En México se escucha el eco de un histórico oportunismo secular y se resucita una demagogia que es perniciosa y ancestral.
Las declaraciones de Calderón en cadena nacional no solo son desafortunadas sino terriblemente desalentadoras.
Su propuesta de pedir cadena perpetua a los secuestradores es un acto repleto de oportunismo, es irracional, es visceral y no contempla una realidad que se vive en México: la ausencia de un estado de derecho y la falta de un sistema judicial bien cimentado, confiable y sólido.
Enviar soldados a las calles constituye un acto de emergencia y desesperado - ciertamente necesario- pero también riesgoso.
En las democracias de los países desarrollados se fortalece un sistema judicial sólido, que incluye no solo a los ministerios públicos, jueces, tribunales, investigadores, forenses, la administración de los reclusorios y los procesos de rehabilitación, etc. sino también a los propios abogados y los organismos de autorregulación.
Las policías y fuerzas especiales - con toda su sofisticación- son solo un instrumento más en el engranaje de la poderosa maquinaria de impartición de justicia.
Dar más poder y recursos a las policías y fuerzas especiales en México -en este momento en particular-, puede ser también un arma de dos filos, como ya lo ha sido en el pasado.
Sino que le pregunten a los familiares de los miles de secuestrados, que se lo pregunten a la familia Marti, que han sido afectados precisamente por bandas de judiciales o ex militares.
Solo hay que escuchar las grabaciones de las conversaciones telefónicas del procurador y sub-procurador de justicia de tabasco, hablando de entregas de cocaína, pago de cientos de miles de dólares y liberación de detenidos, para darse una idea de cómo estarán las cosas en el resto del país.
Me indigna -como a muchos mexicanos- los terribles hechos que le sucedieron a la familia Martí.
Pero me preocupa la situación de miles de familias mexicanas que también han sido blanco de la delincuencia organizada, y por los que el presidente no salió indignado a pedir cadena perpetua contra los culpables, a esos por los que no se hicieron marchas publicas de protesta.
El muchacho Martí viajaba en un coche de lujo BMW con un chofer y un guardia personal, como muchos otros ricos lo hacen en México.
Es evidente que a algunos mexicanos les resulta más conveniente contratar guardias de seguridad privados y enviarlos a capacitar a Israel o Estados Unidos, blindar los coches, comprar sistemas de vigilancia satelital, implantarse un chip debajo de la piel, construir una residencia en un lugar protegido con altas bardas y cámaras de video vigilancia.
Que participar abierta y activamente en la construcción de un mejor país.
Les es preferible pagar miles de pesos y enviar a los hijos a costosas escuelas privadas que intentar mejorar el sistema de educación publica.
Les es más conveniente construir su propio feudo.
“No nos iremos de México”.
Es valiente la declaración del padre del muchacho Martí.
En un momento tan doloroso para su familia y tan conmovedor para la sociedad Mexicana, sus palabras bien pudieran inspirar a otros en la construcción de un mejor país para todos.
Desgraciadamente vemos que en la gran mayoría de los casos la gente no se involucra en los problemas y en las instituciones hasta que viven la tragedia en carne propia.
Yo pienso en sus declaraciones. Y me pregunto si es una decisión razonada e inteligente, me pregunto si en realidad se habrá expresado en esa forma.
Me pregunto que pensaran los miles de empresarios que escucharon las declaraciones de Calderón. Me pregunto hacia donde se dirige el país y que les espera a las siguientes generaciones.
luis.flores@rbc.com