En la semana que acaba de terminar se conmemoró el 200 aniversario del natalicio de Charles Darwin, uno de los pensadores más influyentes de la historia, polígrafo notable, arquitecto de notables disquisiciones sobre la realidad del mundo y cómo explicarlo, y pretexto para que muchos canallas discriminen a su prójimo. ¡Y vaya que se conmemora! La pérfida Albión, nunca tacaña para honrar a sus hijos favoritos, ha comisionado una moneda de dos libras esterlinas (los británicos desprecian al euro como una frivolidad continental) con el conocido perfil de Darwin barbón, enfrente de un chimpancé. Creo que al así homenajeado esa moneda no le haría mucha risa. Y no me refiero al chimpancé.
Y es que hasta la fecha el culto público masivo relaciona a Darwin con un solo concepto: que el hombre desciende evolutivamente del mono. Ciertamente nuestros diputados podrían darle sustento a la idea, escuchando sus aullidos de gibones, el talante orangutanesco con que se comportan y la forma en que van de una nómina a otra como si de lianas se tratara (fenómeno llamado braquiación presupuestívora). Pero el caso es que a) Darwin jamás dijo (ni escribió) tal cosa; y b) el hombre no desciende de ningún primate contemporáneo: ésos nuestros parientes se fueron por otra rama evolutiva hace unos siete millones de años. Y aunque estamos relacionados genéticamente, no descendemos ni de chimpancés ni de gorilas ni de ningún desdichado compañero de viaje actual.
Que durante tanto tiempo se ate a un hombre a una idea equivocada es producto de la labor de zapa de sus detractores, del Siglo XIX al XXI. Y es que de esa manera sus enemigos pretenden indignar a las buenas conciencias que se sienten aludidas, rebajadas e insultadas por semejante relación
¿Por qué esa inquina contra Darwin? Bueno, porque éste fue un auténtico revolucionario, que le sacó el tapete de debajo de los pies a un buen número de gente a la hora en que publicó su "Origen de las especies a través de la selección natural" en 1859 (sí, este año, por noviembre, se conmemorará el 150 aniversario de la publicación de uno de los libros más influyentes de la Modernidad). Para algunos religiosos trasnochados, cuestionaba el relato (alegórico, según entiendo) de la Creación como aparece en la Biblia. Para no pocos científicos, convertía a la Naturaleza en algo espantosamente complicado, variante y "transmutante" (como se decía en sus tiempos), que tenía la cochina costumbre de cambiar, creando nuevas especies y descharchando otras mediante la selección natural. Y para el hombre común, le zumbaba el concepto (popularizado por Spencer: realmente no es de Darwin) de "la supervivencia del más apto" (de nuevo, algo que en la práctica niegan nuestros políticos, que sobreviven durante sexenios sin hacer nada útil, demostrando puntillosamente ser unos ineptos). Por todo ello, Darwin ha sido sumamente impopular en ciertos círculos.
Quizá lo que más enfurece a sus críticos es que no hay manera de criticarlo. Darwin era un maniático de la comprobación metódica de todo lo que proponía o escribía: si decía que la burra era parda era no porque tuviera los pelos en la mano: tenía la piel entera. Vaya, hasta para decidir si casarse o no hizo una lista de pros y contras (ganaron los pros y tuvo diez hijos).
El "Origen de las Especies" es uno de los más brillantes trabajos fruto del pensamiento científico por lo minucioso de sus observaciones, lo objetivo de su visión, lo genial de sus intuiciones y lo prolijo de las comprobaciones que hace de sus propuestas. La teoría de la evolución no es una teoría: está más comprobada que la ineptitud de la Selección Nacional. No es una ley (como la de la gravedad) porque no es mecánicamente predecible; pero los principios básicos planteados por Darwin hace siglo y medio no los discute nadie que quiera ser tomado en serio
El "Origen de las especies" fue en gran parte fruto del viaje alrededor del mundo que, entre 1831 y 1836, realizó el joven Darwin a bordo del barco "Beagle" (Snoopy ha de estar orgullosísimo que tales descubrimientos fueron hechos gracias a uno de su raza). Durante ese largo y prolongado periplo (en el que se la pasó mareado casi todo el tiempo) Darwin observó con perspicacia y lucidez asombrosas cómo ciertos pájaros habitantes de una isla tenían el pico de una forma, mientras que otros de la isla vecina lo tenían distinto; o que había fósiles de conchas marinas bien arriba de algunas montañas; o que algunos gasterópodos se volvían hermafroditas en determinadas circunstancias
¿Ya vieron las fechas? ¿Ya sacaron cuentas? Darwin estuvo rumiando lo observado durante el viaje del "Beagle" durante casi un cuarto de siglo.
De hecho, apresuró la publicación de su obra cumbre (según él, todavía no estaba terminada) porque Alfred Russell Wallace había llegado por su lado a conclusiones similares, y podía llevarse todo el crédito (como quedaron las cosas, a Wallace lo consideramos el padre de la geobiología o biogeografía: cómo y por qué se distribuyen sobre la Tierra los seres vivos).
El "Origen de las especies" tuvo una recepción variopinta: en los círculos científicos tuvo un éxito resonante (en parte porque el nombre de Darwin ya era conocido por obras anteriores); la prensa al principio no supo qué hacer con aquello; y los filisteos de siempre empezaron a atacarlo como herético y pagano. Sin embargo, en su tiempo las tesis darwinianas no fueron tan denostadas como uno podría suponer en el ambiente de la Inglaterra victoriana.
Pero como herencia de esas luchas, en algunas partes se tomó a Darwin como punto menos que el demonio, y las consecuencias han sido lamentables. En 1925 el estado norteamericano de Tennessee se convirtió en el hazmerreír universal cuando sometió a juicio a un maestro de escuela llamado John Scopes por haber violado una ley que prohibía la enseñanza de la teoría de Darwin en las escuelas públicas. El llamado "Juicio de Scopes" se convirtió en un hito en la lucha entre la ciencia y la premodernidad. Y no hace mucho, los ingenuos y primitivos miembros de la Junta de Educación de Kansas emitieron un decreto mediante el cual es obligatorio, en las escuelas de ese estado, enseñar la historia del Génesis junto con la teoría evolucionista
Se nos queda mucho en el tintero. Esperamos retomar en un futuro el tema, al personaje, y a lo bien y mal que se han usado sus ideas desde hace 150 años.
Consejo no pedido para que noten lo mono que es: Vea "Heredará el viento" (Inherit the wind, 1988) con Jason Robards y Kirk Douglas, sobre el juicio de Scopes. Bien planteada, bien actuada. Provecho.