Lo vi el día que llegó, sus ojos llenos de tristeza y a la vez de temor, su pelaje color miel casi rojizo y áspero por la desnutrición forraba aquel cuerpo que asemejaba un arpa. Todo el costillar resaltaba más que el flaco abdomen que se plegaba sobre su columna vertebral. Traía ceñido al cuerpo a manera de pechera un cordel de ixtle mejor conocido como "mecate" que le apretaba de tal manera que casi no le permitía respirar. Apenas podía sostenerse en pie de lo débil que estaba que al dar cualquier paso se tambaleaba, sólo Dios sabe cuánto tiempo tenía sin probar agua y desde luego alimento. Mi esposa le ofreció agua la cual bebió de la manera más rápida posible pues denotaba algo de dificultad para tragar. Tiempo más tarde le ofreció comida que poco a poco fue engullendo; con la mirada temerosa de que se le quisiera hacer algún daño. Una vecina se apiadó del pobre perro y lo alojó en su cochera, bautizándolo con el nombre de "Bonito". Con la ayuda de mi mujer le fueron dando alimentos que lo hicieron recobrar el ánimo al paso de los días. Después con unas tijeras y ya con más confianza del animalito el cordel que le ceñía su tórax le fue cortado, dejando ver la marca que dicho cordón le había hecho en su piel. Con el paso de los días la marca dejada por este mecate fue desvaneciéndose. Notando con preocupación que el perro empezaba tener evacuaciones obscuras por lo que la vecina le inició un tratamiento que pensó que le podría ser de utilidad pero sólo se obtuvo mejoría parcial. Para acabar de empeorar las cosas, una mala mujer (que el adjetivo es nada a lo que esa señora es capaz de hacer) que es dueña de un perro rottweiler y que no puede ver que las demás personas recojan perros callejeros, mandó a uno de sus hijos con dicho animal para que aporreara al pobre animalito dejándolo herido de una de sus patas; a pesar de ello "Bonito" seguía comiendo pero hace cuatro días al llegar a casa me encontré con la mala noticia que "Bonito" había fallecido. Tal vez la causa de su muerte se debió a su enfermedad pero la realidad es que muchos perritos callejeros perecen en la calle por nuestra indiferencia hacia ellos y por el abandono de que son objeto por parte de sus dueños que no se hacen cargo de ellos como debe de ser. "En vuestras manos son entregados" dijo el Señor a Noé (Génesis 9,2) refiriéndose a los animales y si en verdad existe un ser más apegado al hombre es el perro.
Los perros han acompañado al hombre desde el inicio de los tiempos, muchos han hecho proezas e inclusive han ofrendado su vida en beneficio de la humanidad. Justo es que cuidemos de ellos y de todos y cada uno de los animales que habitan el planeta. Ojalá que en el futuro se levante un censo así como existen los de población y que en los hogares donde existan perros sean marcados con un dispositivo electrónico como los que ya existen para si en caso de encontrarlos deambulando por las calles sin ninguna identificación pueda rastrearse al dueño y hacerlo responsable mediante una sanción económica para evitar que su perro vague sin rumbo por las calles y éstos no terminen en las condiciones tan lastimeras en que acaban muchos de ellos y desde luego no sean sacrificados de la manera tan inhumana como se realiza en la actualidad en muchas de las ciudades de nuestro querido México.
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