EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

¡A vivir!

ADELA CELORIO

Hoy es muy fácil llegar a viejo, basta rebasar los treinta para que los jóvenes empiecen a considerarnos rucos. Tal vez serían más prudentes si supieran que hasta los recién nacidos llevan en su cuerpo un anciano agazapado. Si lo sabré yo que en este momento sufro un ataque fulminante de vejez (nadie me quiere, todos me odian, mejor me como un gusanito) que me viene muy bien para sentir en carne propia el temor a la marginación que provocan los años cuando se nos vienen encima.

Es necesario estar muy alertas para no entrar en la despiadada lucha que nos impone la necesidad de mantener una apariencia joven, tan falsa que no engaña más que a nosotros mismos, aunque eso sí, nos hace tributarios de la industria cosmética y de la chequera de los cirujanos plásticos. Digan lo que digan, perder la lozanía y el ímpetu de los años jóvenes duele, debe ser por eso que cada día es más frecuente encontrar hombres y mujeres infantiloides, vestidos de manera francamente tonta e imitando comportamientos propios de los adolescentes.

Ahora resulta que en lugar de que los jóvenes nos imiten, somos nosotros los que los imitamos a ellos y no tenemos inconveniente en atascarnos de chupifritos en el cine o en intentar torpemente los briosos movimientos de los rockeros. Creo que no es eso lo que necesitamos. Sentirse joven a cualquier edad consiste en tener proyectos, ilusiones, trabajo. Incluso cuando se es muy viejo uno tiene todavía grandes cosas por hacer, por ejemplo morirse que es por cierto un proyecto que hay que mimar mucho para que nos salga bien a la primera, y no como esa gente pesada que no para de morirse un poco todos los días.

De que nos vamos nos vamos, pero mientras llega el momento, lo que toca es complicarse la existencia, entender que jubilación no significa parálisis sino que viene de júbilo, de que ahora sí, podremos ocuparnos de nosotros e invertir nuestro tiempo en aquello que nunca antes pudimos hacer porque había que pagar la hipoteca, las colegiaturas, el auto nuevo. Mal que bien, hemos cumplido, y nuestros hijos, jóvenes, fuertes y generalmente mucho más preparados que nosotros a su edad, usufructuarios además de todas las libertades que nosotros conquistamos; cuentan con muchos más recursos de los que nuestra generación soñó.

Cuidado con sus exigencias, aparte de amor y apoyo moral, no le debemos nada más. Ahora lo que toca es ser egoístas y disponernos a vivir sin ninguna culpa todo el confort y el contentamiento que la vida pueda ofrecernos. Ha llegado la hora de atender a ese amante que ha esperado paciente a que le concedamos nuestro tiempo: el piano o la guitarra que esperan que por fin les pongamos las manos encima, el idioma que siempre quisimos estudiar, ese viaje que por una u otra razón postergamos. Nosotros que hemos sido rompedores de mitos, ahora nos toca romper aquellos que tienen que ver con la edad: "Que somos incapaces de tomar decisiones" ¡por Dios! siempre las hemos tomado sin ayuda de nadie. "Que ya no podemos trabajar" Quizá no tan rápido, pero sí con más experiencia. "Que ya no apetecemos el sexo". Para que lo sepan, con tiempo y la experiencia, el juego erótico es mucho más placentero. No somos un producto terminado, estamos creciendo y aprendiendo como todo el mundo. Puede ser que la vida no sea la fiesta que esperábamos, pero en tanto estemos aquí, lo recomendable es amar y reír sin control. Celebremos pues el Día de los Abuelos bailando a nuestro propio ritmo.

adelace2@prodigy.net.mx

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 457277

elsiglo.mx