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¿Y México y los mexicanos?...

Hora cero

Roberto Orozco Melo

A todos nos preocupa México: es nuestro país, nuestro gran hogar, la cuna de nuestros sueños y esperanzas, Pero...¿a todos nos preocupa México? No lo creo; de hecho hay quienes sólo les mortifica su propia situación, el estatus en que se regodean, los proyectos que diseña y estructura su ambición, el campus belli de las imaginarias guerras por las que buscan instalar su fábrica de futuras ganancias políticas y económicas.

¿Y el país, la Patria y la República? ¿De qué han servido los doscientos años de Independencia, los ciento cincuenta de Reforma y Constitución, los cien de la Revolución Mexicana, los setenta del autoritarismo presidencial y los ocho que llevamos de alternancia dizque democrática?

Hemos caminado en círculos durante nuestra vida comunitaria, sin avanzar en lo que resulta esencial: la paz, la seguridad, el empleo, la distribución equitativa del ingreso, la educación y el respeto por la vida humana.

Sí, en efecto, la vida actual no es igual a la de la época colonial, ni siquiera se parece a los primeros años de independencia y salvo el esfuerzo de los liberales de 1857, que entregaron al país una Constitución política moderna y funcional, tampoco podríamos compararla con los avances experimentados últimamente por otras naciones en la economía y en la sociedad.

En la política nosotros estamos hundidos. No hay nación en el mundo que logre sortear los inevitables problemas de la globalización económica si sus instituciones jurídicas, irremediablemente políticas, no avanzan al ritmo y oportunidad en que maduran las otras sociedades. En la política, en la seguridad pública, en la economía, en la civilidad, en los derechos humanos, estamos atorados en el fondo de la barranca de la insuficiencia legal , la incomprensión entre partidos políticos y la indecisión del jefe del Poder Ejecutivo.

Hace dos semanas estuvo tomada la tribuna de la Cámara de Diputados por los diputados del Partido de la Revolución Democrática y la de los senadores por sus colegas homólogos. La toma, arbitraria y todo, obedeció al capricho de Andrés Manuel López Obrador y compinches que le acompañan en su inútil, ociosa e improductiva tarea de estorbar el trabajo del presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa, para demostrar, denostando a su hipotético enemigo, que el mismo Obrador, y nadie más, es el presidente de la república; quienes votaron por el PAN y quienes lo hicimos por el PRI, somos nadie y nada valen nuestras opiniones ante sus caprichos y remilgos.

Quince millones de votos a favor de AMLO no deben ser ignorados, arguyen los perredistas; en efecto, pero si solamente hubiera un voto más a favor del candidato que ganó, el perdedor debería reconocer su derrota y no tratar de imponerla mediante actos masivos. Las elecciones democráticas no pueden ser decididas por aclamación, como pretendieron imponer los señores del Frente Amplio Progresista, sino en votación aritmética. ¿Cuántas veces es necesario contar los votos para obtener un resultado confiable? Una sola vez dice el sentido común, y sin embargo los lopezobradoristas impusieron dos recuentos voto por voto y casilla por casilla. Y todavía más, fueron hasta el Tribunal Federal Electoral cuando en el Instituto Federal Electoral no lograron obtener la certificación de un tercer recuento. Los números arrojaron las mismas sumas, las mismas diferencias, las mismas consecuencias.

Bien, pero ahora se trata de otra cosa: estorbar la marcha de las instituciones legislativas que son la base de las decisiones democráticas del Gobierno nacional. Pemex es de todos los mexicanos, pero los frentistas actúan como si Pemex sólo fuera de ellos. Y para evitar la reestructuración de la paraestatal petrolífera asaltan el Congreso de la Unión, cámara por cámara, y venden caro un acuerdo sobre el debate de las leyes que deben ser reformadas para eficientar su trabajo.

Manifestaciones irán y vendrán por calles y plazas públicas en el curso de los dos meses y días en que se supone tendrá lugar un debate civilizado sobre orígenes, razones y conveniencias de dicha reforma; quizás al interior de la institución legislativa se tomen acuerdos positivos; posiblemente no todos los cambios puedan ser aprobados y en la mejor de las hipótesis es posible que finalmente se obtenga un acuerdo por mayoría, no por unanimidad, para la reestructuración de Pemex, pero ¿lo acatarán y honrarán los senadores y diputados de la izquierda?

Las experiencias recientes indican que no. Pronto llegará el tercer informe del presidente de la República. La atención del país se enfocará en esta ceremonia. Quizás asistan representaciones de los países con los que México mantiene relaciones diplomáticas y comerciales. ¿Creen ustedes, queridos lectores, que el protagónico “presidente legítimo” dejará pasar el próximo primero de septiembre sin provocar un escándalo más de sus huestes de subsidiadas adelitas, ancianos subvencionados y demás reventadores profesionales que expresarán su virulenta inquina contra el presidente Calderón y las instituciones jurídicas para tratar, una vez más, de “mandarlas al diablo”?

Es una táctica usada, repetida, sobada hasta el cansancio, pero parece que nadie puede evitarla, como si la paciencia de las autoridades quisiera autorizar el sabotaje. ¿Y México y los mexicanos qué?....

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