En las últimas semanas se han venido desarrollando dos situaciones que en apariencia no tienen relación entre sí. Una ocurre a nivel nacional y se refiere a un aspecto de la campaña electoral. La otra es a nivel local, y en una escala menor, ambas son ejemplo de la facilidad con la que se desprestigian esfuerzos sin razones o fundamento.
En el primero -la campaña electoral- el tema es el de la libertad de expresión, tan ligado a la sui géneris versión de la democracia mexicana. En nuestro país -que no es el único ni la excepción en esta creencia- se entiende como la oportunidad indiscriminada de lanzar acusaciones sin tener pruebas o razones que las fundamenten. En la arena política, y para muchas personas, la libertad de expresión es un rasgo natural de la democracia. Admitiendo que así sea, el lanzamiento de lodo (por usar un eufemismo) debería acompañarse al menos con alguna que otra propuesta más o menos viable, para que los ciudadanos tuvieran de dónde colgarse antes de tomar una decisión para elegir "al menos peor." Insultos y descalificaciones al mayoreo; ideas concretas de lo que van a hacer si ganan, ni una.
De hecho, la base de la discusión actual por votar o no hacerlo es precisamente la democracia, cuyo significado básico todos decimos conocer, pero que cada quién interpreta a su conveniencia. Aquí la democracia está reglamentada por los partidos políticos; vamos, hasta el IFE, cuyo objetivo original era ser el organismo imparcial que se encargaría de todo lo concerniente a las elecciones y al que todos respetaríamos, ha sido modificado en sus funciones (y funcionarios) por los mismos partidos, así que ¿cuál democracia? ¿Qué diferencia hay entre la imposición de un candidato o la imposición de 500? ¿Cuál democracia si la mayoría de esos 500 son políticos chapulines o profesionales en vivir del presupuesto?
En el caso del voto blanco, nulo, inútil, a la mitad o como quiera llamarle, analistas, politólogos, comentaristas de radio y televisión y líderes de los partidos no han agotado opiniones para convencernos de hacer tal o cual cosa. Los mexicanos estamos hasta la coronilla de los políticos, de sus "spots", de escuchar siempre lo mismo, de saber que después de las reformas todo queda igual, y encima nos pidan que de ir a votar, lo hagamos por el menos malo. Es muy grande la tentación de hacer caso a alguna de estas sugerencias o de plano, no votar.
No se trata de estar a favor o en contra del voto nulo. El voto es un derecho que ha costado mucho ganar; habría que esperar de los partidos políticos un mínimo de respeto por ese derecho que tenemos todos los ciudadanos. Si bien es cierto que cuando la oferta es pobre, deberíamos de tener también el derecho a rechazarla, lo mejor sería abrir las votaciones primarias de los partidos e invitar a la sociedad a que participe en la selección de los candidatos; abrir también la posibilidad de los candidatos independientes: que esto diluye el voto, puede ser, pero es democrático y a veces, como en la ciudad de Medellín, Colombia, puede salir un garbanzo de a libra.
La otra situación, a nivel local, tiene que ver con la reciente presentación del libro "Asamblea de Culturas en La Laguna", trabajo realizado por el licenciado Jorge E. Rodríguez Pardo, Director del Archivo Municipal Eduardo Guerra, de nuestra ciudad.
Al licenciado Rodríguez se le ha acusado de plagio por utilizar como fuente los datos compilados del archivo de extranjería, clasificado y capturado por archivistas del Instituto en una base de datos, desde hace siete años.
En el título, el trabajo de Rodríguez Pardo advierte, "Lo que de sí mismos dijeron miles de inmigrantes extranjeros al llegar a La Laguna." No se trata de una investigación, ni tampoco de la interpretación o análisis de un periodo histórico. Simplemente es la presentación ingeniosa, práctica y de fácil acceso a información contenida en una base de datos que está a disposición, en el Archivo, de quien la solicite. El mérito del licenciado Rodríguez es haber presentado esa información de forma diferente, sin modificar ningún dato.
Qué tentador resulta lanzar una acusación tan grave; efectivamente, el diccionario de la Real Academia define la palabra plagio "como el acto de plagiar, copiar en lo sustantivo obras ajenas como propias." Es común suponer que se plagia una idea literaria, o una composición musical; pero tratar como plagio la utilización de una fuente de datos para presentarla de una forma diferente, no altera en lo más mínimo el origen de la información, que en este caso se trata de lo que de sí mismos reportaron los inmigrantes que se registraron al llegar a Torreón. El hecho de que exista un trabajo previo, "Catálogo de Extranjeros", publicado en el año 2002 por la entonces directora del Archivo Municipal, Elisa Gutiérrez Galindo, no convierte en plagio el trabajo del licenciado Rodríguez ni lo obliga a mencionarlo o citarlo. Ambos utilizaron la misma base de datos y organizaron la información en forma distinta.
Toda proporción guardada, si esto fuera plagio entonces cualquier académico o científico sería un plagiario, ya que el método científico es precisamente, partir del horizonte anterior hacia uno nuevo. El conocimiento es una producción del entendimiento para simbolizar o re-simbolizar resultados o conocimientos científicos anteriores. En esto se basa el progreso científico: en la reformulación de los conocimientos anteriores, enfocando o presentando de manera diferente lo que atrás se interpretó de una forma.
De modo que la relación entre la situación de la campaña electoral y la presentación del libro, desafortunadamente es la facilidad y ligereza con la que se daña o desprestigia el esfuerzo de personas bien intencionadas, generalizando indiscriminadamente y sin ofrecer razones que fundamenten la descalificación, tanto a nivel político como personal.
