(Tercera y última parte)
Después de concluir nuestros tres años de secundaria, no me extrañó que Tachito decidiera continuar los estudios de preparatoria, por lo que juntos acudimos a inscribirnos en la “Escuela Federal Nocturna” para trabajadores que se situaba en aquellos años en la Escuela Centenario. Y logró ascender más aún en su trabajo, siendo nombrado jefe del departamento de crédito del banco, con lo cual mejoraron notablemente sus ingresos teniendo más tiempo para estudiar sin realizar ya la labor de vigilante que tanto le atemorizaba.
Me gustaba mucho platicar con él, y no nada más a mí sino también a varios compañeros y en muchas ocasiones nos invitaba a su casa después de salir de clases para prepararnos para los exámenes y opinar sobre Sócrates, Platón, Copérnico, etc., etc.
Recuerdo con agrado que nos íbamos a pie hasta su casa en aquellas noches frías de invierno, y con un cafecito en la mano y de vez en cuando algunos frijolitos que él mismo preparaba para nosotros, convivimos muchas agradables veladas hasta las dos o cuatro de la madrugada en las que después de estudiar nos retirábamos cada quien a nuestra casa.
Desgraciadamente yo sufrí un accidente que me tuvo en cama tres meses y tardé un año en volver a caminar, por lo que ya no pude acudir a la prepa perdiendo un año de estudios. Pero supe después que Tachito, terminó su preparatoria, y no me sorprendí conociendo ese carácter de hierro de mi amigo, al enterarme que había ingresado a estudiar la carrera de licenciado en administración de empresas.
En el banco se hizo cada vez más útil, por lo que mientras estudiaba la carrera profesional, fue ascendido a subgerente de una sucursal, puesto que desempeñó eficientemente. Y con el tiempo apoyado por el director del banco ascendió a gerente de esa misma sucursal y posteriormente fue trasladado a otra sucursal del mismo banco. Pero por desgracia cuando cursaba 3er. año de su carrera, muere el director del banco, y el consejo administrativo nombra nuevo director el cual ni idea tenía de la trayectoria de Tachito. Aparte de la gran envidia, que acarrean aquellos hombres que logran salir triunfantes durante su vida, (ya que vivimos en el país de los “cangrejos mexicanos”), no faltó quién le tuviera mala voluntad y fue removido de su puesto mandándolo a otro de menos categoría. Pero eso no lo amilanó sino que como los buenos toros supo sacar la casta, y siguió trabajando como lo había hecho siempre: con gran eficiencia.
“No hay mal que dure cien años ni quién lo aguante” -dice el refrán y llegó otro director que le hizo justicia a este gran hombre y lo nombró gerente de otra sucursal más importante que en la que se había desempeñado. Por fin Tachito se jubiló, y actualmente aparte de cuidar nietos tiene una pequeña empresa y lo inquieto no se le ha quitado, ya que ha sido miembro activo de diversas asociaciones, tanto políticas como altruistas y de servicio a la comunidad.
Ojalá existieran muchos hombres como Tachito para hacer de nuestro país y de nuestro mundo algo mejor que es con lo que siempre hemos soñado.
Vaya este humilde reconocimiento a ese mi gran amigo que aunque hemos tomado rumbos diferentes siempre lo llevaré en la memoria como lo que es “UN GRAN SER HUMANO”. Fin.
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