La vida es bella a pesar de las dificultades. Esa es la conclusión a la que llega cualquier humano pensante, que se quiera adentrar en el misterio de la existencia.
Lo anterior viene a cuento porque como en el relato bíblico del Apocalipsis, los cuatro jinetes que representan la guerra, el hambre, la enfermedad y la muerte campean en todo el planeta y hoy día en nuestro país en específico, no como el preludio del fin del mundo, sino como la expresión de lo cíclico recurrente, que se vuelve costumbre cotidiana.
En efecto, a la guerra que Estado y Sociedad libran en contra del narcoterrorismo, se ha venido a sumar el estallido de una crisis económica global, que frena nuestro desarrollo con efectos de marginación y hambruna y por si fuera poco, la amenaza de una pandemia que hoy día amenaza la salud de nuestro cuerpo.
Ante semejante panorama no queda sino aceptar que los problemas son para resolverse y que debemos asumir los retos colectivos en unidad, por encima de las diferencias que nos dividen. Muy en especial las que derivan de las preferencias partidistas y la lucha por el poder, que encona a las élites políticas de nuestro país arrastrando a la sociedad mexicana en su conjunto.
Si en el pasado la administración de la abundancia nos ha enfrentado, la lucha por la supervivencia nos coloca en la oportunidad de vernos unos a otros como hermanos, y si no tenemos la estatura para ello, debemos aceptarnos al menos como compañeros de viaje en el mismo barco que se llama México.
Por ello es el momento de cerrar filas en torno a las estrategias y esfuerzos que requiere la solución de nuestros problemas.
La existencia de la aguda y amplia problemática que nos acosa, pone al desnudo la debilidad de nuestras instituciones, la miseria de nuestros hábitos personales y colectivos, así como la flaqueza de nuestro espíritu cívico y al mismo tiempo, ofrece la oportunidad de sacar a flote lo mejor de nosotros mismos y proyectarnos a mejores formas de convivencia.
A este propósito ayuda el reconocimiento de que está siendo objeto nuestro país a nivel internacional, con motivo de la respuesta que Gobierno y Sociedad estamos dando a nuestra problemática. A ese respecto contrastan tales reconocimientos con el pesimismo de algunos personajes de nuestra vida pública, por fortuna de excepción, que hacen críticas infundadas o propagan rumores destructivos con el fin de lucrar en su beneficio político.
Ni la amenaza del narcoterrorismo, ni la crisis económica ni el riesgo de pandemia, son cuestiones circunscritas a nuestras fronteras y por el contrario, se trata de vicios tan viejos como la humanidad misma, acrecentados por la apertura de la globalización, que lo mismo se nos muestra como Panacea y solución a todo problema o Caja de Pandora, como fuente de todo mal.
Lo anterior tampoco es motivo para renegar de las tendencias globales que a fines de los años ochenta del siglo pasado cobraron un gran impulso y continúan vigentes, porque corresponden a la naturaleza esencial del hombre y la comunidad humana en su conjunto y por ende resulta obligado asumir, porque ni el levantamientos de muros ni el aislamiento de los pueblos o las personas, son alternativa de solución.