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2009

Diálogo

Yamil Darwich

Hoy empezó otro nuevo año, el dos mil nueve, cargado de advertencias y amenazas que preocupan, que no podrán resistirse al embate de seres humanos con voluntad y especial refuerzo de trabajo.

Tiempo de hacer valer los compromisos pensados, tal vez expresados en la noche anterior ante los familiares y amigos, frente a una cena opulenta o sencilla, pero siempre con el ánimo de cambiar para mejorar.

El festejo tiene sus orígenes en el Calendario Gregoriano, instaurado por el Papa Gregorio XIII, en 1582, adoptado por buena parte del mundo.

Finalmente, no tiene mayor significado que empezar un nuevo período de la vida con renovados ímpetus, propósitos y voluntad; posibilidad de darnos la oportunidad de cumplir los compromisos adquiridos, materiales y espirituales, en la vida laboral, familiar o de relación social.

Tan es así, que la cronología es diferente, según el punto de la tierra en que se viva; primero llega a oriente, luego en occidente; aún más, basados en tradiciones, usos y costumbres de las sociedades.

Le comparto algunos datos:

En la antigua Roma, el año comenzaba el primero de marzo y en enero, el undécimo mes, había cambios de gobierno. Luego, en el cuarenta y siete a.C., Julio César implantó el Calendario Juliano, que luego, el Papa Gregorio XIII, confirma en 1582.

Actualmente, por razones prácticas, comerciales y económicas, ese calendario que empieza a partir del primero de enero se acepta en el mundo entero, incluyendo los países orientales, festejando el inicio de un nuevo ciclo con actividades y ceremonias diversas, que van desde los espectaculares fuegos pirotécnicos hasta los vestuarios con colores rojos o amarillos, pasando por las doce uvas y las copas de sidra o champagne.

Alguien dijo que el tiempo es un invento del hombre que permite saber del principio y el final de una actividad; útil para medir eventos y hechos en relación cronométrica, que nos orienta en el saber qué tan bien o mal hicimos las cosas y, desde luego, nos aproxima a la medida que nos queda de vida.

De hecho, el tiempo de los seres humanos es medido por Cronos, dios mitológico de los antiguos griegos, que en nada se parece al eterno, deídico Kairos, donde no importa los minutos o días, ni años o eones; es la eternidad en que fluye Dios, que no tiene principio ni tendrá fin; hecho aceptado por la Biblia que dice: “En el principio Dios creó los cielos y la tierra” dejando al Creador fuera de la medida de los tiempos; más adelante “Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz. Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas. Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche”, haciendo clara descripción del inicio de la creación.

Festejar el término de un ciclo, es la oportunidad de poder evaluar y evaluarnos; saber qué hicimos bien o mal, comparando otro período igual; cuántos éxitos o fracasos tuvimos en un año de vida o qué tan productivos fuimos.

Conmemorar el año nuevo, es ritual repetido; la absolución moral o espiritual por los yerros cometidos en ese tiempo y poder iniciar otro con esfuerzo para alcanzar objetivos; por el contrario: festejar lo buenas y productivas que fueron esas ocho mil setecientas sesenta horas y tomarlas como punto de comparación para los siguientes trescientos sesenta y cinco días.

Vendrán los anuncios de adivinos y agoreros, oportunistas del inconsciente colectivo, quienes nos advertirán de los sucesos por venir y oportunidades o peligros, según nuestro muy personal horóscopo, para que tomemos las previsiones necesarias; falacias y fantasías que, seguramente, afectaran a algunos ingenuos.

Lo cierto es que nos llega una nueva oportunidad para festejar a la vida, con sus posibilidades para el crecimiento personal y el enriquecimiento espiritual; la posibilidad de hacer, trascender y hacernos notar como hombres y mujeres de bien.

También es la oportunidad de perdonar y desprogramar rencillas y venganzas; darnos el beneficio de descargar el pesado fardo de “las cuentas pendientes” y reiniciar la vida con un año nuevo repleto de buenos propósitos.

Le propongo revise sus oportunidades de desarrollo y piense qué puede hacer por usted mismo, sus familiares o amigos; luego, que busque el mejor método para alcanzar la efectividad en el cumplimiento de esos propósitos; y de hacerlo, estoy cierto que al terminar el ciclo, descubrirá que hay muchas buenas maneras de crecer como ser humano.

Le deseo lo mejor, que este sentimiento despertado por un nuevo ciclo de vida sea estímulo para que usted haga lo necesario para que le vaya bien, tenga mucho trabajo y oportunidades de servir y también descubra la manera del cómo le sea más grato sumarse al esfuerzo común para alcanzar una mejor Comarca Lagunera. Felicidades.

ydarwich@ual.mx

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