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¿Ave de mal agüero?

Gilberto Serna

El empresario Carlos Slim al hablar hace unos días en el foro "México ante la Crisis.

Cicerón tituló una de sus arengas pro domo sua, que se usa para significar el modo egoísta con que obran algunos. Un vocero del Gobierno Federal desestimó los vaticinios de Slim indicando que son catastrofistas, señalando que el hombre de negocios ha prosperado por las condiciones que tenemos en el mercado y la economía de "una nación con tantas desigualdades e inequidades".

Lo que dijo Carlos Slim lo han dicho muchos analistas pero, hasta ahora, no había desatado la ira de la clase gobernante con tal vehemencia que han dejado de lado la prudencia, para tratar de que no cunda el ejemplo de disensión que está dando a quien la revista Forbes ha calificado como el segundo millonario de este planeta, en un país con tanta pobreza que se vuelve paradójico que albergue un Rico Ricón cuya fortuna excede la de un Sha de los buenos tiempos, en que los monarcas de Persia eran subidos en una balanza para regalarles diamantes que previamente eran colocados en un platillo al otro extremo, hasta igualar su peso. Habría que considerar que su cercanía a los que ejercían años atrás la cosa pública, dice el vocero, le permitieron atiborrarse los bolsillos de billetes. Quienes más han recibido de esta gran nación, deben apoyar a México, dijo hace unos días el presidente, en clara referencia al magnate de las comunicaciones, tachado así como ave de mal agüero.

En vez de decir, con optimismo desbordante, que pronto habrá trabajo para los desocupados, que no va a haber una hambruna, en cambio, la cabeza del grupo Carso, dijo con gran pesimismo, que se va a caer el empleo como no habíamos tenido noticia en nuestras vidas. De ser así, tomando en cuenta que la gente tiene que alimentarse, está creando una psicosis de miedo sólo comparable al que sembraban las bombas V2 que lanzaban los nazis a la ciudad de Londres en la Segunda Guerra Mundial, que no sabemos en qué va a parar, pues el hambre no siempre es capaz de crear costumbres pacíficas. A eso agréguele su pronóstico de que van a quebrar las empresas, chicas, medianas y grandes; que además van a cerrar los comercios; que va a haber locales cerrados por todas partes; que los inmuebles van a estar vacíos, y ¡uf!, nos estará pintando un panorama nada halagador. Lo que no aclaró, ya encarrilado, es si el crimen organizado será el pródromo de lo que nos espera.

Sea lo que sea se ha metido entre las patas de los caballos. A propósito, el presidente Porfirio Díaz por algo es que pedía a sus prosélitos que no le alborotaran la caballada. Que es lo mismo que estará tratando el presidente Felipe Calderón pidiendo calma, que ya tiene suficiente con la tragedia que envuelve al país, con soldados que entregan sus vidas en los modernos campos de batalla, en que se ha convertido gran parte del territorio nacional.

Es de pensarse que Carlos Slim quiso hacer un planteamiento puramente crematístico sin el menor asomo de crítica al Gobierno, es decir, quiso dárselas de chucha cuerera o, lo que es lo mismo, de gran oráculo del desastre. Es un hombre del sistema que debe estar orgulloso de su trayectoria, aunque ello no lo autoriza a darse el lujo de pontificar, pues su opinión no puede estar exenta de equívocos, acerca de lo que le espera en el futuro a los mexicanos, menos a utilizar ese tono dogmático de quien tiene aseguradas las tres comidas al día.

Como dice la manida frase, está viendo la tormenta y no se hinca. No es tiempo de confrontar lo poco que hace el Gobierno con la verdad de nuestro destino. Hagamos de tripas corazón y terminemos, diciendo que no hay que abrirle las puertas al desánimo alarmando a la sociedad.

En fin, lo que coloquialmente se puede agregar, es que a Carlos Slim le está lloviendo en su milpita.

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