ESCUELAS TAURINAS
La mayor parte de las escuelas taurinas han dado muchos toreros. Buenos, regulares y malos toreros, como ocurre en todos los ámbitos de la vida, pero todos ellos regidos por el común denominador de su acatamiento de las leyes más profundas del toreo.
Su respeto de la liturgia y de la historia, y su admiración hacia el pasado, lo que es poca cosa en una época en la que los valores colectivos están en general maltratados. No son pocos los taurinos que afirman que con escuela o sin escuela el que está destinado a ser figura del toreo alcanza su objetivo.
Hay muy importantes ejemplos de diestros no escolares, como los casos de José Tomás y Morante de la Puebla, que han llegado muy alto en la dura y difícil profesión taurina. Sin duda seguirán saliendo otros que se harán matadores de toros sin haber pisado una aula taurina.
Muchos aficionado a la fiesta brava afirman que el toreo nace y luego se hace. Sin embargo los tiempos han cambiado y aquellos "maletillas" con su "lío" al hombro recorriendo largas distancias por polvorientos caminos han quedado sólo como imágenes evocadoras que, si acaso, sirven a la inspiración de pintores, escultores o poetas.
Las escuelas taurinas se han convertido en la vía más factible, y también que la gran mayoría de los toreros recientes se han hecho en alguna escuela que cuenta con organización y personal calificado.
No hay ninguna duda de que las facilidades que las buenas escuelas taurinas recen a los chavales para acceder a los tentaderos, a las becerradas y novilladas, y, por último, a la promoción anterior al debut con picadores, hoy por hoy no se encuentra en ningún sitio.
Todo aspirante a torero necesita consejos; unos los obtendrán en sus círculos privados y otros, ahora mismo los que más, los adquirirán acudiendo todas las tardes junto a otros compañeros a las grandes plazas de toros o a las pequeñas plazas portátiles en que las escuelas taurinas tienen sus sedes...
De las escuelas taurinas no todos los que ingresaron a ella forzosamente deberán tomar la alternativa, pero sí todos ellos deberán aprender las bases de una correcta lidia, lo que los hará conocedores y capaces de apreciar el trabajo que realicen los demás.
En este sentido está la esencia y la finalidad de la escuela taurina: la creación de la afición taurina, fomentándolas entre los niños y jóvenes, pues en ellos está el futuro de la fiesta. Creando aficionados tendremos los recursos humanos necesarios para la organización y funcionamiento de nuestro espectáculo favorito.
La fiesta brava necesita, claro está, de matadores de toros, pero también de banderilleros, picadores, monosabios, cronistas, médicos de plaza, jueces, veterinarios, público... en fin, un sinnúmero de gente que necesariamente tiene como denominador común afición a la fiesta brava...