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Zapatazos

Jaque Mate

Sergio Sarmiento

“No estoy de acuerdo con que se resuelvan las diferencias a zapatazos. Pero ya que se dio el hecho, qué lástima que el zapato no le pegó en la cara.”

Internauta anónimo

Muntadar al-Zeidi, oscuro reportero de una televisora de Bagdad, se ha convertido en un héroe para muchos después de lanzarle al presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, no uno si dos zapatazos en una conferencia de prensa en Irak el 14 de diciembre.

Sin duda Al-Zeidi logró lo que quería: hoy es uno de los personajes más famosos no sólo de los países árabes sino del mundo. No se trata, por supuesto, de un verdadero periodista. Un reportero podrá estar de acuerdo o en desacuerdo con un personaje público, pero su responsabilidad es escucharlo y registrar sus palabras, no arrojarle zapatos. Aun si se hubiera tratado de un periodista de opinión en vez de un reportero, su acción sería cuestionable. Las palabras y los argumentos son el arma fundamental del editorialista. Los zapatos hay que dejárselos, en todo caso, a los zapateros.

Quizá Bush se merecía el zapatazo y mucho más. Pero muchos otros políticos lo ameritarían también. El problema es que la gente siempre considerará festivo el zapatazo a su villano favorito, pero se indignará por el que se arroje a su líder adorado.

Por lo pronto, si festejamos el zapatazo a Bush, ¿aceptaríamos también que se lanzara uno a Barack Obama o a Fidel Castro o a Hugo Chávez o a Andrés Manuel López Obrador o a Luis H. Álvarez o a Cuauhtémoc Cárdenas o al Papa Benedicto XVI? Muchos consideraríamos cuando menos algunos de estos zapatazos como agresiones intolerables.

Hasta este momento el zapatazo a Bush ha sido tomado con sentido del humor por todos, incluso por el propio presidente de los Estados Unidos, quien bromeó que el zapato no era de su talla (este comentario, de hecho, habla bien de Bush).

El 17 de diciembre el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, les pidió a los fotógrafos que se aprestaban a tomar las gráficas de los mandatarios en la cumbre latinoamericana de Costa de Sauípe que por favor no les tiraran sus zapatos. Las caricaturas que muestran a Bush, nunca un presidente popular en el mundo, guareciéndose de lluvias de zapatos se han publicado por doquier ante risas y festejos generalizados.

Es evidente, sin embargo, que el incidente del zapato tendrá un costo en las conferencias de prensa de todo el mundo. Hasta este momento los reporteros han logrado un trato razonablemente ligero de los equipos de seguridad de los jefes de Estado y de Gobierno porque los propios responsables de esos equipos saben quiénes son. Al-Zeidi ya demostró, sin embargo, que eso no importa: cualquier reportero puede iniciar una agresión.

El equipo de seguridad de Bush y el del Gobierno de Irak saben que bajaron la guardia en la conferencia de prensa del 14 de diciembre. Si en lugar de un zapato al-Zeidi hubiese arrojado un proyectil, el presidente Bush no estaría en posición de ofrecer bromas sobre lo ocurrido. Este simple hecho hará que se vuelva todavía más pesada la seguridad que se aplica en conferencias de prensa de jefes de Estado y de Gobierno en el mundo.

Peor aún será la selección de los periodistas que pueden estar presentes en estas conferencias. Cada vez más será un requisito que los reporteros sean cercanos al gobernante o, mejor todavía, simpatizantes. Por su falta de ética para comportarse como periodista en una conferencia de prensa, el daño que Al-Zeidi le ha hecho al periodismo internacional puede ser enorme.

Quizá Al-Zeidi fue valiente. Bush es todavía el presidente de la nación más poderosa del mundo. Pero el iraquí sabía bien a quién tirarle el zapato. Su acción le ha valido ser encarcelado y quizá lo lleve a un proceso judicial prolongado, pero su pérdida de libertad se verá más que compensada por los ingresos que podrá obtener como consecuencia de su nueva notoriedad internacional. En cambio, si el zapatazo se lo hubiera dirigido a Saddam Hussein, lo más probable es que nunca más se hubiera vuelto a saber de él.

Es mejor que las discrepancias con personajes públicos se ventilen a zapatazos y no a balazos. Este “zapatista” moderno resulta menos dañino que lo que podría haber sido alguien que hubiese recurrido a la violencia y tratado de asesinar al presidente Bush en Irak. Sin embargo, la idea que algunos tienen de que es loable que un periodista aproveche la confianza que le permite tener un acceso privilegiado a un personaje público para agredirlo no es sólo lamentable sino costosísima. Lo peor de todo es que serán los periodistas legítimos los que terminen pagando por este abuso de confianza. Zapatero a tus zapatos.

EL FAP Y LA CFAP

El Partido de la Revolución Democrática (PRD) formó el Frente Amplio Progresista, el FAP, para dar cobijo parlamentario a dos partidos pequeños, el Partido del Trabajo (PT) y Convergencia, que probablemente no habrían conseguido registro sin su alianza con el PRD en 2006. Pero ahora estos dos partidos pequeños, los cuales se están quedando con la figura de Andrés Manuel López Obrador, quieren mantener también el nombre del FAP.

El IFE les ha dicho que no pueden participan en las elecciones de 2009 bajo este título. Pero ellos afirman que el nombre completo que emplearían sería Coalición del Frente Amplio Progresista, el cual, por supuesto, nadie podría confundir con el FAP que tenía al PRD como columna vertebral.

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