"Todas las cosas son baratas para el ahorrador, caras para el dispendioso."
Benjamin Franklin
¿En qué recoveco del camino perdió el ahorro su lustre y se convirtió en una conducta antisocial? No lo sé. Pero muchos economistas gubernamentales y políticos están asustados de ver que los consumidores en Estados Unidos empiezan a actuar de manera racional y ahorran dinero después de años de una orgía de consumo.
Entre 1959 y 1992 los estadounidenses tuvieron una tasa de ahorro de entre 7 y 12 por ciento de su ingreso personal disponible. A partir de 1993 el ahorro empezó a declinar gradualmente para llegar a tasas inferiores al 1 por ciento en los primeros años del siglo XXI.
En el tercer trimestre de 2005 se llegó a lo inevitable: una cifra negativa de 0.75 por ciento del ingreso. En otras palabras, los estadounidenses estaban gastando más de lo que ganaban. ¿Cómo hacían? Se endeudaban con tarjetas de crédito, préstamos personales e hipotecas.
La crisis financiera que empezó a manifestarse a fines de 2007 era inevitable ante este endeudamiento de los consumidores. Sin embargo, la tendencia se ha revertido. El ahorro ha empezado a crecer y ascendió a 4.4 por ciento del ingreso disponible en el primer trimestre de 2009. En abril se elevó a 5.7 por ciento, aun lejos de las cifras de 1959-1992, pero cuando menos fuera de los niveles negativos de 2005 o marginales de casi toda la década.
Los políticos actuales no entienden este retorno de los consumidores a la racionalidad económica porque piensan que la fórmula mágica para resolver una crisis generada por un exceso de gasto y deuda es aumentar más el gasto y la deuda. Por ello, en reacción a la reducción del gasto de los consumidores, han aumentado el del Gobierno de manera radical.
Bill Clinton heredó de George Bush, padre, un déficit de 4.7 por ciento del Producto Interno Bruto en 1992, pero lo convirtió en un superávit (o ahorro) de 2.4 por ciento en 2000. George Bush, hijo, que asumió el poder en 2001, regresó al camino de la irresponsabilidad fiscal. En 2002 produjo un déficit de 1.5 por ciento, que alcanzó el 3.5 en 2003. En 2008 la cifra se había reducido a 3.2 por ciento, pero sólo por una contabilidad creativa que ocultaba los gastos militares en Irak y Afganistán.
Para este 2009 la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBA) de Estados Unidos está estimando un déficit de 1.8 billones de dólares, equivalente al 13.1 por ciento del PIB, lo cual representa el mayor endeudamiento en un sólo año en la historia no de Estados Unidos sino del mundo. Se trata en buena medida de un legado de Bush, que el nuevo presidente Barack Obama no ha podido moderar.
Clinton, cuyo Gobierno cada vez parece el mejor en las últimas décadas de Estados Unidos, heredó una deuda pública de 48.1 por ciento del PIB en 1992 y la redujo a 35.1 por ciento en 2000. Al mismo tiempo promovió un sólido crecimiento económico con baja inflación. Bush junior elevó la deuda a 40.8 por ciento para 2008. En este 2009 la cifra cerrará en 56.8 por ciento, según la CBA.
Al contrario de Clinton, los actuales políticos no parecen haber entendido cómo funciona la economía. Por eso han aumentado tanto el gasto y la deuda pública. Están tomando una decisión contraria a la de cualquier persona sensata: dispendian recursos hoy, para dejar la factura a sus hijos. En cambio los consumidores están reaccionando con racionalidad económica al reducir su gasto y aumentar su ahorro. Qué lástima que sean políticos y no consumidores los responsables de la política económica.
BAJAN INTERESES
El Banco de México continúa con su política de bajar l s tasas de interés. Este viernes redujo su tasa objetivo de 5.25 a 4.75 por ciento. Con una inflación de 5.98 por ciento en mayo, esto significa que el público pierde dinero por ahorrar. Lo peor de todo es que Hacienda sigue cobrando un impuesto al ahorro, a pesar de que éste tiene un rendimiento negativo.