No fue casualidad que en Sonora se registrara un inesperado temblor el pasado domingo, el mismo día que Guillermo Padrés se convirtió en el primer gobernador de un partido distinto al PRI de las últimas ocho décadas.
El terremoto político y social que vivirán los sonorenses se extenderá en los próximos años y será de considerable magnitud si el nuevo gobierno y la sociedad se deciden a sacudir el confort y la somnolencia en la que cayó la entidad norteña.
La alternancia de partidos llegó a Sonora luego de varios intentos fallidos y cuando ya no es noticia a nivel nacional.
Pero en esa tierra, cuna de revolucionarios y líderes sociales, la llegada al poder del Partido Acción Nacional es el acontecimiento político más destacado desde que Luis Donaldo Colosio fue ungido candidato presidencial en 1993.
En por lo menos tres ocasiones Sonora se quedó a un tris de la alternancia. En 1967 el PRI impuso como candidato a Faustino Félix Serna, quien ganó las elecciones en base a la represión y el fraude electoral.
Rodolfo Félix Valdés, candidato designado del centro del país y quien no vivía en Sonora desde su niñez, estuvo a punto de ser derrotado por el panista Adalberto Rosas en 1985, pero el gobierno de Miguel de la Madrid y su secretario de Gobernación, Manuel Bartlett, se encargaron de consumar la imposición.
Además todavía no llegaba a México la ciudadanización electoral y menos las credenciales con fotografía.
Hace seis años, en el 2003, Ramón Corral Avila del PAN perdió por escasos 8 mil votos contra Eduardo Bours Castelo, en una elección que aún se cuestiona su legitimidad. Bours basó su campaña en una nueva imagen del PRI, pero terminó siendo un gobernador impositivo muy al estilo de Faustino Félix Serna y Manlio Fabio Beltrones.
Sonora ha vivido por décadas una especie de monarquía que toma el color del gobernador en turno, en ocasiones benévola y en otras autoritaria, pero a final de cuentas de corte dictatorial como corresponde a un gobierno no democrático.
Entre broma y broma en Sonora se dice que para que el viento sople se requiere el visto bueno del gobernador. La sociedad se volvió servil y cortesana en los años recientes, contrario al Sonora del pasado cuando sus líderes destacaron por sus agallas, su temple y su independencia.
Eran aquellos hombres y mujeres que llegaron con las manos vacías a las tierras áridas de Sonora y armados de optimismo convirtieron al estado en el primer productor de granos, ganado, minerales, peces y productos agrícolas de exportación, entre otros rubros.
A Sonora le urgía un cambio como ocurrió con México en el año 2000. No será la panacea ni creemos que el nuevo gobernador pueda reconstruir a la sociedad sonorense en unos cuantos años.
Pero la mera asunción al poder de un partido distinto liberará nuevas energías y pondrá un freno al sistema de corruptelas y canonjías impuesto por el PRI a lo largo de muchos años. Guillermo Padrés no tiene el carisma de un Ernesto Ruffo ni el arrastre de Vicente Fox, pero sí la juventud y el talento para empujar los cambios. No obstante necesitará un equipo de colaboradores de primera línea, dispuesto a enfrentar los más duros retos.
Hay dos factores que podrían entorpecer esta etapa renovadora en Sonora. El primero serán las facciones priistas que intentarán mantener el poder o parte del mismo, especialmente los grupos capitaneadas por los ex gobernadores Bours y Beltrones.
El segundo impedimento puede venir de la misma sociedad que le costará trabajo sacudirse del marasmo y recuperar el dinamismo de antaño. Muchas familias llegaron al extremo de meterse a la política para subsistir y dejar los negocios que emprendieron sus antepasados. Sonora vive desde esta semana una nueva etapa política que esperamos sepa aprovechar al máximo. No todos los días se presentan oportunidades tan atractivas.
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