El domingo recibimos con pesar una noticia desagradable: el deceso de don Jesús Martínez Cabeza de Vaca, padre del presidente y propietario del club Tuzos de Pachuca de la Primera División, Jesús Martínez.
Si bien es un suceso extracancha, tiene implicaciones deportivas puesto que Chucho, como se le conoce en el medio del futbol, es un directivo dinámico que mucho ha hecho por el balompié en Hidalgo y en México. Tipo detallista, Jesús se distingue por tener atenciones con la gente que el resto de la mal llamada “familia futbolística” omite o de plano ignora y quiero compartir con usted, amable lector, un par de ellas.
En el año de 1998 tuve el honor de asistir al Mundial de Francia’98. En ese marco, dirigí el encuentro Francia ante Arabia Saudita, en el Stade de France, donde por cierto expulsé a Zinedine Zidane, repetí para arbitrar Inglaterra frente a Colombia y cerré con el Argentina contra Holanda en Marsella.
Al finalizar el evento anuncié mi retiro de las canchas y tras 22 años de ejercicio profesional dentro del arbitraje, representando a México en dos mundiales, diversas competiciones internacionales y haber dirigido 10 finales del torneo local, en la Federación Mexicana de Futbol no me dijeron ni gracias por participar.
El único detalle de la gente del medio que recibí fue precisamente un desplegado en los principales periódicos nacionales del Pachuca y su presidente, donde se reconocía la trayectoria de un juez mundialista.
En otra ocasión, de esas donde la vida te muestra la más fea de sus caras, Arturo mi hijo, de escasos 18 años, sufrió un aparatoso accidente automovilístico que lo dejó a las puertas de la muerte.
Tras un mes en terapia intensiva y las manos expertas de doctores y enfermeras, trabajando en equipo con la voluntad de Dios, se materializó el milagro y hoy mi vástago goza de cabal salud, pero a lo que voy es que, enterado del difícil trance por el que pasaba, el equipo de los Tuzos saltó a la cancha de su siguiente encuentro portando una manta que decía:
“Ánimo, Arturo, estamos contigo”.
Es por ello que hoy, con la licencia de usted, me olvido por el momento de los golazos de Cabañas, Mancilla, Braulio, Caballero y el triplete de Lugo; tampoco quiero hablar del polémico penal a favor de Pumas o de ese otro que le marcaron a Horacio Cervantes cuando jugó primero el balón en el Monarcas ante Atlante; mucho menos me referiré a la actitud altanera del “Chepo” De la Torre contra los árbitros.
Prefiero enviar, como una manifestación de entrañable afecto, un abrazo solidario a quien considero un caballero en toda la extensión de la palabra. No me une con Martínez Patiño lo que podríamos llamar una amistad, pero estará usted de acuerdo que los detalles que le he platicado bastan y sobran para vivir en permanente estado de gratitud.
