Ya es disco rayado. No hay más tema que el de seguridad pública. Reiteradas ocasiones en estas líneas se ha comentado al respecto, pero cada vez la cosa es peor.
La semana pasada se alcanzó a contabilizar 31 asesinatos vinculados con el crimen organizado en La Laguna, cifra más que espeluznante para una sociedad civilizada, pero eso no fue todo, el martes quizá ha sido el día de mayor miedo vivido en la época contemporánea en la Comarca. Además, se reportó el asalto a una compañía de implementos mineros en Dinamita, Durango, situada a algunos cuantos kilómetros a la salida de Gómez Palacio hacia Chihuahua. El robo de 121 kilos de explosivos con todo y sus detonadores, carga equivalente al 66% de lo que se utilizó para demoler el mal habido Distribuidor Vial Revolución. Un cóctel perfecto para sembrar la psicosis generalizada entre los ciudadanos.
Pero esto ya fue mucho más allá en esta semana. Más de diez individuos fueron ejecutados en distintos hechos en una jornada sangrienta el pasado martes. En Las Alamedas comenzó todo, tres jóvenes fueron ajusticiados por un grupo de sujetos para después generar una serie de enfrentamientos en el Poniente de la ciudad, más otras muertes en Lerdo. Lanzaron una granada de fragmentación y balearon el Control Militar ubicado a la entrada del puente plateado, lo que suscitó el cierre del paso por el propio puente. También hubo reportes de otro enfrentamiento en la calzada Abastos. Para la noche -todo ocurrió en el transcurso de la tarde- las ciudades estaban moralmente devastadas. Pareció haber un momento en que todos los laguneros esperábamos caer en un fuego cruzado en cualquier punto de las ciudades o de plano que se desatara ya una barbarie plena sin contrapeso, ya que hace mucho tiempo aquí nadie confía en las autoridades y el reducto del Ejército fue también atacado.
Es más, cuando caos y balazos abundaban, las corporaciones policiacas -según reportes de ese día- optaron por el resguardo de sus propios cuarteles. Los únicos que salieron a enfrentar los hechos fue el vapuleado Ejército y la Policía Federal Preventiva, de acuerdo a la información disponible en esos momentos.
El miércoles los rumores estaban por doquier. El 066 estaba atascado de las cientos de llamadas que se recibían para levantar falsos reportes de balaceras. Vaya, se generalizó que se había decretado toque de queda y hubo muchos que dijeron que ciertamente había comunicados oficiales donde se informaba del falso aviso. Universidad evacuada, plaza comercial cerrada y citas directas que muchos más sicarios de distintos grupos criminales habían llegado a la ciudad para seguir la refriega, de todo hubo.
Lo que fue un hecho innegable es que fue una realidad que apenas sucedió la puesta de sol, el miedo hizo que los negocios y restaurantes lucieran desiertos, la vida social casi se detuvo por completo en Torreón, Gómez y Lerdo.
Para acabarla, hoy se publica en El Siglo de Torreón, que nuevamente la Policía Municipal de Torreón, estuvo algunas horas en paro de operaciones, por la rebeldía de varios elementos que se negaron a acatar la orden del director Karlo Castillo Gracia, de trabajar turnos de doce horas por doce de descanso.
Ya el colmo pues. Hay de darle el mérito al alcalde José Ángel Pérez que como pudo, en pocas horas restableció el servicio de la Policía Municipal, aceptando la no-obediencia de la disposición de Castillo. "Nosotros privilegiamos el restablecimiento del servicio de patrullaje, la vigilancia en la ciudad", declaró el presidente, y verdaderamente fue muy sensato su proceder en ese momento tan delicado, pero chusco fue el que se fuera de boca y dijera que sancionará a los paristas policías, por haber reaccionado de esa forma ante el cambio de jornada laboral, cuando el edil dispone del erario para defender a varias decenas de elementos de la misma corporación, que están en el Cereso enfrentando proceso penal por presunta participación con la delincuencia organizada.
¿Así es suficiente para estar aterrados o se necesita más?