"Un abstencionista total
Es alguien que se
Abstiene de todo
Menos de la abstención."
Abrose Bierce
No veo que la campaña del voto nulo esté rebasando el círculo rojo. Algunos sondeos sugieren que los votos anulados apenas alcanzarían entre el 4 y el 5 por ciento este 5 de julio. Si consideramos que un 2 o 3 por ciento de las boletas han sido tradicionalmente anuladas en nuestro país, habría poco que mostrar por un movimiento que ha recibido una gran atención de los medios de comunicación y ha obtenido el respaldo de algunos intelectuales destacados e incluso de políticos relevantes como Dulce María Sauri, la ex presidenta nacional del PRI.
Mucho más importante será la abstención. La presidenta del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, María del Carmen Alanís, calcula que podría llegar al 70 por ciento de los electores. Leonardo Valdés del IFE es más optimista y estima un 61 por ciento, con 30 millones de votantes, cifra apenas superior al 58 por ciento de 2003. En cualquiera de los casos la abstención sería muchas veces superior a los votos nulos o a los sufragios por cualquier partido.
Los proponentes de anular el voto tienen puntos de vista muy distintos. Algunos protestan por las limitaciones a las libertades individuales impuestas por la Ley Electoral de 2007; otros quieren fortalecer más esas limitaciones; algunos, como Dulce María, parecen simplemente molestos por no haber sido seleccionados como candidatos. Será difícil encontrar un mensaje coherente entre los electores que anulen su voto, aun cuando Federico Reyes Heroles ha impulsado una encuesta de salida que buscaría dilucidarlo.
El mensaje de los abstencionistas, sin embargo, es mucho más claro. No son intelectuales con refinados argumentos de protesta sino personas comunes y corrientes que no encuentran razón para votar. Son los más escépticos ante una clase política que se ha aislado de los mexicanos.
Hubo un tiempo en que las cosas no eran así. Mucha gente acudía a votar con la ilusión de que el sufragio transformaría al país. Pero la abstención ha venido subiendo de manera constante. En elecciones intermedias, pasó de 34.03 por ciento en 1991 a 42.31 en 1997 y a 58.32 en 2003. Éste es el termómetro de la decepción de los mexicanos ante la clase política.
Los promotores del voto nulo piensan que la abstención es una inaceptable claudicación ante los políticos. A mí me parece, en cambio, la más dura de las protestas. Quien decide ni siquiera acudir a votar expresa una infranqueable distancia con un sistema político que afirma derivar su legitimidad del sufragio.
Si la previsión de la presidenta Alanís es correcta y el 70 por ciento de los electores se ausenta o anula su voto, el partido que se convierta en la mayor fuerza de la Cámara de Diputados tendrá el apoyo de sólo un 10 u 11 por ciento de los ciudadanos. Cada uno de los 23.2 millones de votos habrá tenido un costo alucinante de 525 pesos en vista del presupuesto de 12,185 millones de pesos del IFE y los partidos para este 2009. Si consideramos el costo real de los tiempos de radio y televisión que se han apropiado el IFE y los partidos, el presupuesto del Tribunal Electoral y todo el dinero que se mueve en la elección por debajo del agua, fácilmente tendríamos un costo de mil pesos por sufragio. No parece haber en el mundo un voto tan caro como el mexicano.
El que un gasto de esta magnitud pueda llevar a una elección en que el 70 por ciento de los ciudadanos no se presente siquiera a votar debería obligarnos a hacer una reflexión de fondo sobre el fracaso de nuestro sistema político.
BAJAN INGRESOS
Los ingresos del Gobierno Federal cayeron 6.9 por ciento en los cinco primeros meses de 2009 frente al mismo período del año anterior. Las opciones para el Gobierno son seguir aumentando la deuda, recortar el gasto o incrementar impuestos. Conociendo a nuestros políticos, seguramente aumentarán la deuda y los impuestos después de las elecciones.
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