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Alzarnos con nuestras propias fuerzas

JULIO FAESLER

Para alzarnos con nuestras propias fuerzas de la crisis actual hay que comenzar por defender el nivel de empleo mediante una campaña para preferir productos mexicanos. La urgencia es evidente. Lo confirma los datos que constantemente nos llegan sobre los despidos masivos que suceden en todo el país. Sin poder ya encontrar fuera oportunidades de trabajo, cientos de miles de afectados buscan por todos los medios cómo y en qué emplearse aquí entre nosotros.

En la actual racha de despidos la compra de artículos extranjeros que nuestro campo o nuestras fábricas producen es un grave contrasentido que resta ocupación a los campesinos y trabajadores que requieren de nuestra demanda para subsistir. Es una triste ironía encontrar en los comercios productos de todo género que nos llegan desde fuera y que son adquiridos por la fama de su marca o su precio inferior.

Hay quienes piensan que las virtudes del mercado abierto, que induce a la compra de artículos extranjeros, y que por cierto induce "malinchismo" es lo que debe ser para asegurar al consumidor o usuario la más amplia gama opciones y así obligar al mexicano a apurarse e ingeniarse para vencer la competencia del exterior o bien emprender el camino de la reconversión. Todos sabemos que este reto, así planteado, está más allá de las posibilidades reales e inmediatas del típico productor nacional. Esa receta es a largo plazo y no hay tiempo que perder.

La campaña para apoyar al productor mexicano tiene que reclutar en primer lugar al propio industrial para que afine la calidad y el precio de su producto a lo que sus clientes necesitan. Este paso no es fácil. Muchas de las estructuras financieras y logísticas que apoyaban al productor agrícola o industrial, especialmente de mediana o pequeña escala, fueron desmanteladas en las últimas décadas en aras del libre mercado.

Con la membresía en la Organización Mundial de Comercio y la firma del TLCAN se redujeron repentina e indiscriminadamente aranceles protectores, permisos y precios oficiales de importación que defendían al productor. Muchos de éstos abandonaron la trinchera y se convirtieron en importadores, cediendo su clientela como "nichos de mercado" a los mercadólogos extranjeros.

En este viraje el empresario habrá salió ganando, no así los trabajadores que dejaron de producir el artículo que ahora otros cultivan o fabrican. Sin duda que desperdiciamos como nación la oportunidad de ampliar y fortalecer el aparato productivo nacional.

Ello no significa, empero, que el productor nacional no pueda alzarse hoy día al reto de volver por sus fueros y conquistar de nuevo la confianza y preferencia del consumidor nacional. Muchos artículos de consumo, alimentos por ejemplo, son importados innecesariamente y están llamando a ser fabricados aquí. Para hacerlo hay que hacer alianzas con el público consumidor y un Gobierno convencido. El productor redoblará su esfuerzo si sabe que el consumidor respaldará a plenitud su esfuerzo. El Gobierno debe a su vez decretar un régimen temporal de preferencia por lo mexicano con aranceles de importación que se apliquen a los productos que ya se cultiven o manufacturen en México.

Preferir el producto y el servicio mexicano que ya existe no es un cerrado y obtuso chauvinismo. Por el momento puede ser entendida como una medida de emergencia. Pasada la recesión en que nos hallamos, lo más probable es que preferir lo nuestro quedaría entre nosotros como una saludable costumbre que seguirá fortaleciendo a la economía nacional.

Una vez que hayamos encontrado el gusto y orgullo de encontrar en nuestras compras y servicios las similitudes con nuestras costumbres y modos de vida, la preferencia por lo nuestro se tornará una manera de actuar natural. Sabremos ser sensatos al comprar, reconocer cuando, por alguna razón, hay que aceptar que el artículo o servicio tenga que venir de fuera por que no lo hay en México.

No hay nada extraño ni singular en un programa de preferir lo nacional. Las campañas a favor de lo nacional se han hecho y se siguen haciendo en todos los órdenes y muchos países. Lo hicimos en un tiempo aquí con el lema "Lo hecho en México está Bien Hecho". Esta consigna se abandonó cuando cundió la idea de que había que suprimir al productor ineficiente para ofrecer al consumidor lo más barato aunque fuese importado y dejase si trabajo a la gente. Hoy persiste en un logo México que se invita a poner en todos los artículos fabricados aquí. La campaña la debemos echar a andar todos, de persona en persona, de grupo en grupo, de empresa en empresa, de autoridad en autoridad hasta la más alta.

Nosotros somos los únicos responsables de nuestro futuro.

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