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Vivir cerca de la muerte, labor de Médicos Sin Fronteras

La doctora Laura Mendicoa Aguilar ha estado en Somalia y Libia atendiendo casos de desnutrición.

La doctora Laura Mendicoa Aguilar ha estado en Somalia y Libia atendiendo casos de desnutrición.

EL UNIVERSAL

Una o dos veces al año toman sus maletas para viajar a África, ellos forman parte de Médicos Sin Fronteras, son mexicanos y defienden la idea de que la medicina tiene que estar al alcance de todos.

Jalima se llama y sobrevivió a la malaria. Vive en Sudán, tiene cinco años y estuvo a un paso de ser parte de los tres mil niños que mueren cada día en África por esa enfermedad. Llegó, en estado de coma, al hospital que la organización internacional Médicos Sin Fronteras tiene en Darfur. El médico mexicano Manuel Preben Aguirre García, de 25 años, la recibió. Nunca había visto un paciente tan grave. Logró salvarla. Con ese caso, y muchos más que atendió durante los casi tres meses que estuvo en el país africano, se convenció de que la medicina tiene una cuenta pendiente con los olvidados, los seres humanos que tantas veces acaban siendo invisibles.

El doctor Preben es el más joven de los ocho mexicanos que forman parte de Médicos Sin Fronteras (MSF), organización fundada en 1971 para dar atención médica a poblaciones a las que nadie quiere o puede llegar y denunciar las violaciones a los derechos humanos que ahí observan. Por su labor, en 1991 obtuvo el Premio Príncipe de Asturias y en 1999 el Nobel de la Paz.

Hace un año abrió oficinas en México para “reclutar” médicos, enfermeras u otros profesionistas que deseen sumarse a las misiones que realiza en 70 países con crisis sanitarias por conflicto armado, desastre natural o pobreza, sitios donde la gente muere por lo que llaman “enfermedades olvidadas”, padecimientos que en el primer mundo ya son historia, por lo cual no se realiza investigación para desarrollar mejores medicamentos.

Durante 2008, MSF recibió 150 solicitudes de mexicanos interesados en sumarse a su causa, pero sólo 15 volvieron o pasaron la prueba del idioma. “Tenemos pocas misiones en Latinoamérica, por eso necesitamos que estén dispuestos a trabajar en países de habla inglesa o francesa”, explica Alain Rias, representante en México de la sección Suiza de MSF. Hoy ocho profesionistas más están a un paso de ser validados para integrarse a la organización. ¿Por qué buscar médicos o enfermeras mexicanos?

Hicimos un estudio, contesta Rias, y encontramos que los profesionales de salud de México están bien preparados. Están acostumbrados a trabajar en condiciones difíciles.

El doctor Preben, uno de los primeros mexicanos validados por la oficina de MSF en México, se recibió en 2007 como médico general en la Universidad Anáhuac. Es el único médico en su familia y desde que comenzó la carrera se interesó por hacer trabajo voluntario. Como estudiante viajó a la Selva Lacandona, en Chiapas, para ayudar en el Hospital San Carlos, que administra una orden religiosa. En 2008 se sumó a MSF y ya realizó dos misiones: en Darfur, Sudán; y en Guinea. “En Darfur estuve encargado del hospital de MSF. Todo el tiempo había urgencias. Atendía 50 pacientes de malaria al día”. En Guinea la situación fue más relajada. “Aunque fui para atender una epidemia de cólera, no estaba dentro de un contexto de guerra y así es más fácil trabajar”.

LA MUERTE, ASUNTO COTIDIANO

Antes de que se instalara la oficina de MSF en México, varios mexicanos presentaron solicitudes para ingresar. Ellos mismos se pagaban su traslado y estancia en alguno de los países europeos en donde la organización cuenta con oficinas. Tal y como lo hizo Laura Mendicoa Aguilar, especialista en cirugía pediátrica egresada de la Universidad Autónoma de Guadalajara. Ahorró para viajar a Barcelona y realizar las entrevistas para formar parte de MSF. En 2006 tuvo su primera misión, fue enviada a Dinsor, Somalia, país que desde hace años vive en guerra. “Es una zona desértica donde no hay nada qué sembrar. Ahí los niños de cuatro o cinco años pueden tener peso de un recién nacido”.

Su segunda misión fue también a Somalia; estuvo en Jowhar. “Fuimos evacuados tres veces por la guerra. Médicos Sin Fronteras regresó en 2007, pero pasó lo del secuestro”. En diciembre de 2007, una médica y una enfermera de MSF fueron secuestradas durante una semana en aquel país.

De febrero a julio de 2008, la doctora Mendicoa estuvo en Libia, donde conoció la Fiebre de Lhasa, que se adquiere por comer carne de rata contaminada. El enfermo muere en menos de 24 horas. Hay tratamiento cuando se detecta a tiempo. “Pudimos evitar varias muertes, pero la mayor impresión que tuve fue cuando no pude hacer nada con una paciente que tenía siete meses de embarazo… Sé que en América Latina tenemos mucha pobreza, pero África está en peores condiciones; lo he comprobado, la muerte es tan común que para muchos ya es algo normal estar cerca de ella todos los días”.

Además de Laura y Manuel, otros seis mexicanos colaboran con MSF: los médicos Pablo Díaz, Daniel Martínez, Stefano Sereno y Alberto Martínez Polis. También están Luis Juárez Figueroa, laboratorista especializado en VIH, y la enfermera Blanca Aguilar Villalba, quien actualmente está en Sudán.

MÁS PRIVATIZACIÓN, MENOS VOLUNTARIOS

Alain Rias explica que los profesionistas que se suman a MSF “tienen que estar dispuestos a vivir con lo básico, a trabajar en equipo, durante un horario abierto, porque van a zonas de crisis y es difícil tener descanso. Deben estar realmente convencidos, porque se alejan de su familia durante varios meses y están en lugares con mucho riesgo”.

MSF recluta médicos, nutriólogos, enfermeras, especialistas en saneamiento de agua, mecánica y electricidad. Su búsqueda se amplió a psicólogos porque “en muchas zonas cada vez más se necesitan especialistas para atender a gente en estado de shock, provocado por un desastre natural o por la guerra”.

Y aunque la organización tiene más de 35 años de trabajo, le es difícil encontrar a gente dispuesta a dedicar su tiempo a la atención de los más olvidados. “Hace diez años era más fácil. Los profesionistas no tenían problemas para volver a su país e integrarse a los sistemas de salud. Ahora es diferente”.

MSF da trabajo a más de 25 mil personas en países donde tiene misiones y cuenta con cerca de 5 mil voluntarios que acuden a los lugares para atender las crisis y capacitar a los habitantes en el manejo básico de ciertas enfermedades. A los voluntarios se les da un “reconocimiento financiero” de mil 300 dólares mensuales. “En un país rico, un médico gana más que eso, pero en un país en desarrollo como México creemos que no está tan mal”, resalta Rais, quien aclara que la idea no es que lo vean como un “trabajo”, sino como una acción humanitaria.

Los médicos Manuel y Laura concuerdan con esa visión. Ella, por ejemplo, trabaja en el IMSS (donde pide permisos, sin goce de sueldo, para partir a una misión) y da consultas en un hospital privado. “Ahí atiendo cosas muy sencillas, como faringitis o gripes, en el IMSS tengo la oportunidad de atender más enfermedades. Pero en África atiendo padecimientos que matan a diario a miles de personas y que a estas alturas deberían estar erradicadas”.

Dos fenómenos preocupan a MSF: la brecha entre la gente que tiene acceso a medicina de última generación y quienes no poseen ni un analgésico, y la creciente privatización de los servicios de salud.

Laura considera que uno de los grandes problemas de la medicina es que los grandes avances sólo benefician a las poblaciones de países ricos; “ahí, en unos cinco años se podrá curar gran parte de las enfermedades, pero están olvidando al continente Africano”.

A Manuel le sorprende el gran desconocimiento que existe en México sobre África, “muchos piensan que es un país o tienen la idea de que solamente es la sabana, el león y el elefante”.

Él ya tiene planes de regresar a África en 2009. Tampoco descarta volver al hospital de la Selva Lacandona. Sabe que en muchas partes hay necesidades y enfermedades olvidadas, pero “hay muy pocos profesionistas dispuestos a ir a África y hay más personas que pueden ayudar en México”.

‘Golpean’ a África las enfermedades olvidadas

Cada año, un millón de personas, 80% en África, muere a causa de la malaria. La mayoría menores de cinco años, aunque cada vez se suman más adultos porque el parásito que la provoca ha creado resistencia a los medicamentos. Si se atiende a tiempo, la malaria puede curarse. También anualmente fallecen 1.6 millones de personas por tuberculosis; en África y Asia medio millón de niños muere a causa del sarampión; cerca de 70 mil personas están infectadas con el parásito que causa la Enfermedad del

Sueño, mientras que 12 millones tienen la enfermedad de Kala Azar.

En América Latina, 13 millones de personas padecen de la enfermedad de Chagas, transmitida por una chinche. A esta lista pueden sumarse el cólera, la úlcera de Buruli, la meningitis y la desnutrición. Son los padecimientos que Médicos Sin Fronteras llama “las enfermedades olvidadas”, porque se destinan muy

pocos recursos para investigarlas, tratarlas y combatirlas. África es el continente más golpeado por estas enfermedades, aunque México no se salva de ellas. De acuerdo con Alain Rias, representante en México de la sección Suiza de Médicos Sin Fronteras, la enfermedad de Chagas va en aumento, sobre todo

en zonas donde antes no se presentaba; lo mismo sucede con la tuberculosis.

En México, los miembros de MSF observan como focos de alarma la migración y el abandono gubernamental hacia los pueblos indígenas, “ha habido mucho trabajo de organizaciones, pero falta voluntad política para dar acceso a la salud a estas poblaciones”.

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