El primero de enero se cumplió el aniversario número quince de un hecho que, como lo recordarán aquellos de mis lectores que estaban sobrios esa mañana de hace tres lustros (pocos, de acuerdo), nos sorprendió completamente a todos: un levantamiento armado en el lejano Sureste, la toma de una ciudad chiapaneca por una guerrilla mal armada, y el ataque a cuarteles del Ejército Mexicano. El México bronco que se suponía muerto y enterrado con la modernidad del TLC, al que ingresábamos simultáneamente, volvía por sus fueros.
Recordemos el desconcierto de la sociedad ante la emergencia de una fuerza que, al menos desde el punto de vista oficial y la percepción general, había permanecido clandestina y sin asomar la cara. O bueno, el pasamontañas. Y como casi de inmediato surgió una figura mediática que se volvió emblemática, y que explica mucho de lo que ocurrió después: un mestizo muy elocuente, dueño de una retórica alambicada y muy ducho en lo que se llama manejo de imagen, que se hacía llamar “el subcomandante Marcos”. Éste se convirtió rápidamente en una estrella de los medios, y manipuló los fines y antecedentes del movimiento para acomodarlos a las ansias y exigencias de una sociedad (nacional e internacional) desconcertada por lo que estaba ocurriendo.
Así, lo que en un principio era un levantamiento armado en contra del Gobierno de Salinas (al que iba a deponer “marchando hasta la capital del país”), al rato se convirtió en una llamada de atención acerca de las condiciones de los indígenas en Chiapas y en el resto del país. Esto a su vez se convirtió, con prodigiosa rapidez, en una cruzada en contra del neoliberalismo, el capitalismo salvaje y depredador y las fuerzas de la globalización. Ello le acarreó al EZLN importantes apoyos en Europa, en donde la mala conciencia de su prosperidad y formas de vida comodísimas hace que muchos jóvenes se inclinen por el altermundismo y la rebelión… independientemente de dónde o por qué se produzca.
Ante semejante evolución de los acontecimientos, el neozapatismo hizo una serie de propuestas, algunas justas, varias estrambóticas, otras inviables. Al no dársele la respuesta que ellos querían, volvieron a sus reductos de la selva, y allí se han mantenido, más o menos alejados de los reflectores públicos desde el famoso “Zapatour”, con el que le jugaron el dedo en la boca al novel Gobierno de Fox en el año 2001.
Y ahora vuelven a la atención de los medios con motivo del quince aniversario del inicio de ese extraño proceso. La retórica es la misma: están en contra del neoliberalismo, la globalización y el mundo homogéneo: abstracciones que, quizá atractivas década y media atrás, ya no suenan tan impresionantes y nobles… en vista de lo que ha hecho en la práctica el neozapatismo.
¿Y Sebastián Guillén, el subcomandante Marcos? ¿Cómo se puede interpretar su ausencia durante la conmemoración del aniversario? ¿Están pensando lo mismo que yo?