Pudiera sorprender el que en el ambiente de escepticismo y desorientación en que vivimos, donde menudean las descalificaciones, el desánimo y hasta la depresión, las cuentas que Felipe Calderón ha acumulado al llegar a la mitad de su sexenio, vistas con toda objetividad, arrojen un saldo positivo.
En la lucha contra el narcotráfico, la guerra sin cuartel a la que valientemente se lanzó el presidente como jamás lo había hecho ninguno de sus antecesores, no sólo está la estadística ávidamente difundida en las primeras planas de los periódicos de las muertes de civiles, funcionarios, militares y policías. Pero a diario también nos enteramos de los repetidos aseguramientos por toneladas de drogas y por miles las armas de todo tipo, y los vastos arsenales de municiones y equipos. Hay que llevar la cuenta de a la vez de que se han capturado centenares de capos, traficantes y sus sicarios, autores de muertes y secuestros, muchos de ellos buscados desde hace años por la INTERPOL.
El sexenio que le ha tocado a Felipe Calderón ha resultado singularmente complicado y difícil por otras circunstancias anómalas. En el norte, la más grave sequía desde hace 60 años, que contrastó con las inusitadas inundaciones en otras regiones, fenómenos climatológicos semejantes a los que se han reportado, sin antecedente alguno, en varios países del mundo. Para colmo de males, la pandemia de la influenza, la más aguda desde la "española" de 1918, aún no termina y amenaza con agravarse. Las drásticas medidas decretadas por el Gobierno, fueron modelo reconocido por la OMS como necesario, y afectaron seriamente el ritmo económico nacional, de por sí dañado por el doble golpe de la recesión y de los efectos globalizados del desastre financiero norteamericano.
Aunado a lo anterior, Calderón ha enfrentado el crudo efecto de la exagerada apertura comercial operada en México sin que se hubieran retenido los instrumentos para proteger la planta laboral. El lema de campaña de "Presidente del Empleo" resultó una cruel ironía. La debilidad de la producción agrícola-industrial es lo que está al fondo de nuestra incapacidad, padecida de muchos años atrás, para responder al crecimiento demográfico con creación de empleos para realizar un crecimiento equilibrado.
Una parte necesaria para corregir progresivamente las graves desviaciones en que había caído el país lastrando su potencial, es eliminar ineficiencias en los organismos públicos y limpiar el escenario laboral. Calderón actuó con valentía al emitir el decreto de extinción de la Compañía Luz y Fuerza del Centro. Muchos presidentes mantuvieron la empresa quebrada con su sindicato corrupto por temores electoreros. La firmeza de la medida que ahora se tomó, anuncia las intenciones de proseguir con los sindicatos minero, petrolero y de los maestros. De hacerlo, Calderón habrá confirmado una congruencia política sin paralelo para romper definitivamente el pernicioso corporativismo que sostuvo al PRI por décadas.
Es claro que todo plan de desarrollo requiere cimentar el aparato financiero para frenar impulsos inflacionarios y defender el poder adquisitivo del Peso. En este aspecto la Secretaría de Hacienda y el Banco de México se han encargado de realizar estas funciones. La prueba está a la vista: una inflación controlada que en estos días tiende a la baja con sólo un 3.7% anualizado, y una moneda que no se ha salido de una franja manejable y que tiene altas posibilidades de fortalecerse. De igual manera, en la segunda parte del año actual, ya despuntan los primeros signos de recuperación económica con incipientes índices de crecimiento del 2.6% anualizado y los primeros indicios positivos de creación de empleos. Estas muestras, por ahora ciertamente débiles, significan que es probable invertir la recesión en el curso de 2010.
Lo que se ha logrado en materia de estabilidad económica es un hecho. Toca ahora traducir este avance en resultados concretos que perciba la población nacional que espera el empuje empresarial que le proporcione empleos y puestos de trabajo. La Iniciativa Privada debe cumplir su papel aprovechando la estabilidad macroeconómica que ya se le proporcionó, incorporando el campo a la red de agroindustrias que el país requiere y creando las plantas industriales que la demanda interna y las oportunidades de los mercados mundiales piden.
Hay algunos medios de comunicación que insisten en descalificar el desempeño de Calderón tildando la primera mitad del sexenio como un fracaso.
Afortunadamente la característica de Calderón, además de su firmeza y valentía, es su tesón para vencer los retos que se impone. Estas virtudes apuntan a que la segunda mitad de su sexenio lo confirmará como el presidente que fue realizando, paso a paso, las reformas que nadie antes se había atrevido a hacer.