Desde temprano, los fieles aficionados de Sol y las barras animaron con sus cantos y porras el último juego de los Guerreros en el Corona.
Torreón, Coah.- Siempre los primeros y los últimos en abandonar el estadio. Desde sus inicios, la afición a los Guerreros del Santos Laguna ha sido sinónimo de entrega, pasión y colorido.
En cada juego vivido en las tribunas del Coloso de Las Carolinas, el jugador número 12 dejó el sudor, la voz, las lágrimas y los gritos de apoyo, aunque también hubo momentos en que se le exigió a cada jugador que ha portado la playera albiverde, así como a todos los directores técnicos que han llevado el timón del "equipo de todos". Ayer abarrotó todas las localidades, no para ver a los Pumas, sino para decir gracias y hasta siempre a lo que fue su santuario de cada quince días.
En donde se vivió la amargura de ver cómo casi se va el Santos de la Primera División, así como en la cercana desaparición del equipo por el caso Ahumada.
Pero siempre fiel ha estado en las buenas y en las malas, y en las tribunas tanto lloró de dolor como de júbilo.
Disfrutó del buen futbol que han mostrado todos los jugadores de los Guerreros, de aquellos que consagraron la estatura de ídolos. Sin la afición hoy no podríamos hablar de Héctor Adomaitis, de Jared Borgetti, o el "Pony" Ruiz.
Como en todos los juegos de los Guerreros, desde temprano llegaron aficionados pintados con los colores verde y blanco, con tambores y trompetas, con disfraces y sombreros, desde niños hasta adultos mayores.
Y todos en una sola voz gritaban "¡Santos!, ¡Santos!", que tantas veces retumbó no sólo en el Corona sino en toda La Laguna y en cualquier parte que un guerrero de corazón animaba a su equipo.
Como verdaderos guerreros presionaron y en algunas ocasiones se excedieron al "bañar" en los tiros de esquina a los rivales, pero también demostró su buen comportamiento reconociendo los grandes goles de los rivales.
Cada uno, dentro y fuera del estadio, se despidió de su segunda casa, el lugar donde su pasión tenía un sentido. El Corona, en donde todos nos volvimos más laguneros y más guerreros.