Las bombas sin explotar que jalonan los océanos son una fuente de sustancias cancerígenas que ponen en peligro la vida marina y humana, según estudio realizado en Puerto Rico.
Así lo afirma el ecologista James W. Porter, de la Universidad de Georgia, quien detectó estas sustancias en un viaje de investigación a la isla de Vieques, que albergó un polémico campo de tiro y de bombardeos de la marina estadounidense desde la Segunda Guerra Mundial hasta 2003.
Porter analizó restos del destructor USS Killen, que fue utilizado como blanco submarino y participó en 1958 en unas pruebas nucleares en el Pacífico, en busca de materia radiactiva y en su lugar halló una relación con el cáncer.