querer uno de los paquetes cayó al suelo y Pilo presuroso se dispuso a levantarlo, ella sin saber qué hacer le dio las gracias y éste al ver que no lo rechazaba, tomó con más confianza algo de lo que ella llevaba entre sus brazos. Siguieron caminando en silencio durante al menos dos cuadras, al dar vuelta en una esquina la chica le comentó: -Ya estoy cerca de la casa de mi tía, será mejor que me des mis cosas-. -¿Cómo te llamas?- preguntó Pilo. -Me llamo Sandra- contestó. -¡Yo soy Pilo!, bueno me dicen Pilo pero en verdad me llamo Pedro. Ella sonrió y para él era como si se hubiera abierto el cielo. -¿En dónde vives?- preguntó. -En esa casa azul- contestó. -¿Volverás a la tienda mañana?-... -Tal vez al mediodía-. -Me gustó conocerte-, mencionó Pilo, ella esbozando una sonrisa se despidió de Pilo. Al día siguiente casi desde las once de la mañana Pilo montó guardia a pocos metros de la tienda. Alrededor de la 1:30 de la tarde la vio aparecer por la esquina y sintió que su corazón se aceleraba como un caballo desbocado. Se aproximó hacia ella y a varios metros de la entrada de la dichosa tienda le saludó -¡Hola Sandra!- gritaba Pilo. -¡Hola!- contestó ella. -¡Me da gusto verte!- exclamó Pilo. -A mí también- le dijo Sandra. A partir de ese momento a la misma hora se veían todos los días y Pilo indefectiblemente la acompañaba hasta cerca de su casa. Sandra vivía con una tía pues su familia era muy grande y sus padres tenían dificultad para la manutención, habían procreado ocho hijos y los tiempos se tornaban difíciles por la situación política del país, por lo que una hermana del papá de Sandra se hizo cargo de la muchacha que tenía 19 años y le era muy útil en la casa pero la veía más como a una hija pues ella no había podido tener familia. Un domingo al mediodía ambos caminaban por un camino arbolado que conducía hacia la estación del ferrocarril, el día era hermoso y soleado. Al pasar bajo la sombra de un árbol Pilo se detuvo y tomándola de sus manos la vio fijamente a los ojos y la llamó por su nombre; –Sandra-... -¿Qué?- balbuceó ella. Sus miradas se encontraron y Pilo la atrajo hacia él, sus labios se aproximaron y se fundieron en un hermoso beso. Pilo sintió que la gloria se abría para él y Sandra temblando lo abrazó con gran emoción.
El comandante Álvaro que era el jefe supremo de los grupos armados contrarios al presidente Ramiro, convocó de manera urgente a todos sus comandantes, entre ellos se encontraba aquel hombre de mirada dura, y que se había destacado por ser uno de los más valientes y valiosos hombres con que contaba su ejército. El hombre aquel llevaba ya seis años combatiendo contra los soldados del presidente Ramiro en su cara tenía una cicatriz antigua que le recorría desde el pómulo izquierdo hasta la sien del mismo lado, que aunque no lo afeaba sí era notoria. En medio de aquel bosque Álvaro les expuso el audaz plan, deberían de tomar por asalto la capital del país. Aunque el presidente Ramiro recibía ayuda del exterior ésta iba menguando debido a que las líneas de abastecimiento eran más controladas por el grupo rebelde que por el ejército leal al presidente Ramiro y el general Gustavo. Dirigiéndose hacia el hombre de mirada dura le instruyó: -“Usted se hará cargo de tres batallones completos, necesito que coordine la entrada por el noroeste de la capital que es donde encontrará mayor resistencia por parte del ejército, cuenta con todo mi apoyo y los comandantes asignados a su grupo deberán seguir sin replicar todas sus órdenes, cualquier contravención será considerada como insubordinación y será castigada con la ejecución inmediata frente a un pelotón de fusilamiento, ¡¿está claro?!”-... El hombre aquél se limitó a contestar: –“¡¡Sí Comandante!!”.
El ejército del presidente Ramiro y del general Gustavo, se autoproclamaban “Ejército Popular” pero no era ni la sombra del otro ejército nacional que servía al país. En los tiempos del antiguo presidente antecesor de Ramiro que como ya lo habíamos comentado en otro capítulo, murió de un infarto. El comandante Álvaro había estudiado la carrera militar en el extranjero y era hijo de un General que había servido al país antes de que Ramiro se hiciera del poder. El padre de Álvaro había sido ejecutado por las fuerzas leales a Ramiro y desde luego las del traidor Gustavo. Con una buena preparación y conocedor del arte castrense, pero principalmente contando con el apoyo de patriotas leales a la nación, regresó clandestinamente al país, después del golpe de Estado que habían orquestado Gustavo y Ramiro. Poco a poco Álvaro fue formando un grupo guerrillero para tratar de expulsar del poder al par de traidores y con muchas penurias e innumerables derrotas al principio de la lucha se fue posicionando fuertemente contra la tiranía de Ramiro.
Pilo y Sandra se encontraban perdidamente enamorados el uno del otro, atrás habían quedado los tiempos de la prisión así como todas las penurias de la niñez del muchacho. La tía de Sandra veía con buenos ojos el noviazgo de Pilo con su sobrina. Por otra parte Roberto y Fabiola sonreían con aprobación cuando veían a la pareja caminar tomados de la mano. Pilo trabajaba con gran tesón en el taller de Roberto y se daba prisa para dejar terminados los trabajos pendientes y poder ver a Sandra los fines de semana. Por su mente empezaban a circular planes de matrimonio; ya habían transcurrido tres años desde el inicio de su noviazgo. Ahora él ya contaba con 27 años y Sandra con apenas 22. Un sábado por la tarde mientras paseaban por el antiguo camino hacia la estación, un pesado camión militar del llamado “Ejército Popular” frenó bruscamente ante la feliz pareja y de él descendió un sargento de aspecto torvo que le marcó el alto ambos jóvenes... (continuará).
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