El Château du Faing es un verdadero castillo construido en el siglo pasado y habitado por miembros de la aristocracia belga antes de ser dejado al abandono. (Archivo)
Buscan en Bélgica evitar la degradación de inmuebles abandonados al recurrir a ‘habitantes guardianes’.
La pesada puerta de madera maciza da paso a un inmenso recibidor con suelo de mosaico, flanqueado por una ancha escalera que lleva al piso superior, donde está la decena de habitaciones con paredes tapizadas y techos ornamentados.
Cada una de las habitaciones tiene casi el tamaño de todo el antiguo piso de Martin Fondse, y eso hace a ese compositor de jazz recordar que ahora vive en un castillo en las Ardennes, la bella región boscosa del Sur de Bélgica, con su amigo Eric Van Schaaik, cineasta.
No es una mera forma de decirlo. El Château du Faing es un verdadero castillo, construido en el siglo pasado y habitado por miembros de la aristocracia belga antes de ser dejado al abandono.
Fue para cambiar ese cuadro desolador que el ayuntamiento de Chiny, localidad donde se sitúa el edificio, decidió aceptar que los dos artistas belgas vivan allí por la módica cantidad de 332.5 dólares mensuales.
La responsabilidad la puso en manos de Lancelot, una compañía holandesa que desde hace 10 años -seis en Bélgica- se dedica a encontrar “habitantes guardianes” y administrar inmuebles inutilizados con la función de evitar su degradación, a lo que llama “presencia preventiva”.
“El simple hecho de tener a alguien ocupando el inmueble aleja a los vándalos, evita la degradación natural de un bien que no es utilizado y ayuda así, a mantener el valor y el estado original del inmueble”, sostiene Dries Vanneste, director de Lancelot.
Según Vanneste, para el dueño del inmueble ese sistema cuesta casi 10 veces menos que un servicio convencional de seguridad.
Para los ocupantes, el precio resulta muy por debajo del de una casa o apartamento corrientes, ya que no se cobra alquiler, apenas un valor mensual fijo correspondiente a una garantía por eventuales daños, un seguro contra incendios y una tasa de administración.
La lista de propiedades es variada. Además de uno u otro castillo, hay plantas industriales, monasterios, oficinas, pero también algún apartamento común y corriente, todos dotados de una estructura y equipos básicos necesarios para constituir un verdadero hogar, aunque temporal.
La desventaja de ese sistema es que el periodo de ocupación es limitado y puede variar de un par de meses a un par de años. Los ocupantes acuerdan en abandonar el edificio en el máximo de dos semanas tras ser notificados.
“Con el aumento de las ofertas de inmuebles, en la mayoría de los casos es posible reemplazar el ocupante en otro inmueble en la misma región, con lo tanto de que haya respetado el contrato anterior”, explica Vanneste.
El contrato establece como condiciones que el “habitante guardián” no invite a la propiedad a más de 10 personas a la vez, no tenga niños ni mascotas y preserve el estado del local y los equipos proporcionados.
La lista de espera es grande y para ser aceptado el futuro morador debe presentar un certificado de “buena conducta”, tener una fuente de renta mensual y un mínimo de 18 años de edad. En Bélgica 90 de los seleccionados tiene entre 20 y 35 años.
En los Países Bajos, donde fue creada la compañía, el servicio es tan popular que permite la coexistencia de una treintena de empresas del mismo tipo.
