Aquellos dos viajeros caminaban por el Norte de Italia era el año de 1830, ambos se dedicaban a la compra y venta de especias, al ir por un camino fueron asaltados por un grupo de bandoleros que los despojaron de sus cabalgaduras y todas sus pertenencias, dejándolos sin dinero y sólo con lo que traían puesto. Le reclamaba uno al otro “te dije que no tomáramos esa ruta, pues yo presentía que algo malo nos iba a ocurrir”. -¡No te preocupes! Contestó el otro, – tenemos lo principal que es nuestra vida- “y gracias a Dios no nos dañaron y podemos caminar” entre las pocas pertenencias que despreciaron los ladrones se encontraba una lámpara a manera de farol que recogieron del piso, por lo que se dispusieron a seguir su camino.
El tiempo era invernal y rachas de aire frío se hacían sentir en el ambiente con el clásico ulular del viento. La tarde avanzaba en medio del glacial viento que dificultaba el avance de los viajeros. A medida que se aproximaba la noche vieron un cúmulo de nubes negras que procedían del norte. Ni un alma se veía en medio de esa gran soledad. Al caer la noche el aire se tornó más gélido y con alarma vieron que ligeros trazos blancos comenzaban a surcar el aire. ¡va a nevar! Exclamó el que venía reclamando. “No te preocupes” contestó el otro, -pronto encontraremos un refugio-.
Poco a poco los ligeros trazos blancos se fueron espesando hasta convertirse en gruesos copos de nieve que dieron al paisaje un tono de gris a blanco, empezando a acumularse varios centímetros de nieve que dificultaban la marcha de nuestros viajeros. La ventisca se hacía cada vez más intensa por lo que con muchas dificultades lograron encender la lámpara que llevaban consigo. La capa de nieve se fue haciendo más gruesa lo que trajo como consecuencia que perdieran el camino y no sabían ya ninguno de los dos por dónde seguir, y mientras el otro se quejaba por su suerte, el más optimista le decía ¡adelante, avancemos, siempre hay una esperanza! Continuaron caminando, pero lo intenso del frío les dificultaba cada vez más su andar por ese lugar.
Al llegar a una bifurcación de lo que parecía unos caminos, y no sabiendo cuál camino seguir, exclamó de pronto el más optimista ¡mira allá a lo lejos se ve una luz! Sigamos por ese camino. Conforme avanzaban la luz parecía cada vez más lejana. ¡Avancemos sigamos avanzando! Decía el más optimista, pero su compañero se quejaba “ya no puedo más” desplomándose en la nieve, ¡ánimo, ánimo! Le decía el otro, pero al ver que su amigo ya no se levantaba, abrió su abrigo y cubriéndolo con su cuerpo intentó darle calor. Pronto el sueño fue venciendo a ambos como preludio de la blanca muerte que produce la nieve y la congelación.
¡Ahí se ve algo! Exclamó uno de los carabineros refiriéndose a una tenue luz de una lámpara que sobresalía de entre la nieve. Un regimiento a caballo de carabineros descubrieron los cuerpos de los dos hombres a punto de morir, gracias a la lámpara que ambos llevaban consigo, con premura los subieron a sus cabalgaduras y se encaminaron hacia un monasterio de monjes franciscanos que se encargaron de atender a ambos viajeros proporcionándoles ropa seca y cobijas con lo que poco a poco fueron saliendo del estado de hipotermia en que se encontraban. Al restablecerse el más optimista les contó por lo que habían pasado, y también que al llegar a la bifurcación vieron la luz que los guió por ese camino. El capitán de los carabineros exclamó; si hubieran tomado por el otro camino los hubiera conducido a un desfiladero donde nunca los hubiéramos encontrado, lo que me extraña es esa la luz a que se refieren, pues el sitio más próximo a la bifurcación de los caminos es este monasterio al que llegamos y éste se encuentra a 30 kilómetros de ese sitio, por lo cual es casi imposible que hubieran distinguido alguna luz que no procediera de este lugar, no cabe duda que siempre: ¡hay una luz de esperanza! Exclamó.
Amables lectores tal vez alguno de ustedes en el trayecto de su vida se ha encontrado en situaciones desesperadas, en las que se ha perdido todo, pero pienso que lo más valioso que poseemos es nuestra vida, y mientras tengamos vida siempre podremos comenzar de nuevo. No importa por las circunstancias que nos haya tocado vivir. Cuando nacemos a este mundo no traemos nada puesto y como me comentaba un buen amigo q.e.p.d. lo que obtenemos ya es ganancia. Si en este momento te encuentras desesperado y a punto de perderlo todo recuerda que siempre; ¡hay una luz de esperanza! Y la manera de comenzar de nuevo ¡ánimo!
Comentarios y sugerencias al correo electrónico:
lavidayelservicio@yahoo.com.mx