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Aniversario del PAN

EL COMENTARIO DE HOY

FRANCISCO AMPARÁN

Por estos días, el Partido Acción Nacional está cumpliendo 70 años de su fundación. Es por ello pertinente echarle un vistazo a su trayectoria, qué es en el presente y qué puede ser en el futuro.

El PAN es fruto de sus tiempos, unos tiempos harto complejos. En septiembre de 1939, a los seis meses del fin de la Guerra Civil Española, el mundo acababa de entrar en el peor conflicto bélico de la historia. La amenaza fascista se presentaba irresistible. Acá en México, mucha gente temía que las acciones populistas de Lázaro Cárdenas empujaran al país al comunismo: de hecho, se suponía que la educación era "socialista", cualquier cosa que eso significara. La expropiación petrolera de 1938 había pisado muchos callos entre los grandes capitalistas, y sobre el país se cernían numerosas amenazas. En algunas zonas del país, los rescoldos de la Guerra Cristera no se habían enfriado totalmente. Un panorama sumamente complicado.

Para enfrentar a la izquierda cardenista (que era más moderada de lo que mucha gente pensaba entonces), se creó un partido que en teoría se basaría en los principios de la democracia cristiana; pero que, por pruritos constitucionales, no podía usar ese nombre. Lo que sí es que muchos de sus fundadores fueron auténticos apóstoles: creían en "la brega de eternidad", en picar piedra para crear un México democrático, enfrentando a un partido de Estado que aún no mostraba su verdadero poder.

Durante décadas, el PAN luchó contra la hegemonía priista con las pocas armas que tenía a la mano. Especialmente valiosas eran la congruencia, la dignidad y el desdén por lo que tuviera que ver con la violencia armada, doctrina que tan de moda estuvo en los años sesenta y setenta. Y así, el PAN fue creando, especialmente entre las clases medias de algunas regiones del país, una imagen de opción o alternativa, ante el hartazgo con un sistema político cerrado y cada vez más ineficiente.

En 1986 el PAN ganó la gubernatura de Chihuahua, que terminaron robándosela. A partir de ahí, el proceso era ineluctable: para legitimarse, el PRI tendría que apechugar derrotas. La primera aceptada fue la de Baja California en 1989. Y de ahí p'al real, el PAN fue cosechando triunfos… para los que, en

gran medida, no estaba preparado. De pronto, lo que siempre había sido dignidad patriota se convirtió en lucha por el botín. Los principios fueron hechos de lado, ocupando la nómina un lugar más importante en la lista de prioridades. El colmo del pragmatismo fue cuando el partido permitió que un ignorante sin grandes principios, pero capaz “de echar al PRI de Los Pinos” se hiciera con la candidatura presidencial, ganara las elecciones, y luego mostrara ampliamente su ineptitud. Fox dañó tanto a la democracia mexicana como al PAN, que ahí perdió buena parte de su credibilidad. Lo ocurrido hace dos meses no hace sino confirmarlo.

El PAN debe rectificar el rumbo. Volver a sus principios, desechar rémoras y lapas que se le han venido pegando, renegar de sus alianzas vergonzantes y poner las ideas por encima de lo pragmático. Sólo así volverá a tener alma. Sólo así volverá a ser una opción.

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