EL “JULI” (IV)
En las estadísticas recibidas durante la reciente rueda de prensa en conocido hotel de la localidad, se menciona que Julián López Escobar el “Juli” está próximo a llegar a su corrida número 1,100 de su meteórica y brillante carrera taurina.
Conservamos la reseña que nos llamó poderosamente la atención de una de sus actuaciones. Ésta fue el sábado 11 de octubre del 2003. El escenario: Coso de Pignatelli (Zaragoza), durante la séptima corrida de la Feria de la Virgen del Pilar en Zaragoza, España. En esa memorable fecha el “Juli” se encerró en solitario con seis astados de diferentes ganaderías con este orden:
1.- De Partido de Resina con 542 kilogramos (armónico y reservón). 2.- Zalduendo con 562 kilos (alto, cornalón y rajado). 3.- Adolfo Martín con 490 kilos (en tipo de la ganadería y complicado). 4.- Las Ramblas con 698 kilogramos (grandón, desrazado y flojo). 5.- Parladé (sustituto de Javier Pérez Tabernero que fue devuelto al lesionarse), con cuajo, 586 kilos, (sin clase y a menos). 6.- Juan Pedro Domeq con 652 kilogramos (hindo y noble). Todo el encierro se caracterizó por su mucha presencia y con desigualdad en tipo, pero mucha seriedad en las cabezas.
La plaza lució a reventar, apareciendo en las taquillas el cartel de “No hay billetes”. El “Juli”, como único espada, vistió un terno blanco y oro.
Las lidias de los primeros toros fueron otras tantas lecciones de una técnica de gran versatilidad: Con el precioso toro de “Partido de Resina”, reservón y bruscote, el madrileño se colocó en corto para provocar unas escasas arrancadas que puso siempre por abajo; al cornalón rajado de “Zalduendo” le dio muchos metros por delante para que cogiera confianza, y luego le tragó mucho para que cogiera confianza, posteriormente le tragó mucho para obligarle y suavizar unas embestidas reacias, a trompicones. Al toro de “Las Ramblas” lo cuidó a media altura y le dio tiempos entre muletazos para no agotar unas escuálidas reservas de raza que terminó por exprimir.
Al sobrero de “Parladé” le buscó las vueltas para prolongar su cada vez más corto recorrido. Sólo con un astado no tuvo contemplaciones, ese fue el de “Adolfo Martín” que prometió mucho de salida, pero que fue yendo a peor, sin terminar de pasar por el izquierdo y con guasa por el derecho. Julián lo dejó ver al público y se fue pronto por la espada, para administrar sus reservas físicas.
La explosión llegó con el sexto, un hondo colorado de “Juan Pedro Domeq”, que al menos, sacó nobleza. A este le hizo “Juli” el quite de los grandes acontecimientos, el de esas “zapopinas” infalibles para calentar el tendido (antes había realizado variados quites en sus otros enemigos, destacando las “orticinas”, “faroles” y “caleserinas”, tras larga y brillante faena de muleta, cobró una estocada hasta la mano en la mismísima yema, la mejor de las seis estocadas.
Julián López Escobar el “Juli” dio en esa memorable tarde una auténtica lección de toreo, en todos los tercios y en todos los momentos de la lidia. Cortó cuatro orejas y salió en hombros del Coso de Pignatelli, el torero madrileño despachó a sus seis enemigos de seis estocadas, cobradas con una contundencia bíblica, como con seis espadas flamígeras que remataran cada faena con la misma autoridad con que se desarrollaron.
Al caer el sexto de la tarde, mencionan las crónicas del inolvidable festejo, el público estalló en un solo grito, “¡torero, torero!”