Párroco don Arturo Macías Pedroza festejará su vigésimo quinto aniversario de Ordenación Sacerdotal.
El próximo miércoles 29 de abril, la comunidad de La Sagrada Familia de la colonia Las Rosas de Gómez Palacio, celebrará a su párroco don Arturo Macías Pedroza con motivo de su vigésimo quinto aniversario de Ordenación Sacerdotal.
Será ese día cuando, el padre Arturo, recuerde una fecha más de su ordenación ocurrida el 29 de abril de 1984 en la Catedral de Durango, capital donde realizó sus estudios de seminarista.
25 años de sacerdote ¡Cuánto tiempo!... Aquel día fue realmente feliz, ver el júbilo de sus padres, de la gente interesada, alegre y contenta de conocer un nuevo sacerdote, de todo un pueblo alegre por tener un padre más, una Catedral llena y una hermosa ceremonia, son algunos de los recuerdos que pasan por la mente del estimado párroco de La Sagrada Familia.
En ocasión a la fecha, evoca algunos recuerdos donde habla de su familia, de sus estudios en el seminario, de su ilusión por ser sacerdote, de su ordenación sacerdotal, de su primera misa, así como del momento en que sintió la llamada del Señor para ser sacerdote y de su preocupación por el futuro de las ordenaciones sacerdotales.
A continuación se presenta una entrevista que concedió el padre Arturo con motivo de la conmemoración.
"Estaré siempre agradecido con Dios, él siempre me ha querido y llevado con la gente para ayudarla, he sido un instrumento de su obra, por lo que ahora al cumplir 25 años creo que debo agradecerle todo", comentó al principio de la charla.
Nació en la ciudad de Aguascalientes el 28 de diciembre de 1956, recibió la consagración como sacerdote de manos del señor obispo de Durango don Antonio López Aviña.
¿Qué recuerdos tiene de su vida?
Lo que recuerdo es una vida familiar llena de amor, con dos lindos papás y siete hermanos, creo yo que eso es lo que me motivó a querer ayudar a la gente porque donde hay amor hay espíritu de servir, esto vi en casa con mi papá que por muchos años fue cartero de Lerdo, don Martiniano Macías a quien siempre le noté ánimo de hacer algo por los demás, después cuando anduve de monaguillo conocí a sacerdotes de carácter y personalidad.
¿Cómo y en qué tiempo sintió la llamada del Señor para convertirse en sacerdote?
Cuando tenía 13 años de edad yo era monaguillo y supe de un accidente automovilístico donde participaron seminaristas y un padre que iban de vacaciones, fue un hecho muy sonado, mucho drama y dolor pues el padre falleció. Este acontecimiento me golpeó bastante. Entonces pensé van a faltar sacerdotes e inspirado por el ejemplo de los eclesiásticos y con la grata vivencia de ser monaguillo seguí este camino.
Dios hace la llamada por medio de cuestiones naturales, puede ser a través de un acontecimiento alegre o triste como fue en mi caso el amor de mi casa, el accidente y el ejemplo de sacerdotes. Cuando tocan este tema la gente espera escuchar una narración mágica y llegan a imaginarse que por ahí bajó un angelito aleando o que entre las nubes, descendió una bocina diciendo "te quiero para padrecito". Más bien cuando uno habla de vocación es simplemente que Dios llama por los medios ordinarios por eso hay que estar atentos a lo que nos anuncia para saber dónde nos quiere y esto puede ser por la naturaleza, circunstancias personales, el ambiente mundial, la palabra de Dios, todo se mete así como en un coladero y se fija en la oración, se baja en un momento de reflexión con la ayuda de un sacerdote o de alguna persona para saber lo que él quiere decir.
¿Qué es de lo que más se acuerda de sus años en el Seminario y su ordenación?
La tristeza de todos los que se fueron en mi grupo entramos 70, vi marcharse muchos amigos con quienes convivía bastante, la amistad con ellos teníamos ideales en común, los momentos de juegos, finalmente salimos sólo tres sacerdotes. En lo que respecta a mi ordenación evoco de manera especial la felicidad de mis padres que siempre me apoyaron y tomaron mi decisión como un privilegio, un don de Dios. La ceremonia estuvo hermosa de por sí son siempre especiales por sus signos litúrgicos impresionantes como la oración en el suelo, la unción en las manos y los cantos, únicos. De hecho cuando me ordené pensé que era el hombre más feliz del mundo, pero cuando vi a mi padre dije no, él es el hombre más feliz porque vi hecho mi sueño una realidad.
¿Cuál es el sentimiento que predomina en usted en este momento?
Ahora al conmemorar los 25 años quisiera renovar lo que hice aquel día de mi ordenación y renovar mi compromiso de seguir a Cristo como modelo, reafirmar mis compromisos sagrados que por amor a Cristo y a la iglesia sagrada hice en ese tiempo, quisiera pedirle a Dios que pueda seguir cumpliendo con mi trabajo de dispensador de la Eucaristía y de todas las acciones litúrgicas.
A los muchachos les invito a que busquen para qué los quiere Dios, no esperen una llamada mágica sino que sepan analizar con la ayuda de un sacerdote o de una persona madura; el mundo está necesitado de muchos jóvenes, nosotros los sacerdotes mayores ya nos estamos yendo, la vida empieza a cambiar necesitamos quién nos sustituya y que vengan a vivir este tipo de trabajo que vale la pena, yo he sido siempre muy feliz.
Y un día antes de su ordenación ¿estaba nervioso?
No porque la ordenación es el último de muchos de muchos pasos, el caminar hacia el sacerdocio fue para mí emoción más que nerviosismo porque la decisión se va haciendo desde que uno entra, siempre tuve la ilusión de ser sacerdote, mi vocación, sotana, distinguirme como sacerdote y ayudar a la gente.
¿Cómo ve el futuro de las ordenaciones sacerdotales?
Quisiera que los demás vieran la belleza de esta vocación que vale mucho la pena, es atrayente y mientras halla más problemas Dios menos nos deja sin sacerdotes, las vocaciones están sembradas a manos llenas, el problema es saber responder, quisiera que mi aniversario fuera una manera de motivar a que los muchachos sigan la vida sacerdotal, porque las palabras enseñan pero el ejemplo arrastra, porque si ven a un sacerdote contento de su vocación a lo mejor les dan ganas de apegarse a esta vocación.
En esta Diócesis apenas se está formando necesitamos muchas vocaciones, además hay muchos sacerdotes grandes que necesitamos en ir pensando en jóvenes que vayan llegando, se requiere madurez, pero sobre todo salud ya que el conocimiento se va adquiriendo.
¿Cómo ve al pueblo gomezpalatino?
Son animosos, afectuosos, alegres y también disponibles con iniciativa, la relación entre sacerdote y comunidad debe ser de una colaboración mutua, aquí los laicos saben de nuestra misión quieren formarse más y llenarse de Dios.