Al inicio de noviembre, dedicamos dos días a recordar a los muertos: el primero, a los "santos inocentes"; el segundo, "a los finados", cuerpos que liberaron sus almas, quedando en espera del Juicio Final, según la tradición cristiana.
La idea de que el hombre está hecho de cuerpo y alma no es nueva, aún cuando su configuración haya pasado por varias etapas de consolidación; desde negar toda vida después de la muerte -Pitágoras entre ellos- hasta clasificarlas en buenas y malas: para las primeras, el premio celestial; las otras caerán al abismo, donde permanecerán padeciendo el "rechinar de dientes y castigo eterno".
Aún más, han existido pensadores que separan a esas almas: "en gracia" y otras, en vías de purificación; algunos niegan el perdón de los pecados traspasada la muerte y otros aseguran que "Dios es amor" y que, a decir de Zoroastro, habrá "un luminoso perdón".
Sócrates y Platón fueron los primeros en definir al alma, dándole particularidades especiales, consustanciales; es decir: misma forma, pero diferente materia.
Los hebreos hablaban del Hades, el infierno, que según Orfeo: "es un dominio donde vive el alma hasta la siguiente reencarnación".
Con ello nos metemos en otra controversia histórica religiosa: para algunos -islamitas e hinduistas- existe un proceso de perfeccionamiento, basado en la reencarnación de las almas; para otros, el regreso al mundo material no existe; el judaísmo, asegura la existencia del Tejiat HaMetim, la resurrección; o el Cristianismo, donde sus escritores afirman "ni los profetas pueden traspasar esa barrera".
Luego, Herodoto, hará más confusa la controversia cuando describe a Zalmoxis, colono de Tracia, "trasladado corporalmente sin pasar por la muerte".
También, en nuestras creencias judeo-cristianas, existen lugares donde las almas deberán purificarse -purgatorio- en espera del juicio final, por no tener suficientes méritos de salvación. Además está el limbo, lugar para los no bautizados, recientemente descontinuado.
Sobre todo, considere el lugar de los justos -paraíso-- y de la condenación -infierno-.
A la disertación sobre el "más allá", se han sumado filósofos y científicos modernos: Descartes, cuestiona la existencia del ánima y externa su preocupación: "si somos el sueño de otro" y busca el asiento del alma; Spinoza, en su Ética dice: "el cuerpo y el alma son una sola y misma cosa"; Leibniz imagina una estructura no material del alma, constituida por mónadas -unidades- "mayores" para los humanos y "pequeñas" para los animales que carecen otra vida posible, pensamiento que anticipa la Teoría de la Relatividad de Einstein al decir que "espacio y tiempo absoluto, extrínseco a las cosas, son entidades imaginarias" .
Ese concepto de "mónadas" es completamente metafísico-sólo imaginables y no demostrable por la física moderna-, existentes antes y después del cuerpo, dándoles categoría de materia diferente a la conocida e influyendo en otros pensadores que tratan de comprender el tiempo y el espacio desde ángulos diferentes.
Immanuel Kant, duda de si el hombre puede llegar a conocer al alma ya que pertenece a una realidad "suprasensible", más allá de los sentidos corporales y define a la metafísica como la ciencia de los límites o extremos de la razón humana.
Otro pensador: Schopenhauer niega toda existencia después de la muerte.
Los científicos entran a la discusión aportando sus investigaciones en relación a la muerte, dividiéndose en: los que piensan que no hay nada más allá de esta vida y que el fenómeno de morir desencadena procesos neuronales que explican lo visto y declarado por pensadores antiguos, siendo algunos de ellos "reduccionistas", quienes aseguran que la falta de oxigenación cerebral provoca ilusiones y hasta alucinaciones premortem; otros, también hombres de ciencia, han tenido el cuidado de medir en tiempo el sufrimiento cerebral y aceptan que más del ochenta por ciento de los eventos es explicado por la ciencia, quedando un veinte sin aclaración por faltar conocimientos e instrumentos, buscándoles respuesta.
Todos, de cualquier época del mundo, coinciden en hablar de una luz orientadora, tranquilizante, amorosa, que orienta y dirige al ser en proceso de muerte. Sea incoordinación cerebral, cuestiones de metafísica o religión, el más allá es tema apasionante para todos; de temor para algunos y esperanza para otros.
Con el paso de los años, pareciera que el ateo tradicional tiende a desaparecer, por simplista ideológico, dando paso a aquellos que profundizan en la esencia del ser y su sino; los otros, con la convicción que, después de la muerte, empieza otra forma de existencia, separándose en múltiples creencias teológicas o luminosas.
He elegido el tema para estos días, cuando traemos a la memoria a los seres queridos que ya "partieron" y que, de alguna forma, les damos nueva vida consciente con nuestro pensamiento.
Al recordarlos y alimentarnos afectivamente, pudimos revivir alegrías y experiencias amorosas; siendo así, espero haya pasado felices días de inocentes y finados.