Me encontré esta frase profusamente divulgada en Río de Janeiro y en Sao Paolo en un viaje que hice hace más de quince años. Su sentido era claro para los brasileños. No había que perder tiempo, el mañana anhelado ya estaba ahí, con todas las tareas del mañana y todas las expectativas que inspiraba un futuro prometedor.
Viene a cuento este recuerdo al oír y leer en estos días en nuestro país que el "futuro nos alcanzó" como si, en lugar de ser un arribo positivo, ello significa que una anunciada y temida mañana nos llegó, repentinamente, sin habernos preparado para ella.
El Brasil que se encontró el presidente Calderón y su comitiva en su reciente visita la semana pasada es el Brasil puesto al día de aquel país que desde hace muchos años preparaba su entrada al escenario de los acontecimientos mundiales, participando en ellos con un comercio exterior vigoroso y bien diversificado que va desde la soya, de la cual es el primer exportador mundial, hasta los aviones Embrear que aquí conocemos.
La presencia de Brasil en todos los foros políticos y económicos del mundo está ya bien acreditada. Factor importante al lado de la India en las negociaciones Doha en la Organización Mundial de Comercio (OMC), los representantes que envía Brasilia defienden la apertura de mercados para los productos industriales y del campo frente al proteccionismo de los países desarrollados que predican un aperturismo convenenciero de mercado sin dejar de subsidiar a sus agricultores ineficientes.
La presencia de Brasil en las misiones de paz en Haití, Afganistán y otros puntos de inflamación en el mundo responde a su conocida decisión de decirle al mundo que tiene voluntad y capacidad para contribuir tangiblemente a las soluciones y no simplemente mantenerse al margen de ellas pretextando su respeto a problemas internos de otros.
México ha hecho oír su parecer en el caso de conflictos centroamericanos. Últimamente se ha unido a la posición asumida en la OEA y el Grupo de Río protestando contra el derrocamiento del presidente de Honduras. La voz de nuestro país ha sido, empero, por mandato constitucional, opaca.
La intención expresada por el presidente Calderón de entrar en un acuerdo comercial y de inversiones de amplio espectro con el Brasil tiene viejos y muy estudiados antecedentes.
El Acuerdo Latinoamericano de Libre Comercio (ALALC) lanzado por el Tratado de Montevideo hace ya 49 años fue uno de los ensayos que se intentaron para realizar la Anfictionía Americana para la cual el Libertador Simón Bolívar convocó el Congreso de Panamá en 1826 invitando a los recién independizados países incluyendo Brasil, cuyo rey, don Pedro I, había declarado en 1822 su separación del trono portugués.
La ALALC fue sustituida en 1980 por la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) que ha propalado una amplia serie de Tratados Complementarios entre los países miembros. México y Brasil se vinculan a través del Tratado de Complementación firmado dentro del marco de ALADI. Ese Acuerdo, es empero, es sólo uno de los 12 acuerdos internacionales que México tiene firmados en estos momentos.
La visita de Calderón a Brasil es importante por significar un paso firme hacia una relación estratégica mucho más estrecha que la actual. Los presidentes acordaron establecer una mesa de trabajo a fin de hallar la fórmula para ir hacia un Tratado formal de Libre Comercio.
Un acuerdo de esta categoría tiene para nosotros un significado especial. Desde hace tiempo en Brasil ha visto a nuestro país como parte de un bloque "norteamericano" que en el mejor de los casos podría incluir a los países centroamericanos. En esta visión, el papel de México respecto al bloque "sudamericano" podría ser si mucho simbólico, reminicente de aquellas antiguas aspiraciones anfictiónicas. Brasil, desde luego, concibiéndose como el líder indiscutible del Mercosur, la formación económica y política que abraza a todos los países de Sur América, se presenta ante el mundo como la potencia representativa de América Latina. En la conocida puja por un sitio permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, Brasil se ve como candidato preferido a México.
La pujanza económica de Brasil es clara con una población de 188 millones, sus exportaciones, no sólo de soya, café o su 25% de las exportaciones mundiales de azúcar, como dicen algunos sino de todo tipo de manufacturas incluyendo la pesada. Lo que viene a impresionar al público mexicano es el desarrollo de su industria petrolera. De no tener yacimientos de consideración hasta hace pocos años, ahora alcanzan a los nuestros. De depender exclusivamente de las tecnologías extranjeras, Petrobrás ya tiene experiencia en perforaciones de mar profundo de tres quilómetros. Sus ingenieros trabajan en el Golfo de México donde, hace muy poco tiempo, en el curso de la polémica de la débil reforma petrolera que tuvimos aquí, se dijo que México ni quería - ni podía - operar. Brasil planea cinco refinerías que pueden estar listas en cinco años. Ahorra sus reservas petroleras promoviendo desde hace muchos años los combustibles de origen renovable como es el caso del etanol.
El avance de Brasil, bajo su lema nacional "Orden e Progresso", está a la vista de todos. No fue que el "mañana" le haya "llegado", sino que lo llamó y lo hizo suyo. Ojalá que una relación que desde hace tiempo debió cultivarse con el empeño que hoy lo hace México, nos sirva para hacer que nuestro "hoy" se convierta en el mañana que siempre nos estamos prometiendo.
Juliofelipefaesler@yahoo.com