Dr. Roberto García Rodríguez (q.e.p.d.).
Muy temprano el domingo anterior, 12 de julio, a la edad de 96 años falleció en esta ciudad el Dr. Roberto García Rodríguez, penúltimo de los sobrevivientes que en la Región Lagunera fundaron el Partido Acción Nacional hace siete décadas. Ahora el único que nos queda de ese grupo es el Profr. Jesús Reyes Villa, residente en Gómez Palacio, aún en activo y muy lúcido, por lo que esperamos viva muchos años más.
El Dr. Roberto García nació en la ciudad de Durango y fue, por adopción, orgulloso lagunero pues en La Laguna residió a lo largo de casi ocho décadas. Aun en los años en que como estudiante estuvo en el extranjero, se siguió considerando torreonense.
El abuelo paterno de quien esto escribe, don Antonio, quien no tenía parentesco alguno con el Dr. García, lo recordaba como compañero de trabajo -"muy decente y servicial", decía- a principios de la década de los 30 en la Compañía de Luz, entonces de capital extranjero. Luego dejó esa empresa para irse a San Antonio, Texas, donde realizó sus estudios de quiropráctico, especialidad de la que fue el único en la región durante más de cuatro décadas.
Quienes lo conocimos y nos honramos con su amistad, tuvimos siempre la seguridad de que sería una persona longeva, como en efecto sucedió pues acumuló casi un siglo de vida. Nuestro convencimiento derivaba de la característica más relevante de su personalidad que fue el orden en todos los aspectos de su vida. Fue muy disciplinado en su alimentación, en el cuidado de su salud (era un naturista convencido), en sus horas de sueño, en su actividad física diaria (caminante incansable al estilo marcial, pues afirmaba que hacerlo de otra manera no era caminar sino arrastrar los pies), en su vida familiar y hasta en su esparcimiento (que era el tiro con escopeta y rifle). En todo siempre fue muy ordenado el Dr. García Rodríguez.
Su militancia en Acción Nacional fue callada, pero de una gran generosidad. Jamás buscó reconocimientos y mucho menos elogios. Sólo cuando estrictamente se necesitó, aceptó ser candidato. Como lo fue a diputado federal suplente en los comicios de 1964, en que fue aspirante a la presidencia de la República don José González Torres, por quien sentía enorme admiración. Él y su esposa doña Consuelo Flores, fallecida hace cinco años, siempre inseparables y sin descendencia, atendieron todo el tiempo con gusto y sentido de responsabilidad, aun cuando ya estuvieron en edad avanzada, las tareas que la dirigencia partidaria les encomendó.
Entre fines de los años 60 y casi toda la década de los 70, fue el tesorero del Comité Municipal de Acción Nacional en Torreón. Durante ese largo periodo, en contraste con lo que anteriormente era habitual, el Partido jamás volvió a tener un solo acreedor encima y hasta se adquirió el primer local propio que tuvo la organización, en Hidalgo y Calzada Colón. Sin embargo, jamás rindió un informe de tesorería. Siempre se negó a presentarlo a la asamblea, porque todo el tiempo los gastos superaban a los ingresos y él de su peculio cubría el déficit. Pero no quería que se supiera.
Fue también un cumplido Caballero de Colón. Durante algunos años su apostolado consistió en organizar cursos de alfabetización para adultos, que fueron muy exitosos. Se le gastaba la broma, porque parecía un contrasentido, que la promoción de sus cursos la hacía a través de volantes, obviamente escritos, que él personalmente y la señora Chelo repartían en el centro de la ciudad. ¿Cómo podía leer el mensaje -le preguntábamos- un analfabeta? Él mismo festejaba la broma pero sostenía que el medio de que se valía no sólo era barato sino muy eficaz. A las pruebas nos remitía, y verdaderamente le asistía la razón.
Platicaba un hecho que decía le había impresionado vivamente. Sucedió que dos o tres años después de haber fundado el PAN, acontecimiento que ocurrió en 1939, cuando el licenciado Manuel Gómez Morín visitó Torreón. Lo acompañaba el Dr. García en un recorrido a pie por el centro de la ciudad cuando en eso se les acercó un tarahumara a pedirles "una limosna". Contaba que Gómez Morín le entregó unas monedas, pero con tal calidez humana, reflejada en la mirada, en su ademán de manos y en su proverbial sonrisa, en fin con un lenguaje corporal difícil de describir y menos aún de fingir, que observó claramente cómo el indígena se sintió dignificado por el trato que Gómez Morín le dispensó.
El Dr. Roberto García Rodríguez falleció justo una semana después de las elecciones federales del pasado 5 de julio. Por su estado de salud, en esta postrer ocasión ya no le fue posible acudir a la casilla. No votó pues sobre una papeleta. Pero lo hizo a lo largo de casi siete décadas con tan grande generosidad que su testimonio difícilmente puede ser superado. Aunque sí imitado. Con mayor razón ahora, por lo mucho le urge a Acción Nacional retornar a sus raíces.