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EL COMENTARIO DE HOY

FRANCISCO AMPARÁN

Un veinte de noviembre más. Otro aniversario de la mentada Revolución Mexicana. Y ahora lo conmemoramos el 16. Brillante, ¿no?

¿Deberíamos seguir celebrando el inicio de una serie de eventos que se tradujeron en un millón de mexicanos muertos, la destrucción de la poca infraestructura que tenía el país, el retraso de unos treinta años en términos de crecimiento, y la consecución de logros tan importantes y funcionales como el ejido? ¿Alguien en su sano juicio puede seguir comulgando con las ruedas de molino que nos retacaban en la garganta los gobiernos del PRI?

La verdad, ya viene siendo hora que hagamos una revisión sensata y racional de ese periodo, que el PRI quiso encumbrar como gran logro por la sencilla razón de que constituía el pretexto para legitimar sus décadas de mando incontestado. Lo que no tiene nada de raro: cada régimen autoritario inventa sus propios mitos, y consagra, tuerce e interpreta los hechos a su conveniencia. Especialmente si se trata de "revoluciones" (entre comillas). Y sobre todo, si con eso justifican la permanencia eterna en el poder. Así, la Revolución Bolchevique se planteó como una epopeya justiciera que demandaba que los comunistas rusos permanecieran en el poder per sécula seculorum. ¿Y qué tal cómo se le sigue llenando la boca con la palabra "revolución" a los tiranos hermanitos Castro, carcamanes ya tan apolillados como los supuestos logros de ese épico movimiento?

Seamos francos: desde hace ya buen rato la Revolución Mexicana es significativa sólo para los comerciantes, que en esta temporada inventan campañas de muy poca imaginación, que con generales, adelitas y cañonazos como escenografía, tratan de vendernos pantaletas y licuadoras. Además de que, según encuestas espontáneas o planeadas, numerosos niños de primaria no tienen la más remota idea de lo que se festeja hoy, y no les podría importar menos. Algunos chiquillos y chiquillas no saben siquiera si Villa y Zapata fueron héroes de la Independencia o de la Revolución. Todo ello, consecuencia del desastre que es nuestro sistema educativo, sí. Pero también de la poca pertinencia que esos acontecimientos tienen para muchos mexicanos en el siglo XXI.

Si hemos de ver hacia el futuro, debemos dejarnos de mitos y leyendas creados para justificar a un cuerpo político que, para colmo, amenaza con volver a las andadas. Al menos deberíamos de cuestionar sus bastimentos ideológicos.

Si ya no tenemos un régimen de partido único. Si la mayoría de los supuestos logros de la Revolución constituyen lastres para el México del siglo XXI. Si este es un país más injusto que hace un siglo, ¿qué caso tiene celebrar? Digo, ni la asoleada que se pegan los chavos que desfilan... con el entusiasmo desbordante de un condenado a muerte subiendo al cadalso.

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