El criado aquel corrió presuroso hacia donde se encontraba su amo, su nombre era Eliseo, y era sirviente de un poderoso mercader de Jerusalén, llevando una palangana con agua y unos finos lienzos se inclinó ante su señor y en seguida metió los pies de aquel hombre en el agua, los cuales enjuagó y después secó furtivamente con los lienzos, para en seguida frotarlos con agua de rosas, lo cual produjo un efecto refrescante en los pies de aquel hombre. En otra parte de la ciudad, una mujer lavaba los pies del Maestro utilizando los perfumes más caros que existían en aquella época, al mismo tiempo las lágrimas de la mujer se confundían y vertían sobre las fragancias con que lavaba el polvo acumulado por el andar del Señor, secándolos con sus propios cabellos. Pero la mujer fue duramente criticada por quienes presenciaban aquel hecho, por lo que el Señor les contestó; ¡dejadla! ¿Por qué la molestáis? Ha hecho conmigo una buena acción. Tiempo después el Maestro, antes de las fiestas de pascua, sorprendió a sus discípulos, pues tomando un recipiente, procedió a lavar y a secar con una toalla los pies de sus discípulos diciéndoles: “ahora no lo entienden, pero después lo entenderán”, “vosotros también deberán lavaros los pies unos a otros”.
Con esto el señor dejó un claro mensaje a la humanidad, un mensaje de humildad de la que muchos de nosotros carecemos. El ejemplo más claro de humildad y servicio a la humanidad lo encontramos en la Madre Teresa, a quien nunca le importó los olores nauseabundos de los indigentes de Calcuta, y personalmente procedía a lavarlos y a curar sus heridas. Aunque han existido muchos seres portentosos que han sido un claro ejemplo de servicio hacia los demás, creo que a nosotros nos toca ser siervos del Señor. Pero la cuestión radica en el cómo, ¿Cómo ser siervos? Y sobretodo ¿cómo seguir las enseñanzas de humildad y servicio que el señor nos dejo?... amables lectores somos siervos cuando nos preocupamos por el bienestar de nuestros hijos o de nuestra esposa (o), somos siervos cuando acudimos al llamado de alguien en desgracia, cuando socorremos a una viuda que no tiene que comer, cuando vemos por aquel niño de la calle y tratamos de ayudarlo, cuando visitamos a los ancianos que no tienen quién vea por ellos, cuando damos palabras de consuelo al amigo enfermo, o apoyamos económicamente y sin intereses al que no tiene trabajo o pasa por una crisis económica, o con cosas tan sencillas como el dar las gracias a quien nos atiende en alguna compra, cuando ayudamos en los quehaceres del hogar, también cuando abrimos una puerta para que pase otra gente, o cedemos el paso a otro automovilista o peatón, en fin; existen muchas maneras de ser siervos del Señor. Pero, lo fundamental está en cumplir el propósito para el que fuimos creados y que es simplemente: ¡ser mejores seres humanos!
¡Hasta luego!
Comentarios y sugerencias al correo electrónico:
lavidayelservicio@yahoo.com.mx
