Al reflexionar en el toreo femenino, del que existen referencias desde el siglo XVIII en la madre patria, el aficionado taurino no puede evitar citar a Conchita Cintrón como su exponente más importante, ya que ejecutaba con maestría todas las suertes de a caballo y de a pie.
Debemos de mencionar otra gran torera: Juanita Cruz (madrileña), que al brillar, taurinamente hablando, en su tierra en el periodo del franquismo, tuvo que marchar hacia América para seguir practicando su profesión, pues el régimen del generalísimo Franco le prohibió torear.
Hasta la irrupción de Cristina Sánchez, Juanita Cruz (1917-1981) figuraba como la torera más importante de todos los tiempos en la península ibérica. Torera de mucho renombre durante la República, tras el estallido de la Guerra Civil viajó a América, no pudiendo ya nunca más reemprender su carrera en España.
Regresó a ese país en 1947, poco antes de casarse con Rafael García Antón, el taurino que fue también su descubridor y apoderado. Con el gusanillo de los toros, desde muy pequeña Juanita acudió a los festejos que se presentaban en Las Ventas, cercana a su barrio de Padriñas. Pronto comenzó a practicar en secreto el toreo de salón, compaginando su afición con los estudios de mecanografía que le impusieron en su casa. En 1931 Juanita Cruz, ya era conocida por los aficionados y críticos madrileños.
Juanita debutó a los 15 años en público el 24 de junio de 1932. Como el Reglamento Taurino de la República todavía prohibía a las mujeres intervenir en espectáculos taurinos, su actuación, que fue un completo éxito, se anunció como "una exhibición de toreo moderno". A pesar de la limitación legal, Juanita toreó muchos festejos, e incluso alternó con "Manolete" en Cabra, cuando éste aún era becerrista. Adquirió tanta fama la torera madrileña que la fuerza de los hechos se impuso a la ley escrita, de manera que los años siguientes fue contratada para torear en las plazas de Barcelona, Bilbao, Granada y Almería, entre otras muchas. Y también en Vista Alegre y Tetuán de las Victorias, en lo que se suponía un claro cerco al coso de Las Ventas.
En 1933 actuó en 33 novilladas, 64 en 1934 y 46 en 1935. Tras el estallido de la Guerra Civil, Juanita adelantó su viaje a América, continente en el que actuó con mucho éxito, llegando a tomar la alternativa el 17 de marzo de 1940 en Fresnillo, Zacatecas, en un festejo en el que alternó mano a mano con Heriberto García con toros de Cerro Viejo.
Finalizando su recorrido, Juanita y Rafael regresaron a España, y ahí se quedaron. En silencio, Rafael organizando corridas de toros en Francia, y Juanita dedicada a su familia y olvidada por el toreo oficial, pero recordada por todos aquellos que disfrutaron viéndola torear. De ella siempre se dijo que tenía más valor y amor propio que muchos de aquellos que no quisieron anunciarse o alternar con ella.
En 1947 toreó en Francia, y tras casarse en 1948 con Rafael se retiró definitivamente de los ruedos.