"Política es al arte de impedir que
La gente participe en asuntos
Que realmente le conciernen."
Paul Valéry
Washington, D.C.- Si una política no funciona en 50 años, uno pensaría que ya no tiene caso seguirla aplicando. Pero ésta es una lección que el Gobierno de Estados Unidos no ha aprendido desde el triunfo de la revolución castrista en Cuba el primero de enero de 1959.
Tras un pequeño período de pausa, en que las autoridades estadounidenses trataron de descifrar las intenciones de un Fidel Castro, quien se definía como demócrata pero actuaba como comunista, Washington ha hecho todos los esfuerzos posibles por derrocar al régimen de La Habana: desde una invasión de refugiados cubanos, adiestrados y respaldados por la CIA, en bahía de Cochinos en 1961, hasta el más prolongado boicot comercial de un país en la historia moderna del mundo.
Parte de esta estrategia fue la expulsión de Cuba de la Organización de Estados Americanos (OEA) en 1962. Ninguna de estas medidas ha tenido resultados positivos. La castrista es la dictadura actual que más tiempo se ha mantenido en el poder. La política estadounidense de aislar a Cuba no ha servido más que para fortalecer a los hermanos Castro, al generar un enemigo externo que les ha permitido justificar las carencias que la isla ha sufrido durante décadas.
Muchos de los países americanos que votaron este miércoles 3 de junio por revocar la decisión de la OEA de expulsar a Cuba de la organización lo han hecho para manifestar su apoyo y admiración por el Gobierno castrista. "Un abrazo fuerte, histórico y solidario al hermano pueblo de Cuba que ha sido desagraviado en esta magna asamblea", dijo tras la votación la presidenta de la Asamblea General de la OEA y canciller de Honduras, Patricia Rodas.
A final de cuentas, sin embargo, la apertura puede debilitar al régimen de los Castro: quizá por eso Cuba no se ha apresurado a volver al seno de la OEA. Los regímenes autoritarios tienden a desmoronarse en condiciones de apertura. Una de las razones de la caída de la Unión Soviética y de sus países satélites en Europa Oriental fue la apertura informativa, la glasnost, que les abrió una ventana a los países con mayor libertad política y económica. Las dictaduras se mantienen más firmes en el aislamiento. Ahí está el caso de Corea del Norte. Incluso China ha visto debilitarse su régimen autoritario como consecuencia de su apertura económica e informativa de los últimos años.
No tiene caso mantener a Cuba excluida de la OEA como no tiene sentido separar a ningún país de la ONU o de otras organizaciones internacionales. Uno puede estar en contra de las políticas de un país, pero eso no significa que no deba tener acceso a las instituciones multilaterales. Naciones abiertamente dictatoriales como Myanmar y Corea del Norte son miembros de la ONU. Estados Unidos mantiene relaciones comerciales normales con China, que en muchos aspectos mantiene violaciones a los derechos humanos más severas que las de Cuba.
Si el Gobierno de Barack Obama realmente quiere facilitar una transición de Cuba a un régimen democrático, debe eliminar el boicot y los intentos de aislamiento, y darle la bienvenida a Cuba como miembro de pleno de derecho de la comunidad internacional.
Por supuesto que hay mucho que criticar en el sistema político y económico de Cuba, pero también en el de los Estados Unidos, que mantiene en su base militar de Guantánamo una cárcel para personas detenidas ilegalmente. Uno no tiene que estar de acuerdo con las políticas de un país para dialogar o comerciar con él.
Así como en Cuba Fidel Castro dejó el poder a su hermano Raúl, Corea del Norte está ratificando una forma monárquica de transmisión del poder. Kim Il-Sung, gobernante desde 1948 hasta 1994, le heredó el poder a su hijo Kim Jong-Il. Éste parece haber designado ahora como sucesor a su hijo Kim Jong-Un, quien tiene menos de 30 años de edad. Se ha creado así en Corea del Norte, un país supuestamente comunista, una dinastía monárquica.