"Señor mío, hazme casto,
Pero no ahora."
San Agustín
Tengo -pese a lo que alguno pudiera creer ante las críticas a la política fiscal que se han emitido en esta columna- una muy buena impresión de Agustín Carstens. Me parece un economista serio e inteligente, un funcionario honesto y trabajador. Creo, además, que sería un magnífico gobernador del Banco de México... pero no ahora.
El doctor Carstens ha tenido una larga trayectoria en el Banco de México. Ahí empezó su carrera como economista después de graduarse del ITAM en 1982. De ahí salió becado para hacer su maestría y doctorado en la Universidad de Chicago. De regreso a Banxico fue tesorero general, director de investigaciones económicas y jefe de Gabinete del director general y gobernador Miguel Mancera. Su paso por Hacienda, en cambio, ha sido breve. Antes de ser secretario de Hacienda en 2006, su único cargo en la dependencia fue como subsecretario de 2000 a 2003. Carstens también ha sido director ejecutivo y subdirector gerente del FMI. En este último cargo fue el virtual operador de la institución.
Podría parecer que un economista que en febrero de 2008 pronosticaba que la crisis en Estados Unidos, si acaso, ocasionaría un catarrito en México, no tendría derecho a tener ningún cargo; pero en febrero del año pasado todos los economistas públicos y privados pronosticaban que México mantendría un crecimiento moderado, pero crecimiento. No conozco a ninguno que en ese momento haya previsto la contracción de 7 a 8 por ciento que hemos sufrido en 2009.
Creo que Carstens sería un magnífico gobernador del Banco de México, pero no hoy, por la misma razón por la que cuestioné en 1997 la designación de Guillermo Ortiz para ese cargo. Uno de los grandes aciertos que ha tenido el Gobierno en los últimos años fue el de otorgar autonomía al Banco de México en 1994. Esto generó un necesario contrapeso a las decisiones económicas y financieras del Gobierno, lo cual ha sido una de las razones por las que hemos logrado una indispensable estabilidad financiera a pesar de todos los problemas.
La independencia se pone en entredicho cuando el presidente designa a su secretario de Hacienda en turno como gobernador del banco central. Es verdad que Guillermo Ortiz, quien fue nombrado por Ernesto Zedillo cuando era su secretario de Hacienda, ha demostrado que un gobernador puede mostrar capacidad, responsabilidad e independencia frente al presidente a pesar de ser producto de una designación presidencial. Y quizá lo mismo ocurriría con Carstens. Pero en principio me parece una mala política que el presidente nombre a un funcionario cercano a un cargo que debe ser independiente del presidente.
No ayuda para generar la visión de un funcionario independiente del presidente el que, en la pregunta que le hizo sobre este tema Óscar Mario Beteta en su programa de radio este primero de diciembre, Carstens haya respondido: "Yo estoy para ayudar al presidente y si quiere que me vaya al Banxico, lo haré."
Lo ideal en estos momentos es mantener al secretario de Hacienda en su cargo y ratificar a Guillermo Ortiz como gobernador del Banco de México. Como bien lo entendió el presidente estadounidense Barack Obama cuando ratificó a Ben Bernanke como presidente de la Reserva Federal, pese a haber sido nombrado por George W. Bush, éstos no son tiempos para estar haciendo cambios en las posiciones financieras clave.
La canciller Patricia Espinosa va a visitar Cuba la semana próxima. ¿Dónde queda entonces nuestra posición contra Honduras? ¿Vamos realmente a desconocer a los países no democráticos? Si es así, Honduras acaba de tener elecciones libres, mientras que Cuba no las ha conocido en más de medio siglo. Sería mejor revivir la respetada doctrina Estrada, que seguir con la idea de que somos los jueces internacionales que determinan quién es el presidente legítimo de cada país, aun por arriba de las instituciones que ellos mismos se han dado.
