Clasificación:
En cartelera encontramos un par de películas que nos ofrecen la oportunidad perfecta para separar drama de melodrama, una diferencia más sencilla de percibir que de explicar.
Por un lado tenemos el excelente drama La Orilla del Cielo, una experiencia impactante basada en una premisa más bien vaga. Y por el otro tenemos La Decisión Más Difícil, un melodrama flojo y mal construido sobre una premisa poderosa.
La Orilla del Cielo muestra la historia de seis personas entretejidas entre dos países y dos generaciones por el hilo de la casualidad. Funciona como Babel, pero más profunda y limpiamente ejecutada.
Esta semejanza superficial con la obra de Iñárritu parece reafirmarse cuando sabemos que el trabajo del guionista Guillermo Arriaga ha tenido influencia sobre el director turco-alemán Fatih Akin. Sin embargo, su cinta acaba por quedar hermanada con Magnolia, por ser también su motor la coincidencia, y su tema principal las heridas provocadas entre padres e hijos y la posibilidad (o imposibilidad) de redimirlas. Usted juzgará mejor.
Un jubilado turco libidinoso y pragmático viviendo en Alemania avergüenza a su hijo, un apocado profesor universitario; una prostituta turca ejerciendo en Alemania extraña a su hija, a la que dejó en Estambul, ignorante del oficio de su madre. Una ex hippie alemana trata de aburguesar a su hija, una estudiante confundida de buen corazón.
Estos son los personajes que cruzarán destinos, con resultados trágicos algunos (los capítulos están osadamente titulados con el nombre de la persona, unidos a la advertencia de su muerte: golpe avisa), con visos de esperanza otros.
Los idiomas, los miedos, las religiones y los alcoholes se mezclan a través de las permeables fronteras de los países, divisiones artificiales que nunca han parado a esa, la verdadera globalización, tan vieja como la historia de la humanidad.
El cáncer es otro drama antiguo, y hay películas que han tratado sus efectos y secuelas en la vida familiar con tacto, ternura y equilibrio.
La Decisión más Difícil no es una de ellas. Esta película se lanza a explotar todo el efecto emocional desde el arranque y mediante los recursos más toscos.
Todos los ingredientes de una concepción fresa están incluidos, desde el omnipresente pop acústico tristón con montajes musicales que sustituyen diálogos hasta las constantes cámaras lentas y la fotografía nebulosa. La cinta parece olvidarse durante toda la parte media del dilema moral y científico que nos planteó al principio, y lo resuelve de manera cobarde. Quienes hemos sufrido una pérdida por cáncer, y somos muchísimos, encontraremos una experiencia más confortante en un clip de siete minutos de youtube, con la representación de una pareja de bailarines y la reacción de los jueces del concurso So You Think You Can Dance. Y gratis.
Mínimo:
Máximo:
