Buenos Aires.- Los tiempos cambian y los países también. Hace quince años los argentinos vivían unos de sus mejores momentos. La pujanza económica se advertía por todos lados: inflación a la baja, alto crecimiento, copiosa inversión extranjera y muchos empleos.
Con su tradicional halo de presunción, este país llegó al extremo de colocar su moneda a la par del dólar norteamericano.
Carlos Saúl Menem encabezaba esos años de bonanza gracias a las políticas de privatizaciones y de apertura al exterior. Aunque con sus diferencias sustanciales, Menem era una especie de Carlos Salinas de Gortari en cuanto a su manejo de la imagen.
Pero al igual que pasa con los gobernantes que acumulan mucho poder y fama, Menem cometió errores y excesos, entre ellos actos graves de corrupción que lo llevaron a perder el poder y el liderazgo político.
Hoy esta nación ha cambiado políticamente y de manera por demás peligrosa.
Contra lo esperado en un país educado y altamente politizado, Argentina está ahora más cerca de Hugo Chávez y sus políticas populistas que de Europa, Estados Unidos e incluso Brasil y México.
El dúo Néstor y Cristina Kirchner con más de seis años en el poder han optado por un Gobierno de corte social, pero sin el equilibrio logrado por el presidente Lula de Brasil con el sector productivo.
Aquí en Argentina, similar a lo que ocurría en los años setenta y ochenta en México, se sataniza a los agricultores, ganaderos y empresarios, y se les imponen nuevos impuestos y trabas burocráticas que obviamente han minado la confianza y frenado la productividad.
Los argentinos tienen la fortuna de contar con un país colmado de riquezas naturales, lo que hace posible su autosuficiencia y un desarrollo hasta cierto punto estable.
Pero las oportunidades se les han ido de la mano y basta recorrer las calles para percibir un ambiente de inconformidad, hastío e incluso de pobreza entre la población.
Las protestas callejeras de los distintos gremios son el pan de todos los días, muchas de ellas motivadas desde las altas esferas del poder para doblegar a grupos antagónicos de la pareja Kirchner.
La prensa independiente recibe contantes ataques ya sea por conducto de los funcionarios en el poder, incluyendo a la presidenta Cristina Kirchner, quien no se arredra en atacar a los periodistas por sus críticas.
El fin de semana los sindicatos de voceadores bloquearon la salida de los principales diarios de Buenos Aires en su intento por obtener mejores prestaciones y canonjías.
El pasado martes la capital argentina se quedó sin transporte subterráneo por un paro de los trabajadores y para esta semana se anuncian varias marchas callejeras de varios sindicatos.
El PIB argentino registra este año un crecimiento negativo, el dólar se sitúa cerca de los cuatro pesos argentinos mientras que los empleos van a la baja ante los embates de la crisis económica internacional y la escasez de nuevas inversiones.
Durante la asamblea anual de la Sociedad Interamericana de Prensa, celebrada el fin de semana en esta ciudad, se denunció un clima de antagonismo oficial contra la libertad de prensa muy a la par de lo que ocurre en Venezuela, Ecuador y Bolivia.
Preocupa sobremanera esta faceta de los gobiernos de izquierda latinoamericanos que parece acentuarse y quienes se apoyan en una supuesta democracia para impedir el libre flujo de la información y el ejercicio cabal de la libertad de prensa.
Sería desastroso que Argentina y su presidenta Cristina Kirchner se unan a este clan de mandatarios rijosos de izquierda cuando Chile y Brasil han demostrado que las políticas sociales liberales y equilibradas pueden resultar más exitosas.
Pero con todo y los Kirchner vale reconocer que visitar Argentina será siempre un privilegio y más cuando se tiene oportunidad de convivir con su gente, disfrutar de su espléndida carne y su magnífico vino tinto, además de sus imponentes bellezas naturales.