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Bolivia: nada solucionado

EL COMENTARIO DE HOY

Francisco Amparán

Desde que asumió el poder su primer presidente de origen indígena, la vida política de Bolivia ha sido muy turbulenta. No que antes hubiera sido muy apacible que digamos: ese país andino tiene la discutible distinción de ser el que ha sufrido más golpes de Estado en la historia. Y no sólo de Latinoamérica, sino del mundo.

La asunción a la Presidencia de Evo Morales, un antiguo líder cocalero, concitó muchas esperanzas entre la mayoría de la población de raigambre indígena. Y Evo intentó no desilusionarlos, haciendo circo-maroma-y-teatro para darle a esa población una mayor influencia en los asuntos públicos, nacionalizando empresas gaseras y petroleras, y tratando de borrar siglos de indiferencia, racismo y desprecio hacia los indios.

Para instrumentar lo que él pretende sea una refundación de la República boliviana, Evo impulsó la redacción de una nueva Constitución. Otra vez, ninguna novedad, dado que Bolivia ha tenido como una docena de Cartas Magnas que para maldita la cosa que han servido.

El problema fue que la Constitución de Evo fue redactada y aprobada por la Legislatura de maneras cuando menos cuestionables. Así que la Oposición se sirvió de ello para cuestionar la legalidad de los cambios introducidos por el presidente.

Para darle una salida a la pugna, se realizó un referéndum el domingo pasado, en el que se le preguntaba a la población si estaba o no de acuerdo con la Constitución. Alrededor de un 60% dijo que sí. Así pues, parecería que el triunfo de Evo es contundente, y no habría mayores discusiones.

Sin embargo, la inmensa mayoría de quienes votaron “No” viven en la parte oriental del país, más moderna, con más recursos naturales y menos población indígena.

De hecho, ésas son las provincias que insisten en un estatus de autonomía de manga mucho más ancha del que les proporcionaría la mentada Constitución.

Viendo el mapa del referéndum, a nadie le queda duda de que Bolivia está ahora más partido que nunca: el occidente indio y montañoso por un lado, apoyando a Evo; y el oriente fértil, moderno y mestizo, que desconfía de lo que se origina en el altiplano paupérrimo.

Precisamente para no depender tanto de lo que dijeran allá en las alturas de La Paz es por lo que las provincias orientales han estado presionando para lograr la autonomía.

Y ahora alegan que el “No” mayoritario en esas regiones obliga al Gobierno a tenerlas en cuenta a la hora de instrumentar la Constitución en la práctica.

Cómo responda Morales a este reto, y cuánta buena voluntad haya en las dos partes, serán cruciales para el futuro de Bolivia… un país que quizá ya no resista una fractura más.

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